Ronaldo, rey del mundo
Brasil gana su quinta Copa del Mundo ante una estupenda Alemania con dos goles del renacido delantero
El f¨²tbol se permiti¨® un doble acto de justicia, el primero de orden colectivo, pues Brasil gan¨® la Copa del Mundo y nadie se atreve a cuestionar sus m¨¦ritos. El segundo ata?e a Ronaldo, que s¨®lo ha necesitado siete partidos para regresar a la cima. H¨¦roe de un torneo que precisaba urgentemente de un mes¨ªas, Ronaldo protagoniz¨® la final con los dos goles que le dieron la victoria frente a Alemania, cuya honorable actuaci¨®n sirvi¨® para dar empaque a un encuentro muy superior al que se esperaba. Fue una estupenda final, la m¨¢s vibrante de los ¨²ltimos tiempos, y todo porque los dos equipos estuvieron en su ley. Alemania no s¨®lo tuvo la firmeza que acostumbra, sino que despleg¨® un f¨²tbol interesante, en muchos aspectos alejado de la naturaleza habitual de un equipo que hab¨ªa llegado a la final con un juego deprimente. Encabezada por un glorioso Schneider, puso las m¨¢ximas dificultades a Brasil, y hasta se lleg¨® a pensar en un resultado inesperado. Pero el ojo cl¨ªnico de Ronaldo determin¨® el duelo y concedi¨® a su pa¨ªs el quinto t¨ªtulo de campe¨®n. Hay cosas que no cambian en el f¨²tbol. Cualquiera que sea el momento del equipo, y ¨¦ste no parec¨ªa el mejor antes de comenzar, Brasil es favorito por decreto. Lo dice la historia y se explica con su maravillosa estirpe de jugadores. Ahora resulta imposible no pensar en un Brasil campe¨®n, con Caf¨² y Roberto Carlos, con Lucio y Edmilson, con Rivaldo y Ronaldinho, con el impagable Ronaldo. Ninguna selecci¨®n puede reunir a tantos jugadores determinantes. Sin embargo, llegaron al Mundial bajo sospecha, entre dudas que se han encargado de disipar de manera sumaria. En un torneo de p¨¦sima calidad, lo mejor fue la final. Y la final la gan¨® el equipo con mejores futbolistas. Es una premisa que no se debe olvidar nunca y que Brasil ha dejado meridianamente clara.
Por encima del excelente partido qued¨® el significado de Ronaldo. Cuando est¨¢ en disposici¨®n de jugar, no hay nadie capaz de disputarle la corona. Su aparatoso regreso se ha producido en circunstancias desconocidas en el f¨²tbol. A este nivel, nadie ha atravesado felizmente una situaci¨®n dram¨¢tica como la de Ronaldo. En ninguna Copa del Mundo ha triunfado un jugador con tres a?os en blanco, con los ligamentos y los tendones destrozados, con un historial m¨¦dico que no s¨®lo parec¨ªa incapacitarle para la gran competici¨®n, sino para lo b¨¢sico del f¨²tbol. ?nicamente la asombrosa naturaleza de Ronaldo puede explicar este milagro. Visto en perspectiva, exist¨ªan todas las razones para situarle a la altura de los genios, de gente como Maradona, Cruyff, Pele o Di St¨¦fano. Si despu¨¦s de tres a?os vuelve en estas condiciones, es f¨¢cil imaginar lo que era antes, su grado superlativo como delantero.
