Comuna ecol¨®gica
Creada una aldea basada en los cultivos naturales, el apoyo mutuo y la democracia directa
Las chicharras recuerdan que el calor es abrasador, aunque debajo del parral se est¨¢ a gusto, compartiendo un t¨¦ de menta reci¨¦n cogida del campo. Los Arenalejos est¨¢ en Tolox (M¨¢laga), en un valle cercado por la Serran¨ªa de las Nieves y surcado por el R¨ªo Grande.
Es una de las pocas ecoaldeas de Andaluc¨ªa, un proyecto a caballo entre la ecolog¨ªa, la democracia directa y la comuna. 'Tenemos la mente en las estrellas y los pies en la tierra. Hay much¨ªsimas diferencias con la comuna hippy porque nosotros tenemos una perspectiva social y pol¨ªtica. Los hippies quer¨ªan ponerse al margen, pasaban. Nosotros no. Nosotros no nos perdemos ni huimos con las drogas. Es una forma de desobediencia civil, pero proponiendo una alternativa ', se apresura a aclarar Floreal Macarro, uno de sus fundadores.
El proyecto comenz¨® en 1987 con la compra de un cortijo en ruinas. Los fundadores de la eco-aldea lo restauraron y sembraron frutales en las 18 hect¨¢reas de la finca. Durante este tiempo el proyecto tuvo sus vaivenes y es ahora cuando parece haber arrancado.
Veintid¨®s personas conviven en Los Arenalejos. Cosechan su propio huerto, hacen su pan y fabrican cer¨¢mica. El autoabastecimiento, el trueque y la venta de los excedentes son la base de su econom¨ªa. Sus productos son ecol¨®gicos. Un molino de viento y unas placas solares proporcionan casi toda la energ¨ªa que consumen. Tienen ordenador e Internet. 'No estamos contra el progreso, sino contra c¨®mo se utiliza', aclara Carmen Brunner, una catalana que acaba de mudarse a la ecoaldea. Los Arenalejos es una Babel. Formada por ingleses, alemanes, franceses, holandeses y espa?oles, ni?os y adultos saltan de un idioma a otro con desparpajo.
Mientras Floreal e Inny Salledas ense?an en el huerto, un hombre de larga barba y coleta, con el rostro curtido por el sol, acarrea materiales para una obra. Es Bruno Chaumier y est¨¢ construyendo una casa que formar¨¢ parte de la ecoaldea. M¨¢s all¨¢, los hijos de Inny, de 17 y 25 a?os, levantan otra. El sol raja la tierra, pero ellos se empapan para resistir el calor y siguen llenando cimientos.
Algunas familias viven a¨²n en tiendas o en caravanas. Como la de Inny, que ha establecido su hogar debajo de unos nogales. 'Para octubre, cuando llegue el fr¨ªo, tiene que estar la casa', explica. El entusiasmo por construir se debe a que quieren dejar libre el cortijo -donde ahora viven dos familias- para poner en marcha un Instituto de Econom¨ªa Social. El objetivo es convertirlo en un lugar para conferencias, cursos y quiz¨¢s agroturismo.
Una ecoaldea, aclaran, no es para retirarse del estr¨¦s de la ciudad y vivir entre flores, ¨¢rboles y pajaritos. Para que no haya equ¨ªvocos Carmen precisa: 'No es solo un estilo de vida, sino una propuesta social y pol¨ªtica. Queremos ser motor de transformaci¨®n de la sociedad, realizar un ideal y ser una inspiraci¨®n para otros'.
Un proyecto abierto
Los Arenalejos no es un proyecto cerrado. La ecoaldea pretende constituirse como sociedad civil y establecer participaciones de 50 euros cada una para que quien se quiera sumar a la iniciativa pueda hacerlo, aunque no viva all¨ª. Una forma tambi¨¦n de socializaci¨®n y de que el proyecto no caiga en el sectarismo. Eso s¨ª, nadie podr¨¢ adquirir m¨¢s de 30 participaciones. 'No se trata de que nos ayuden econ¨®micamente, sino de que participen en el proyecto', matiza Floreal Macarro. Mediante esta f¨®rmula, adem¨¢s, el colectivo pretende conseguir otro de sus objetivos: incidir en la sociedad, ya que la idea no es crear una comuna endog¨¢mica, sino un modelo pr¨¢ctico de ecolog¨ªa social que influya en su entorno. Cada frase est¨¢ cargada de ideolog¨ªa: 'Somos antisecta, no nos cerramos, ser¨ªa la muerte. El pensamiento ¨²nico s¨ª que es sectario y no porque sea mayoritario es bueno'. La ecoaldea, agrupada en torno a la Asociaci¨®n Los Arenalejos para la Investigaci¨®n y el Desarrollo de la Ecolog¨ªa Social (Alaides), est¨¢ federada en Ecologistas en Acci¨®n. Sus cultivos ecol¨®gicos se dedican al consumo propio. Cuando una fruta o una hortaliza se cosecha en abundancia, cada familia coge lo que necesita y el resto se destina al trueque, la venta e incluso a la exportaci¨®n. Algunos de sus aguacates han llegado a Francia, por ejemplo. Si otros productos son m¨¢s escasos, se distribuyen de forma equitativa. Casi todos son unos manitas. Tan pronto acometen una casa, trabajan la madera o fabrican cer¨¢mica como hacen una peque?a piscina para los ni?os. Y lo que pueden hacer por s¨ª mismos, lo consiguen con el trueque. As¨ª, los planos de las casas los han pagado con aguacates y clases de cer¨¢mica. Junto a La semilla, de Tarifa (C¨¢diz), es una de las pocas ecoaldeas de Andaluc¨ªa. Desde su ¨®ptica, la vida que lleva el com¨²n de los mortales es una alienaci¨®n: 'Es un c¨ªrculo vicioso de trabajo y consumo y as¨ª nos cargamos el planeta'. Tienen coche, nevera, tel¨¦fono, m¨®vil y p¨¢gina web (es.geocities.com/ arenalejos). Pero su vida discurre sin las bullas urbanas. Por la aldea, el Mundial pas¨® sin pena ni gloria porque dicen que les gusta el juego, no la competitividad.
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