'La seguridad es, a la vez, una obsesi¨®n y una ficci¨®n'

Fil¨®sofo y cr¨ªtico de arte, el pensamiento de Yves Michaud siempre ha girado sobre dos temas: la est¨¦tica y la teor¨ªa de la violencia.

Pregunta. Usted dice en su ¨²ltimo libro Changements dans la violence. Essai sur la bienveillance et la peur: 'La violencia contempor¨¢nea no puede contemplarse al margen de los sentimientos que la modulan'.

Respuesta. Corresponde a una evoluci¨®n de la filosof¨ªa pol¨ªtica actual que ha incorporado la psicolog¨ªa. No hay s¨®lo mecanismos sociales, no hay s¨®lo mecanismos racionales, los elementos no racionales, afectivos, sentimentales, juegan un papel muy importante.

P. La asunci¨®n de la vida como valor absoluto marca una fractura entre generaciones (o entre culturas) por lo que hace a la relaci¨®n con la violencia.

'Se impone la idea de una vida indefinida, sin riesgos y sin desgracias. Hay una voluntad permanente de alisar cualquier rugosidad que produzca malestar'

'Es dif¨ªcil gastar grandes sumas de dinero en hospitales supersofisticados para prolongar la vida y decirles a los soldados que tienen que arriesgar sus vidas'

'El terrorismo nuclear introducir¨¢ una dimensi¨®n in¨¦dita. Y es un peligro muy real. El poder es a la vez m¨¢s complejo y m¨¢s disperso y vulnerable'

'Si se quiere controlar desde el terrorismo a la criminalidad ordinaria, se ha de avanzar hacia un Estado cosmopolita y hacia tribunales penales internacionales'

R. En los ¨²ltimos 30 a?os hemos asistido a una reestructuraci¨®n completa del paisaje de la pol¨ªtica, no respondemos a los mismos valores. La libertad, en la tradici¨®n liberal, y, despu¨¦s, la igualdad, en la ideolog¨ªa revolucionaria, eran valores que estaban por encima de la vida misma, porque ¨¦sta no merec¨ªa ser vivida si no era en ciertas condiciones. Hoy, es cada vez m¨¢s dif¨ªcil encontrar elogios de la violencia porque los valores de la vida, de la salud, de la felicidad, se han situado en primer plano.

P. ?En qu¨¦ momento sit¨²a usted este cambio?

R. Es posterior a la Segunda Guerra Mundial. Es la consecuencia de la constataci¨®n del fracaso de los proyectos pol¨ªticos radicales. Se ha tomado conciencia de que la idea de una sociedad absolutamente libre, absolutamente igualitaria o absolutamente regenerada era una ilusi¨®n. Lo cual nos ha obligado a aceptar lo que Merleau-Ponty llamar¨ªa sociedades ambiguas, la ambig¨¹edad pol¨ªtica. Pero hay otras razones que han pesado en este cambio: el progreso de la medicina y de las biotecnolog¨ªas. A partir del momento en que la vida es manifiestamente precaria se puede optar por protegerla o pensar que en el fondo no tiene ninguna importancia. Hoy hay un control cada vez m¨¢s minucioso sobre la vida, desde el nacimiento hasta la vejez. De pronto nos encontramos mucho menos ligeros, menos irresponsables en relaci¨®n con la vida. Es dif¨ªcil decir que una vida no vale nada cuando se gastan sumas ingentes de dinero y de tiempo para mantener vivo a alguien. Es dif¨ªcil gastar grandes sumas de dinero en hospitales supersofisticados para prolongar la vida y decirles a los soldados que tienen que arriesgar sus vidas.

P. El 11-S descubrimos el enorme poder de aquellos que disponen de gente dispuesta a morir, que no concede valor a su vida.

R. ?sta es una de las grandes fracturas del momento: la que separa a los que tienen los valores de conservaci¨®n de la vida, de prudencia, de control, de rechazo, de los riesgos in¨²tiles de los que se sienten motivados por valores heroicos, guerreros, de sacrificio. ?sta es la fuerza del desaf¨ªo que nos propone el terrorismo sacrificial.

