El arco
Un art¨ªculo literario se empieza a escribir abriendo el estuche donde duerme el arco, encajado en su molde de terciopelo. La madera de ese arco suele estar labrada con perfiles de dioses guerreros o aderezada con relieves de animales simb¨®licos, pero tambi¨¦n puede ser lisa, sin adorno alguno, seg¨²n sea sencillo o barroco el estilo del arquero. Un art¨ªculo literario es un ejercicio de punter¨ªa muy ps¨ªquico. Hay que sentirse arm¨®nico por dentro para transmitir armon¨ªa a la flecha. El arco se tensa tirando duramente las crines de caballo virgen contra el pecho, con la respiraci¨®n contenida. Cuando el arquero consigue que una l¨ªnea ideal enlace su mente pura con la punta de la flecha y ambas se confundan con la certeza absoluta de dar en el blanco, dispara. Antes de una competici¨®n, algunos arqueros japoneses, que son maestros en este arte, se recluyen varios d¨ªas en un monasterio budista para concentrarse: s¨®lo as¨ª su flecha lograr¨¢ primero atravesar el cero que habita en mitad del diafragma. No digo que para escribir un buen art¨ªculo haya que internarse previamente en un convento, sino que su tensi¨®n es la misma del arco y aunque el destino de la flecha siempre sea incierto, dondequiera que vaya deber¨¢ dar en la diana con toda limpieza. Basta con un dardo para escribir un art¨ªculo literario, porque en este ejercicio s¨®lo se permite disparar una vez. Muchos periodistas de combate ejercen todos los d¨ªas el tiro de pich¨®n para denunciar vicios p¨²blicos y abatir a pol¨ªticos y a otros enemigos personales. El art¨ªculo literario est¨¢ llamado a matar de una forma m¨¢s fina. Al arco se le acaricia como a la cadera de la amada, luego se decide si la flecha deber¨¢ llevar en la punta la dulzura del veneno preciso, despu¨¦s se coloca la manzana de Guillermo Tell a una distancia medida y al empezar a escribir el dardo se pone a volar. Si con un gran impulso se pierde detr¨¢s de las nubes, puede que al caer de nuevo sobre la mesa de trabajo el dardo traiga capturado a Dios, a un ¨¢ngel o a un p¨¢jaro. Si su vuelo ha sido rasante puede que haya rozado la cabeza de un ministro dej¨¢ndola rid¨ªculamente despeinada. En todo caso un art¨ªculo literario deber¨¢ regresar siempre con una pieza cobrada, un coraz¨®n enamorado, unos pimientos asados, la peque?a historia de un crimen nefando, el polvo de un desv¨¢n, un aroma de algas y sal marina, un deseo de belleza, el licor profundo de un verso, el sudor de un asesino. Pero a veces el dardo tambi¨¦n puede volver desnudo. Como en este caso.
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