Las 'listas cremallera' y la democracia representativa
El autor critica las listas paritarias, ordenaci¨®n correlativa de hombre-mujer en las candidaturas, que ha introducido el PSOE en algunas autonom¨ªas, porque, seg¨²n afirma, cercenan gravemente la libertad interna de los partidos
El modelo de lista cremallera (ordenaci¨®n correlativa por sexos de las candidaturas con car¨¢cter forzoso) parece ser la doctrina en materia electoral que defiende ahora el partido socialista. Tengo para m¨ª que vulnera principios b¨¢sicos del sistema de democracia representativa establecido en la Constituci¨®n.
Me asombra la ligereza con la que los socialistas se han lanzado en varias comunidades aut¨®nomas a modificar de manera sustancial las reglas de nuestra democracia. Cambiar las reglas del juego es siempre un asunto de especial delicadeza. Una de las normas no escritas que hab¨ªamos adoptado desde la fundaci¨®n de nuestra democracia era que las reglas del juego -y las leyes electorales lo son de manera central- s¨®lo deber¨ªamos cambiarlas mediante el consenso o un amplio acuerdo entre las fuerzas pol¨ªticas. Los socialistas han tenido la osad¨ªa de quebrar esta regla de oro de una democracia que pretenda ser seria, al aprobar modificaciones sustanciales de la Ley Electoral con exiguas mayor¨ªas. Resulta un precedente extraordinariamente peligroso. Pi¨¦nsese lo que suceder¨ªa si, a partir de ahora, cada partido pol¨ªtico se sintiese desligado de ese compromiso fundacional y, con las mayor¨ªas de que dispusiera en cualquier asamblea, cambiara las leyes electorales a su conveniencia. El deslizamiento hacia 'democracias bananeras' ser¨ªa algo inevitable. El da?o, en todo caso, ya est¨¢ hecho y de ¨¦l los socialistas no pueden olvidar que son responsables.
Los liderazgos democr¨¢ticos no tienen nada que ver con el sexo de las personas
El PSOE ha quebrado una regla de oro al modificar una ley con exiguas mayor¨ªas
Pero me asombra mucho m¨¢s la desenvoltura con la que han elaborado una norma con la intenci¨®n, seg¨²n sus autores, de promover la igualdad entre los hombres y las mujeres en la participaci¨®n pol¨ªtica. No se han parado en mientes. Han buscado el camino m¨¢s expeditivo: el de la imposici¨®n pura y dura. Es siempre la tentaci¨®n de quienes no creen suficientemente en el valor de la libertad. Es siempre la tentaci¨®n de los arbitristas, para quienes la realidad se puede moldear a golpe de decreto. El resultado ha sido la lista cremallera que se impone a cualquier formaci¨®n pol¨ªtica que quiera concurrir a unas elecciones. Tal resultado no es una soluci¨®n salom¨®nica; es una soluci¨®n draconiana.
En alguna de las grandes democracias occidentales se han promovido normas con la misma orientaci¨®n. Es el caso franc¨¦s. Pero la ley adoptada -para la que los franceses tuvieron incluso que reformar su Constituci¨®n- no es impositiva. Tiene un alcance muy diferente. Se limita a establecer premios econ¨®micos para aquellos partidos que forman sus listas electorales con igualdad num¨¦rica entre hombres y mujeres. Pero a ning¨²n partido se le obliga, so pena de no poder concurrir a un proceso electoral, a someterse a ese criterio. No me convence la soluci¨®n francesa. Pero reconozco que es mucho m¨¢s respetuosa con la libertad de los partidos y la libertad de los electores que la imperativa lista cremallera.
Y los franceses, como quienes tengan una concepci¨®n seria de la democracia, no han ido m¨¢s all¨¢, porque han sido conscientes de que est¨¢n en juego valores y principios capitales para la democracia representativa. La democracia representativa se basa en un principio b¨¢sico: la relaci¨®n de confianza entre elector y elegido, que es de naturaleza estrictamente pol¨ªtica. Y, por ello, no puede condicionarse a factores de ¨ªndole biol¨®gica o sociol¨®gica. Es indiferente que quien resulte merecedor de la confianza de sus electores sea un joven, una persona de edad avanzada, una mujer o un var¨®n. Ninguna de estas condiciones puede limitar la libertad de elecci¨®n de los electores.