P. ?Este mismo respeto por la vida hace que el sentimiento de miedo sea superior a la realidad?

R. En el pasado, la figura del soldado desconocido representaba a todos los que hab¨ªan muerto. Hoy, cuando hay un militar muerto en Afganist¨¢n se ve su retrato en la CNN, con su nombre, fecha y lugar de nacimiento... Tenemos un miedo exacerbado a la violencia, porque tenemos una conciencia excepcional de nuestra capacidad para controlar el riesgo. Y, por tanto, todo elemento que reintroduzca el riesgo, el azar, la imprevisibilidad, nos parece escandaloso. En la sociedad occidental, a menudo incluso las calamidades naturales parecen inaceptables. Estamos tan convencidos de tener poder sobre todo que cuando quedamos en evidencia se nos hace insoportable.

P. ?Usted cree que el sue?o o el fantasma de la inmortalidad est¨¢n detr¨¢s de esta omnipotencia?

R. No lo s¨¦. Pero, ciertamente, se impone la idea de una vida indefinida, sin riesgos y sin desgracias, sin lo que Habermas llama la negatividad de la existencia. Por eso la actividad social est¨¢ dominada por el control y el maquillaje de los riesgos y sus consecuencias. Hay un accidente y en el telediario nos cuentan que un ej¨¦rcito de psic¨®logos ha venido a auxiliar a las v¨ªctimas y sus familiares. Hay una voluntad permanente de alisar cualquier rugosidad que produzca malestar.

P. Y, sin embargo, la violencia es estructural al hombre.

R. S¨ª, por dos razones. Una, que la antropolog¨ªa ya ha explicado: el hombre es un predador, omn¨ªvoro y m¨®vil. Se desplaza y puede comer cualquier cosa, por tanto no est¨¢ sometido a un nicho ecol¨®gico. ?sta es la clave de su ¨¦xito en la naturaleza. Pero hay una segunda fuente de la violencia humana: el hombre es un animal social y la vida en sociedad requiere regulaci¨®n. Estas regulaciones imponen una violencia dentro de la violencia, una domesticaci¨®n de los instintos, una violencia contenida caracter¨ªstica de las sociedades contempor¨¢neas.

P. Y, pese a esta contenci¨®n, el siglo XX probablemente ha sido el m¨¢s mort¨ªfero de la historia.

R. S¨ª, pero al mismo tiempo a principios del siglo XX hab¨ªa 1.000 millones de seres humanos y al final 6.000 millones. A pesar de las guerras, de los genocidios y de una capacidad de destrucci¨®n industrial, que nos autorizar¨ªan a ver el siglo XX como una org¨ªa de violencia, se podr¨ªa perfectamente argumentar al rev¨¦s, a partir de las matanzas que no han tenido lugar. Por ejemplo, no ha habido guerra nuclear. En un tiempo en que los medios de destrucci¨®n son industriales, no han sido utilizados tan industrialmente como se hubiera podido. Al lado de los medios de destrucci¨®n debemos tener en cuenta tambi¨¦n los medios de protecci¨®n. La diferencia entre los 1.000 millones y los 6.000 millones de personas es debida a los progresos de la medicina infantil y de la alimentaci¨®n industrial.

P. Lo que ha dado la reputaci¨®n mort¨ªfera al siglo XX ha sido lo que Camus llamaba los cr¨ªmenes l¨®gica.

R. Lo m¨¢s chocante moralmente, pero no t¨¦cnicamente, ha sido la industrializaci¨®n de la violencia. Desde este punto de vista, el momento m¨¢s importante es la I Guerra Mundial. ?Por qu¨¦? Es una guerra entre pa¨ªses desarrollados, en su mayor parte democr¨¢ticos, muy sindicalizados y, en gran parte, socialistas. ?C¨®mo puede ser que estos pa¨ªses se lanzaran a una carnicer¨ªa industrial? ?C¨®mo se explica que, d¨¢ndose las condiciones para que la civilizaci¨®n progresara, bruscamente se produjera tal regresi¨®n? En este sentido, los an¨¢lisis de Freud sobre la guerra y sobre el malestar de la civilizaci¨®n son extraordinarios: hay visiblemente un contencioso de la civilizaci¨®n que aparece en la Gran Guerra. Los fil¨®sofos se han interesado relativamente poco por esta guerra. Probablemente porque hay algo ininteligible en ella. ?Por qu¨¦ en vez de avanzar hacia la internacional proletaria, en 1914, van todos en la direcci¨®n de la uni¨®n nacional y los enfrentamientos entre naciones?

