F¨²tbol, dinero, mafias
El mundo del f¨²tbol es hoy el ejemplo m¨¢s cabal del funcionamiento del capitalismo ultraliberal en una sociedad medi¨¢tica de masa. La conversi¨®n de todos los productos y de todas las actividades humanas en mercanc¨ªas y la constituci¨®n del beneficio en su primer principio, que son sus caracter¨ªsticas principales, han transformado el deporte futbol¨ªstico en un puro ejercicio mercantil y reducido a negocio lo que era una pr¨¢ctica corporal que cumpl¨ªa funciones l¨²dicas, pedag¨®gicas, higi¨¦nicas y simb¨®licas de la mayor importancia. Lo que Michel Bouet llama el ideal moral del deporte (Signification du Sport, L'Harmattan, Par¨ªs) -la voluntad de superaci¨®n de los l¨ªmites propios, el aprendizaje del respeto a la regla, la rivalidad presidida por el fair-play, la autorealizaci¨®n individual y colectiva, la capacidad de crear lazos sociales- se subordina sistem¨¢ticamente al primado de lo espectacular y lo econ¨®mico. Sin aceptar la tesis que pretende que el deporte nace en Inglaterra cuando se consolida la sociedad capitalista, y es por ello, desde sus inicios, indisociable de su dominaci¨®n y servidumbres (Jean Marie Brohm: Sociologie Politique du Sport y Les Meutes sportives), no parece discutible que su evoluci¨®n ha desembocado en los actuales espect¨¢culos deportivos de masa, organizados seg¨²n criterios exclusivamente mercantiles y sometidos a estructuras mafiosas. Entre ellos el f¨²tbol es el m¨¢s paradigm¨¢tico. Tres indicadores: la expansi¨®n de quienes lo practican, que en Francia superan los dos millones de personas inscritas en la Federaci¨®n francesa de f¨²tbol, lo que supone un jugador por cada 30 habitantes polarizados en torno de 23.000 clubs; la audiencia acumulada en radio y televisi¨®n que, en la ¨²ltima Copa del Mundo super¨®, seg¨²n las evaluaciones m¨¢s fiables, los 11.000 millones de radioyentes / televidentes; el aumento del volumen de negocio del f¨²tbol mundial, que es ya mayor que el presupuesto del Estado franc¨¦s (Jean-Fran?ois Bourg: L'Argent fou du sport). Los esp¨®nsores y las cadenas de televisi¨®n son los grandes actores del f¨²tbol-negocio y a sus exigencias responde la espectacularizaci¨®n extrema de la pr¨¢ctica futbol¨ªstica que tiene su expresi¨®n m¨¢s visible en la proliferaci¨®n de copas y ligas. Las nacionales, pero sobre todo la Copa del Mundo, creada por la Federaci¨®n Internacional de F¨²tbol (FIFA) en 1928 en Amsterdam, organizada por Uruguay para 13 equipos, que en 1970 llegan a 70 y que, a partir de ah¨ª, en fuer al proceso mundializador, alcanzan los 172 pa¨ªses enrolados en 1998, as¨ª como la participaci¨®n de todos los continentes, simbolizada con el mandato confiado a Jap¨®n y Corea para la gesti¨®n de la Copa de 2002. A ella se agrega la Copa de Europa lanzada en 1960 en Francia, sometida a continuos cambios y que pronto se ve acompa?ada por la Copa de la UEFA, prol¨ªfica en avatares -Liga, Superliga, etc¨¦tera- cuyo ¨²nico norte es responder a la demanda de publicitarios y televisiones, multiplicando el n¨²mero de partidos de rentabilidad asegurada.
El gobierno mundial del f¨²tbol est¨¢ en manos de la FIFA, que cuenta con 198 pa¨ªses (m¨¢s que la ONU) que establece las reglas futbol¨ªsticas, controla las transferencias de jugadores, regula las competiciones y percibe todos los derechos televisivos y la mayor parte de la esponsorizaci¨®n. Este inmenso poder que, como el de la UEFA, escapa a todo tipo de control impone inveros¨ªmiles indemnizaciones por traspasos de jugadores y desaucia a los j¨®venes jugadores africanos que, una vez en Europa, no encuentran club comprador, conden¨¢ndolos a la clandestinidad y a la miseria, ha hecho suyos los comportamientos mafiosos de que da cuenta el libro de David Yallop de pr¨®xima aparici¨®n. Componente esencial de este dispositivo de lucro es la Sociedad YSL Worlwide, que es el gran colector de patrocinadores para la FIFA, de manera principal Coca-Cola, todo ello en la m¨¢s absoluta opacidad. Pero lo m¨¢s lamentable no son la corrupcion y las trampas que dominan este ¨¢mbito, sino la mitificaci¨®n del triunfo, la absolutizaci¨®n del ¨¦xito, que legitima la violencia como garant¨ªa de victoria, como compensaci¨®n del fracaso. Violencia que contagia a los equipos y a sus seguidores. El siglo XXI necesita otras propuestas de actividades l¨²dicas para su tiempo libre, otros modos de afirmaci¨®n comunitaria para la armon¨ªa de sus sociedades.
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