A Ronaldo le ha honrado el f¨²tbol con la posibilidad de retomar aquello que dej¨® pendiente hace cuatro a?os. Su penoso drama comenz¨® precisamente en la final de otra Copa del Mundo, en Par¨ªs, en circunstancias nunca explicadas suficientemente. Durante este tiempo se tuvo la sensaci¨®n de que est¨¢bamos ante un caso de extrema fatalidad. Ronaldo perdi¨® el Mundial y las rodillas. Iba a pasar por el f¨²tbol como un fulgurante cometa sin suerte. Pero aqu¨ª est¨¢ de nuevo, con el mismo don que le hace singular: la capacidad para hacer toda clase de goles, los f¨¢ciles y los imposibles. De los f¨¢ciles quedar¨¢ el recuerdo del primer tanto que marc¨® en la final. O no, porque esa jugada tuvo miga. Fue un bal¨®n que perdi¨® y recuper¨® Ronaldo ante el sorprendido Hamann, que se qued¨® sin pelota como otros se quedan sin abuela. Luego, Ronaldo se la pas¨® a Rivaldo, que hizo su cl¨¢sica maniobra de amagar y armarse para el remate. Ah¨ª, en ese preciso momento, Ronaldo demostr¨® todo su instinto. Antes de que se produjera el tiro, antes de que Kahn fallara al tratar de embolsar el bal¨®n, antes de que los defensas reaccionaran, sali¨® como un avi¨®n a cazar el posible rechace. Y lo hubo. Y s¨®lo estaba ¨¦l para aprovecharlo. ?Un gol f¨¢cil? Hab¨ªa que verlo mucho antes. S¨®lo lo vio Ronaldo.
Antes de ese gol, el encuentro fue muy diferente al previsto. Sin Ballack y con su pesada trayectoria durante el Mundial, Alemania no estaba llamada a cobrar ning¨²n protagonismo. Sin embargo, jug¨® bien, y hasta muy bien en algunas fases del encuentro. Una idea prevaleci¨® en su estilo: la m¨¢xima posesi¨®n del bal¨®n, herej¨ªa impensable en un equipo que se hab¨ªa distinguido por sus r¨¢pidos pelotazos. Alemania mantuvo el bal¨®n hasta l¨ªmites insospechados, aunque a veces diera la impresi¨®n de un control ficticio del juego. Durante el primer tiempo, los alemanes tuvieron el bal¨®n y los brasile?os las oportunidades, dos de Ronaldo y dos de Kleberson, ¨¢gil centrocampista que gener¨® graves problemas en los rivales. Pero la maniobra alemana ten¨ªa sentido por varias razones. La primera de ellas por la sensaci¨®n de estupor que se produjo en Brasil, que esperaba atacar y se sinti¨® atacado. La segunda, porque era la mejor manera de defenderse ante jugadores como Rivaldo, Ronaldinho y Ronaldo. La tercera, porque se provoc¨® una situaci¨®n novedosa: los famosos laterales brasile?os, que siempre funcionan como ventiladores del equipo, estuvieron ocupados en trabajos defensivos durante todo el encuentro.
Las ocasiones brasile?as estuvieron relacionadas con el ingenio de sus jugadores, no con un acto colectivo de f¨²tbol. Alemania lo trabajaba todo mucho m¨¢s, con toda la gente metida en sus obligaciones y con un colosal Schneider, centrocampista que vale para lo fino y para lo mundano. Su despliegue provoc¨® dificultades de toda clase entre los brasile?os. A su estela se coloc¨® todo el equipo, que tuvo un par de excelentes oportunidades en el comienzo de la segunda parte, especialmente en el tiro libre de Neuville que el portero brasile?o rechaz¨® de mala manera hacia el palo. Al partido, que fue cobrando categor¨ªa en cada jugada, s¨®lo le quedaba la apoteosis final. Para esa cuesti¨®n, ni Schneider, ni Rivaldo, ni Ronaldinho. Fue la hora de Ronaldo. Aprovech¨® el rechace de Kahn en el primer tanto. El segundo fue m¨¢s complejo: Kleberson entreg¨® la pelota a Rivaldo, que la dej¨® pasar con astucia para Ronaldo, r¨¢pido para buscarse el mejor perfil y el mejor remate, uno raso y combado que entr¨® junto al poste. En ese instante se supo que Brasil hab¨ªa ganado la Copa del Mundo y que Ronaldo hab¨ªa recuperado el trono del f¨²tbol.
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