Uno salta y los otros sorprenden
El desenlance del torneo pasa por los cabezazos de Klose, el universo de Rivaldo y las aventuras de Ronaldo
Uno es zurdo, otro es diestro y del tercero no se sabe con qu¨¦ pie remata: ha marcado todos sus goles de cabeza. Se llama Klose y, tal como viene la final contra Brasil, m¨¢s le vale a Alemania que su cabeceador est¨¦ inspirado. Sin Ballack, sancionado, el margen de goles del equipo se estrecha tanto que es dif¨ªcil pensar en otro jugador distinto de Klose. Lo malo es que su rendimiento en el ¨¢rea ha descendido apreciablemente: no ha marcado ning¨²n tanto ni en los octavos de final, ni en los cuartos ni en las semifinales. S¨ª remat¨® contra el palo frente a Estados Unidos; de cabeza, naturalmente. Pero lo mejor del delantero alem¨¢n se vio en la primera fase, en su espectacular hat trick en el partido contra Arabia Saud¨ª, cuando Alemania amenazaba con un f¨²tbol de ataque que no se ha vuelto a ver. Ha ganado los tres ¨²ltimos encuentros por 1-0 con dos goles de Ballack. Y resulta que Ballack no est¨¢ ni para anotar ni para enviar los centros que tan bien entiende Klose.
Rivaldo no llena, pero gana los partidos, y Ronaldo inventa el gol donde no lo hay
Lo mejor de Klose se vio en su 'hat trick' a Arabia, pero ma?ana no contar¨¢ con los pases de Ballack
Klose ha marcado cinco goles en el Mundial, los mismos que Rivaldo, el zurdo brasile?o que parece rejuvenecido despu¨¦s de una temporada triste. Ronaldo ha conseguido seis y est¨¢ a dos tantos -lleva diez en los dos Mundiales que ha disputado- de igualar a Pel¨¦ como m¨¢ximo goleador de Brasil. Sobre estos tres futbolistas parece que descansar¨¢ el resultado de la final. Entre ellos, el m¨¢s previsible es Klose, un delantero poco conocido en la escena internacional, en primer lugar porque no juega en ninguno de los grandes equipos alemanes. Fuera del Bayern M¨²nich y del Borussia Dortmund, y ahora del Bayer Leverkusen, los equipos de Alemania han perdido gancho. Han pasado los tiempos en los que el Colonia, el Borussia Moenchengladbach o el Eintracht de Francfort eran alguien en Europa. Al Kaiserslautern se le asocia m¨¢s con el equipo del legendario Fritz Walter, recientemente fallecido, que por otra cosa. O quiz¨¢s s¨ª: fue la v¨ªctima de Bakero en la eliminatoria que abri¨® el camino al Barcelona hacia la Copa de Europa en 1992. Klose juega en el Kaiserslautern; se supone, eso s¨ª, que por poco tiempo. Le bastaron los tres goles frente a Arabia Saud¨ª para que las canciller¨ªas de los mejores equipos de Europa comenzaran a rastrear su pista.
Se trata de un delantero sin fantas¨ªa, estrictamente alem¨¢n aunque su origen sea polaco. No tiene un f¨ªsico aparatoso como Bierhoff o Jancker, pero tiene algo de Santillana en su capacidad para elevarse y sostenerse en el aire. Parece menos c¨®modo cuando hay mucha gente en el ¨¢rea. Ninguno de sus goles se ha producido en el saque de un c¨®rner. Klose prefiere el salto limpio frente a un defensa, no en medio de un racimo de delanteros y defensas. Y preferiblemente aparece por el segundo palo; si es para buscar un centro de Ballack, mejor. Esta sociedad funcion¨® estupendamente frente a Arabia Saud¨ª e Irlanda. Ballack pon¨ªa la pelota y Klose la cabeza. Con el pie no tiene ninguna habilidad. Apunta alg¨²n detalle porque parece r¨¢pido, pero no tanto como para desbordar a un buen defensa.
Si Klose es un cabeceador, Rivaldo no. Lo suyo es otra cosa, algo as¨ª como el universo rivaldiano. Luiz Felipe Scolari, como tantos otros entrenadores, decidi¨® al principio del Mundial que Rivaldo jugar¨ªa en la banda izquierda con Ronaldinho en la derecha. Y Scolari, como antes Van Gaal, se encontr¨® con la realidad de un jugador que funciona por libre. Ajustado a un libreto, es un futbolista sufriente. En el primer partido contra Turqu¨ªa, Rivaldo intent¨® pasar por extremo izquierdo: fracaso total. A medida que avanz¨® el encuentro, se fue desplazando hacia el centro, sin otras obligaciones que buscar el remate de media distancia o sorprender con alguna llegada al segundo palo. En esa posici¨®n se ha quedado. Van Gaal y Scolari han tenido que claudicar ante un jugador que probablemente no les llena, pero que les gana los partidos.
A diferencia de Rivaldo, que tiene tendencia a invadir los terrenos de otros jugadores, en alg¨²n caso para perjudicar la cadencia del juego, Ronaldo s¨®lo se ocupa de su territorio. Est¨¢ para acabar las jugadas, bien porque afila su olfato en el ¨¢rea, bien porque las comienza y acaba ¨¦l. Cada vez recuerda m¨¢s al jugador que decid¨ªa los partidos por su cuenta, sin asociarse con nadie. Se tiraba veinte metros atr¨¢s, recib¨ªa la pelota y se lanzaba a una de esas gloriosas aventuras que le dieron fama. Algo de eso ocurri¨® en el gol de la semifinal ante Turqu¨ªa. No hab¨ªa gol, pero Ronaldo lo invent¨®. Y en el ¨¢rea ha vuelto a desplegar los reflejos de depredador en varios encuentros. Con un gol en el segundo palo, llegando como un cicl¨®n, sac¨® a Brasil de un apuro en el primer duelo con Turqu¨ªa. Como cabeceador no ha dado noticias. Ni ¨¦l ni los dem¨¢s brasile?os. En esto la diferencia con Alemania es sustancial. Unos viven de saltar; otros, de sorprender. Uno es Klose. Los otros son Rivaldo y Ronaldo.
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