P. El lugar com¨²n de la pol¨ªtica actual es la seguridad. ?Qu¨¦ es la seguridad?

R. El problema de la seguridad internacional es un problema cl¨¢sico, en un mundo con poderes militares muy diferentes y que no est¨¢ polarizado por un solo imperio. Un mundo multipolar, como dir¨ªa Raymond Aron, aunque haya un poder m¨¢s fuerte que los otros.

P. Una multipolaridad un poco decantada del lado americano.

R. No tanto. La hiperpotencia americana es hiperpotente hasta el momento en que deja de serlo. Los americanos en buena parte han comprado los medios de su superpotencia a China y a Rusia. El precio lo pagar¨¢n Taiwan y Chechenia. Es una hiperpotencia fuerte pero relativa. Hay una verdadera inseguridad internacional, porque el armamento nuclear est¨¢ muy diseminado y convierte a determinados conflictos regionales en muy peligrosos.

P. La novedad es que todo se ha hecho m¨¢s imprevisible.

R. Efectivamente, un conflicto regional nuclear puede afectar al mundo entero. En realidad, es la inseguridad internacional del pasado con instrumentos contempor¨¢neos que la hacen mucho m¨¢s peligrosa. Pero las soluciones que aparecen son las de siempre: las pol¨ªticas de alianzas. Otra cuesti¨®n distinta es la seguridad interior. Es una obsesi¨®n de pa¨ªses t¨¦cnicamente desarrollados y muy secularizados. La seguridad provoca mayor malestar cuando la sociedad que la sufre est¨¢ m¨¢s protegida. D¨ªas atr¨¢s recib¨ª publicidad de unos huevos que eran identificados y numerados para seguir su camino desde el origen hasta el cliente. En este ambiente, un huevo podrido se convierte en una cat¨¢strofe planetaria.

P. Algo de eso ocurri¨® con las vacas locas.

R. Efectivamente, la desproporci¨®n entre el impacto medi¨¢tico y la gravedad del hecho fue descomunal. En las sociedades hiperprotegidas e hipertecnificadas, la seguridad se convierte a la vez en una obsesi¨®n y una ficci¨®n.

P. ?Qu¨¦ se puede hacer para que este sentimiento de inseguridad no arruine la democracia?

R. El problema es la inseguridad vivida sobre un fondo de ignorancia, como si la sociedad secularizada nos convirtiera en seres invulnerables. La teor¨ªa contractualista cl¨¢sica es de ciudadanos ilustrados que act¨²an con criterios de racionalidad en funci¨®n de los cuales deciden que es preferible entrar en el contrato social. Lo que ocurre es que no todos los ciudadanos tienen la misma racionalidad ni los mismos medios. De ah¨ª la distinci¨®n entre ciudadanos activos y pasivos. El primero puede votar porque se mueve por criterios racionales, el pasivo es vulnerable a la demagogia. Hoy vivimos en sociedades hiperdemocr¨¢ticas, con un n¨²mero de ciudadanos vulnerables a la demagogia muy considerable.

P. ?Es la mayor¨ªa silenciosa?

R. No. Es la mayor¨ªa, simplemente. El problema no es Le Pen, sino sus electores. Y no se les puede excluir del sufragio universal. ?C¨®mo se combate esta vulnerabilidad? En el norte de Francia, donde el paro y el alcoholismo se transmite de padres a hijos, es donde Le Pen saca mejores resultados.