La relaci¨®n de confianza es de naturaleza pol¨ªtica en cuanto es un v¨ªnculo entre ciudadanos, con independencia de su edad, sexo, procedencia geogr¨¢fica, raza o cualquier otra condici¨®n. Por eso, una C¨¢mara no es, no tiene que ser, el reflejo sociol¨®gico de una naci¨®n. Si adopt¨¢ramos este criterio, estar¨ªamos en presencia de otro modelo de sistema pol¨ªtico distinto de la democracia representativa, que s¨®lo pretende reflejar el pluralismo ideol¨®gico y pol¨ªtico de la ciudadan¨ªa.
Sabemos que a lo largo de la historia ha habido reiterados intentos de desnaturalizar este principio esencial de la democracia representativa. Las 'democracias org¨¢nicas', las 'democracias corporativas' son modelos basados en la introducci¨®n de criterios de car¨¢cter sociol¨®gico en los sistemas de representaci¨®n. Sus defensores criticaban a las llamadas por ellos 'democracias inorg¨¢nicas' por estimarlas 'artificiosas', al no tener en cuenta la composici¨®n natural de la sociedad, concebida como un ser org¨¢nico, y considerar a sus miembros s¨®lo como ciudadanos despojados de cualquier otra consideraci¨®n. ?Pues ¨¦sta es precisamente la principal virtud de las democracias liberales representativas! Se basan, si se quiere, en una 'ficci¨®n': que el cuerpo pol¨ªtico sujeto de la soberan¨ªa est¨¢ formado exclusivamente por ciudadanos. Al elector s¨®lo le interesa, para fundamentar la relaci¨®n de confianza que le une a su representante, las ideas y las propuestas de ¨¦ste. Cualquier otro factor de naturaleza no pol¨ªtica ha de considerarse no s¨®lo absolutamente irrelevante, sino perturbador de la esencia de esa relaci¨®n.
Las democracias modernas son democracias de partidos. Nuestra Constituci¨®n afirma que 'son instrumento fundamental para la participaci¨®n pol¨ªtica' y se?ala como principios b¨¢sicos la libertad en el ejercicio de su actividad y el car¨¢cter democr¨¢tico de su estructura y funcionamiento. Las listas cremallera cercenan gravemente la libertad interna de los partidos, as¨ª como su funcionamiento democr¨¢tico en una de sus tareas b¨¢sicas: decidir las candidaturas que han de concurrir a los procesos electorales. Los partidos establecen en sus normas estatutarias los procedimientos que han de observar para adoptar esta importante decisi¨®n. Los liderazgos democr¨¢ticos, que consisten en esa capacidad de suscitar confianza y adhesi¨®n, no tienen nada que ver con el sexo de las personas. Un partido normalmente presenta en sus listas electorales a las personas que cree que van a gozar de mayor confianza entre el electorado. Resulta imposible que se respete la democracia interna de los partidos con el modelo de listas cremallera. No hay nada que objetar a que un partido adopte libremente determinados criterios de selecci¨®n de sus candidatos. Pero forzar a que el criterio del sexo, como cualquier otro de naturaleza biol¨®gica o de otra ¨ªndole, condicione de manera sustancial la voluntad interna de cualquier partido me parece que no tiene cobertura constitucional.
El partido socialista se ha dejado arrastrar, en este asunto tambi¨¦n, por el vendaval de la demagogia. Y su deslizamiento le ha llevado a proponer (e imponer) un modelo electoral que desvirt¨²a en su ra¨ªz la democracia liberal representativa. Aunque sus autores se nieguen a reconocerlo, inexorablemente la convierten en una variante de 'democracia org¨¢nica'. Cuando se quiebra un principio b¨¢sico de cualquier sistema, ya todo resulta posible. ?Por qu¨¦ habr¨¢ que negarse a reservar determinados puestos en las listas electorales en funci¨®n de criterios que se consideren estimables, incluido el criterio de la promoci¨®n de la igualdad? Si no tenemos claro que la condici¨®n de ciudadano es el ¨²nico criterio v¨¢lido para determinar la condici¨®n de elector y de elegible, provocaremos mutaciones de nuestro modelo constitucional de democracia representativa, que lo corromper¨¢n con consecuencias imprevisibles para una sociedad abierta.
Eugenio Nasarre es diputado y coordinador de Estudios y Formaci¨®n del Partido Popular.
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