Hijos de 'p¨ª¨ª¨ª'
Hay d¨ªas en que, sin incurrir en injusticia alguna, me dan ganas de llenar este espacio de insultos. Pero ¨¦se es un pecado de palabra que me tiene prohibido el Libro de estilo, por lo que me dispongo a pecar de pensamiento y de omisi¨®n, y a hacer uso de ese pr¨¢ctico recurso audiovisual consistente en sustituir en las grabaciones las palabras malsonantes por un ilustrativo pitido (as¨ª que, donde escriba p¨ª¨ª¨ª, que cada cual ponga el insulto que le parezca m¨¢s apropiado). Me limitar¨¦ tambi¨¦n a remitirme a las apreciaciones de Eva, desempleada de 22 a?os que acudi¨® a una entrevista para el puesto de cajera que ofrec¨ªa la selecta cadena de supermecados S¨¢nchez Romero: 'Me entrevist¨® una chica bastante pija que me pareci¨® un poco rara'. Entre otras 250, su solicitud de empleo fue encontrada en la basura con la siguiente observaci¨®n: 'Est¨¢ como una regadera. Padre alcoh¨®lico, vivi¨® en una residencia de la Comunidad. Custodia de su hija por la Comunidad. Ha tenido en su vida menos suerte que Pascual Duarte'.
Deb¨ªa de sentirse muy ilustrada, la pija entrevistadora de los p¨ª¨ª¨ª, aunque le recuerdo que no hace falta llegar muy lejos en la formaci¨®n literaria para alcanzar semejante s¨ªmil, pues al pobre Pascual se le estudia en la ESO. Y si se ense?ara literatura como se debe, la ESO no se superar¨ªa de no haber comprendido su lectura, y esa pija de p¨ª¨ª¨ª, que sabe qui¨¦n es Pascual Duarte pero no tiene ni p¨ª¨ª¨ª idea de qu¨¦ significa, no habr¨ªa podido hacer su m¨¢ster en marketing, o lo que p¨ª¨ª¨ª haya estudiado hasta especializarse en ser una mala persona, por no decir una p¨ª¨ª¨ª.
La pobre Eva, sin embargo, que no ha frecuentado los colegios de pago porque su padre era alcoh¨®lico y tuvo que vivir en una residencia de la Comunidad, ha asimilado muy bien las ense?anzas recibidas y est¨¢ m¨¢s que capacitada para detectar a una pija (a una pija de p¨ª¨ª¨ª). Donde se le nota a la pobre Eva que le falta algo de formaci¨®n es en el calificativo de 'rara': de rara nada, Eva, hija, los pijos son as¨ª de p¨ª¨ª¨ª. Unos fachas de p¨ª¨ª¨ª. La cadena S¨¢nchez Romero est¨¢ formada por varios supermercados de pijos y para pijos; se comprueba mientras uno arrastra por sus pasillos, al son de un est¨²pido hilo musical, carritos que no chirr¨ªan, pero, sobre todo, al llegar a la caja y pagar el precio de sus selectos productos de p¨ª¨ª¨ª, precio que los p¨ª¨ª¨ª de S¨¢nchez Romero se encargan de que no d¨¦ ning¨²n trabajador 'de Parla, gordito, con cara de cochinillo, con granos, con los dientes delanteros muy grandes, gitana, fea, separada con 26 a?os, cubana y con bigote'. Sus p¨ª¨ª¨ª seleccionadores de personal deben de estar muy bien adiestrados en la xenofobia, en el desprecio clasista, en la est¨¦tica nazi, y deben de tener muy asumido que el sobreprecio que se paga en S¨¢nchez Romero est¨¢ destinado precisamente a que los clientes no tengan que ver, ni siquiera a su servicio, a un 'extranjero, morenete' que parezca 'Pancho Villa, pero hambriento'. Por lo visto, estos p¨ª¨ª¨ª ilustrados tambi¨¦n estudiaron en la ESO, sin asimilar, historia de las revoluciones. En realidad, la bolsa de solicitudes de empleo rechazadas por los p¨ª¨ª¨ª de S¨¢nchez Romero, que la aviesa periodista Nieves Goicoechea encontr¨® en una basura (?bravo por ese basureo!), no es m¨¢s que un documento vergonzante de lo que pasa por la cabeza de los fachas que suelen habitar los selectos barrios en los que negocian estos supermercados. Si necesit¨¢bamos una muestra de las razones ideol¨®gicas profundas que animan la Ley de Extranjer¨ªa, la Ley de Calidad o el decretazo, aqu¨ª tenemos toda una botonadura de ancla dorada. Da asco. Pero da, tambi¨¦n, una gran satisfacci¨®n, porque, aunque la responsabilidad ¨²ltima de esta asquerosidad recaiga en ese par de seleccionadores de p¨ª¨ª¨ª, lo que vemos detr¨¢s de esos tristes cuestionarios son ellos: la escoria bien de nuestra sociedad, los fachas, los ricos prepotentes, los desalmados, los hijos de p¨ª¨ª¨ª. As¨ª son ellos, y cada vez les est¨¢ costando m¨¢s disimular.
Anteayer muri¨®, currando, uno de los obreros que veo desde hace meses en el edificio en construcci¨®n frente a mi casa. Cay¨® al vac¨ªo cinco minutos antes de acabar la jornada. Despu¨¦s de un grito, se extendi¨® por mi calle ruidosa un silencio que no se conoce en las urbanizaciones S¨¢nchez Romero. Me dijeron que hab¨ªa sido uno de los electricistas, 'el calvo bajito'. Un currante. Va por ¨¦l, hijos de p¨ª¨ª¨ª.
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