P. Es la destrucci¨®n silenciosa del tejido social.

R. ?ste es el diagn¨®stico de los efectos de la inseguridad, especialmente entre la gente pobre y vulnerable. Personalmente, defiendo una pol¨ªtica de reestablecimiento de la regla y de la no impunidad, relativamente represiva, porque considero que la inseguridad, cuando se ejerce sobre individuos vulnerables, los convierte en m¨¢s vulnerables y crea el terreno adecuado para los extremismos pol¨ªticos. El problema de las democracias contempor¨¢neas es qu¨¦ hacer para que los individuos vulnerables, ignorantes, d¨¦biles, no sean dominables por los partidos extremistas. Hay varias estrategias. Una es la educaci¨®n. Pero hay otros medios, incluso de car¨¢cter constitucional. La elecci¨®n del presidente de la Rep¨²blica por sufragio universal es un error. Las constituciones no pueden ser un simple ejercicio de laboratorio jur¨ªdico. Una constituci¨®n debe adaptarse a la constituci¨®n f¨ªsica, psicol¨®gica y geogr¨¢fica del pa¨ªs.

P. La Constituci¨®n francesa estaba adaptada a las caracter¨ªsticas f¨ªsicas y psicol¨®gicas de De Gaulle.

R. Exactamente. Y de una Francia que hab¨ªa hecho la resistencia, que era patri¨®tica, educada y reverente. Hoy, el cuerpo electoral ha envejecido. La Constituci¨®n establece una edad para ser ciudadano, pero no establece una edad para dejar de serlo. Considero que muchos ciudadanos a partir de cierta edad no tienen la competencia para ser ciudadanos. Los viejos votan por la polic¨ªa y por los hospitales. No votan nunca por las escuelas. ?C¨®mo se puede resolver constitucionalmente? Yo soy partidario de reducir la edad electoral, por ejemplo, a los 14 a?os. Los j¨®venes son vulnerables a la demagogia, dicen. No m¨¢s que los viejos.

P. Usted ha escrito: 'Es la regularidad lo que garantiza la regla'.

R. La democracia es un lugar de conflictos, pero es necesario que se resuelvan a partir de reglas. Los hombres necesitan reglas para todo, incluso para matarse, dec¨ªa Hume. Las peores violencias son aqu¨¦llas en las que no hay reglas: la matanza ¨¦tnica, por ejemplo. Debemos restablecer un m¨ªnimo de regularidad que permita la sociabilidad. Que no es lo mismo que restablecer el orden, que es una regularidad de reglas muy restrictivas.

P. Lo que usted dice es el reconocimiento del fracaso del ideal ilustrado...

R. Yo mantengo el ideal de las luces, pero articulado con la realidad psicol¨®gica del hombre contempor¨¢neo. Estas sociedades superprotectoras son muy utilitaristas. Hay que aceptar que hay hombres ego¨ªstas y temerosos.

P. ?Al precio de una fragmentaci¨®n social y una despolitizaci¨®n generalizada?

R. Es un poco inevitable en el mundo contempor¨¢neo. No hay la presi¨®n de los valores, ni de lo religioso. Tomemos el ejemplo de la estabilidad de las parejas. Durante mucho tiempo fue impuesta por la religi¨®n, por el conformismo social y por la ley. En sociedades de utilidad todo esto desaparece. Y aparece la contractualizaci¨®n de la relaciones conyugales. Me caso y si conviene antes escribo el contrato de divorcio, como Catherine Zeta-Jones y Michael Douglas, el ejemplo contempor¨¢neo tipo. A partir de este momento la c¨¦lula familiar est¨¢ en peligro mientras aparecen nuevas f¨®rmulas. En este sentido, la destrucci¨®n del tejido social es, en parte, inevitable y hay que tenerla en cuenta. Incluso la despolitizaci¨®n, en algunas circunstancias, se podr¨ªa considerar positiva. Honestamente, si los electores que votaron a Le Pen se hubiesen abstenido, a m¨ª me hubiese parecido mucho mejor. Es necesario que los pol¨ªticos reinventen nuevas formas de tejido social porque el viejo no se va a reconstruir.

