Basta de locura
Hay mucha gente que sufre en este pa¨ªs. Se ha comparado su situaci¨®n a la de los jud¨ªos en la Alemania nazi, una comparaci¨®n ciertamente exagerada, pero que sirve para expresar gr¨¢fica y an¨ªmicamente la persecuci¨®n pol¨ªtica de que algunos son objeto, y para denunciarla. Por sus ideas, por su comportamiento social at¨ªpico o por pertenecer a determinados cuerpos de funcionarios del Estado, miles de ciudadanos vascos viven en la inseguridad y la zozobra. Los amenaza una banda criminal, erigida en ej¨¦rcito de un Estado paralelo en la sombra cuyas ramificaciones y organizaciones alcanzan a los m¨¢s diversos estratos y ¨¢mbitos sociales y que trata de influir, a trav¨¦s de la acci¨®n institucional, en el normal funcionamiento del Estado legalmente constituido, v¨¦ase ayuntamientos -n¨²cleos b¨¢sicos y laboratorios de sus pr¨¢cticas de poder y persecuci¨®n -, diputaciones y Gobierno de la comunidad aut¨®noma. Afortunadamente, ese Estado en la sombra no es a¨²n m¨¢s que un proyecto criminal que se encuentra con la resistencia del Estado legalmente constituido. Es este amparo del Estado el que salva a muchos vascos de una comparaci¨®n estricta con los jud¨ªos alemanes.
Entre los perseguidos, los hay quienes viven escoltados y quienes no. Los primeros han sufrido ya la amenaza, bien directamente o por pertenencia a un colectivo que ha sido se?alado en su totalidad. Pero hay tambi¨¦n amenazados que no llevan escolta, ya sea porque no la desean o por la imposibilidad de cubrir su demanda. Finalmente, hay un sector amplio de ciudadanos, a los que llamaremos amenazados en potencia, que sin haber sido se?alados personalmente viven con la angustia de poder serlo por pertenecer a amplios colectivos que s¨ª lo han sido -profesores, periodistas, empresarios, etc.- y por manifestar ideas claramente no nacionalistas. La situaci¨®n del colectivo es, por lo tanto, muy variopinta y desigual, y a esta diversidad, dir¨ªamos de situaci¨®n, hay que a?adirle la derivada del lugar de residencia, puesto que no se vive de la misma forma la amenaza en una ciudad que en un pueblo de tama?o medio.
Vista la plural casu¨ªstica del mundo amenazado, resulta dif¨ªcil atribuirle una cohesi¨®n y es problem¨¢tico hablar de una unidad del mismo. No se trata de un grupo ¨¦tnico, como ocurr¨ªa con los jud¨ªos, y s¨®lo de manera aproximada podr¨ªamos hablar de ¨¦l como un grupo pol¨ªtico o ideol¨®gico. Al tratarse, en todo caso, de un grupo de esta naturaleza, los l¨ªmites de pertenencia se vuelven permeables y propician el trasvase o el ocultamiento, lo que incrementa la situaci¨®n de soledad del amenazado. Pues es la soledad la que caracteriza al amenazado vasco.Y en esa soledad tambi¨¦n hay grados. El concejal escoltado de un pueblo mediano o peque?o, residente y enraizado en la localidad, y que ve perder sus amigos, vive una situaci¨®n familiar tensa y percibe su vida cotidiana rota, ha de hacer esfuerzos para ahuyentar una soledad casi absoluta, por mucho que tenga el apoyo de su partido. Es un ejemplo entre muchos. Y este tipo de amenazados se puede sentir herido ante determinadas operaciones glamurosas o ante la evidencia de que a algunos amenazados les acompa?a un ¨¦xito que a ¨¦l le falla. Su conciencia de paria le puede llevar al desestimiento.
Se invoca mucho ¨²ltimamente a la ciudadan¨ªa para que apoye a los amenazados, un empe?o loable y adem¨¢s necesario. Pero el Estado no puede delegar en los ciudadanos sus obligaciones, y mucho menos aprovecharse de su esfuerzo y hero¨ªsmo para sus intereses. Se me objetar¨¢ que ya cumple sus tareas de seguridad deteniendo comandos y ofreciendo escoltas a los perseguidos, pero dada la dimensi¨®n de la amenaza los escoltas nunca podr¨¢n cubrir las necesidades. Si es esa la ¨²nica labor que puede desempe?ar el Estado -desde el Gobierno central a los ayuntamientos, pasando por el Gobierno vasco-, los m¨¢rgenes de abandono siempre ser¨¢n dram¨¢ticamente amplios. Frente al principal y grav¨ªsimo problema que tiene este pa¨ªs, al Estado le caben otras opciones si se quiere evitar esta inhumana situaci¨®n de desamparo y la sensaci¨®n de mercadeo que pueden experimentar muchos amenazados. Cuando dos gobiernos, de los que depende la seguridad de los ciudadanos, chocan, s¨®lo puede seguirse la zozobra en un panorama de terror, y quedan, por lo menos, dos opciones: una, suprimir el gobierno d¨ªscolo -una soluci¨®n indeseada-; la otra, que ambos gobiernos se acuerden. Puede que esta segunda soluci¨®n sea dif¨ªcil, quiz¨¢ imposible, pero, ?la han intentado ustedes?
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