P. El terrorismo ?es una anomal¨ªa o es una violencia caracter¨ªstica de nuestro tiempo?

R. Es un medio normal de acci¨®n en las sociedades modernas. ?sta es la constataci¨®n hist¨®rica. El terrorismo puede tener efectos considerables por su poder de destrucci¨®n y de precisi¨®n. Un ejemplo es el asesinato de Carrero Blanco. Desde el siglo XIX, con la dinamita, la bomba y el rev¨®lver, se dan las condiciones para el terrorismo. Con las nuevas potencialidades, nos queda mucho por ver. El terrorismo nuclear introducir¨¢ una dimensi¨®n in¨¦dita. Y es un peligro muy real. El poder es a la vez m¨¢s complejo y m¨¢s disperso y vulnerable. Aunque es verdad que nunca est¨¢ claro lo que es decisivo. En el 78, con el asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas, parec¨ªa que la democracia italiana se hundir¨ªa. No pas¨® nada porque el sistema no reposaba sobre Moro. El terrorismo es el instrumento ideal para el periodo de mundializaci¨®n. Es ideal para los que no tienen territorio, es ideal para desplazar el terreno de las operaciones. Es el arma de quienes no tienen Estado. Por honestidad intelectual hay que decir que no todos los terrorismos son iguales. Hay terrorismos end¨¦micos, como el vasco o el irland¨¦s, dif¨ªciles de erradicar y estabilizados, aunque relativamente poco peligrosos en cuanto al n¨²mero de v¨ªctimas, aunque pesan enormemente sobre la vida social de los respectivos pa¨ªses. Hay terrorismos de Estado, hay terrorismos muy tecnol¨®gicos, no se tiene que mezclar todo.

P. Y los medios de comunicaci¨®n, ?qu¨¦ papel juegan en la cuesti¨®n de la violencia?

R. Muy importante. Primero: la hacen omnipresente, porque en el fondo viven de ella. Uno dir¨ªa que difundir la violencia y la pornograf¨ªa es la funci¨®n principal de la televisi¨®n. En la campa?a electoral francesa ha habido una manipulaci¨®n espectacular: durante meses las cadenas han difundido im¨¢genes de violencia creando un clima de inseguridad ciudadana enorme. Tras la primera vuelta de las presidenciales, estas im¨¢genes han desaparecido. Segundo: los medios difunden la violencia bajo una forma estetizada. Asustan, pero lo hacen mostrando la violencia de un modo cosm¨¦tico. Los medias no difunden la verdadera violencia, porque no es mostrable. El mejor ejemplo es el 11-S: los americanos no ense?aron a la gente que se estrellaba contra el asfalto. Yo en ¨¦sto estoy totalmente en contra de los que hablan de censura. Estamos condenados a esta censura, para evitar las reacciones salvajes de los ciudadanos.

P. Pero la consecuencia es que lo que queda del 11-S es una imagen est¨¦tica.

R. S¨ª, aunque le haya costado muy caro, pienso que Stockhausen tuvo raz¨®n al decir que ning¨²n artista ha llegado a eso, que hab¨ªa trabajado toda la vida y nunca hab¨ªa alcanzado este nivel creativo...

P. Para alguien que no supiera lo que ha ocurrido, el icono del 11-S es una imagen bella.

R. Estamos atrapados en una paradoja. Si s¨®lo mostramos la imagen de las torres y los aviones, es una versi¨®n estetizada; si mostramos la verdad, es un comportamiento irresponsable.

P. Al final de su libro usted nos propone dos escenarios de futuro: el Eden Club de la novela de Ballard o el Estado cosmopolita.

R. Si se quiere controlar determinadas actividades delictivas, desde el terrorismo a la criminalidad ordinaria, forzosamente se ha de avanzar hacia un Estado cosmopolita y hacia los tribunales penales internacionales. La otra evoluci¨®n posible es el complejo de fortaleza: la obsesiva protecci¨®n de s¨ª mismo, encerr¨¢ndose en el castillo, ya sea la casa o el Estado nacional. Yo prefiero el Estado cosmopolita, aun siendo un poco represivo, antes que la privatizaci¨®n o la nacionalizaci¨®n de la seguridad.