La honestidad del nacionalismo vasco
Los vascos carecen de libertades. Cualquier an¨¢lisis que se haga sobre el Pa¨ªs Vasco debe partir de un dato radical: Euskadi vive en un estado de excepci¨®n democr¨¢tico continuado. No se trata de hacer un juego de palabras que prepare el camino desde un estado de excepci¨®n de facto a otro de iure, sino de comprender simplemente que la sociedad vasca vive en una situaci¨®n muy alejada de la normalidad democr¨¢tica. Por una vez tiene raz¨®n ETA: los ciudadanos vascos carecen de libertades. Cuando la mitad de los diputados vascos y buena parte de los concejales necesitan escolta para protegerlos de un asesinato inminente es que no hay normalidad democr¨¢tica. Cuando m¨¢s de 3.000 ciudadanos, seg¨²n escribi¨® el comisario de Derechos Humanos Gil-Robles, viven bajo la misma amenaza y miles de empresarios son chantajeados, nos encontramos con una sociedad sometida al yugo de una mafia, mucho m¨¢s poderosa de lo que pudo ser el Chicago de Al Capone o la Sicilia del juez Falcone, y m¨¢s pr¨®xima a la violencia de los camisas pardas o los j¨®venes nazis en los d¨ªas finales de la Rep¨²blica de Weimar. 'He podido constatar la realidad de una violencia urbana con objetivos pol¨ªticos de persecuci¨®n de los no nacionalistas,' se?alaba Gil-Robles, para a?adir: 'Ya nadie niega esta violencia que se burla cada d¨ªa de los derechos humanos de numerosos ciudadanos vascos'. ?ste es el punto de partida, dram¨¢tico pero cierto, de cualquier an¨¢lisis sobre el Pa¨ªs Vasco. Hace a?os pudo ser una sociedad en paz espor¨¢dicamente asaltada por la violencia; hoy es una sociedad que ha interiorizado (hacia adentro, psicol¨®gicamente) e institucionalizado (hacia fuera, sociol¨®gicamente) esa violencia, de modo que ella es la realidad m¨¢s real, la verdad m¨¢s verdadera y la certeza m¨¢s cierta de la vida cotidiana. Dig¨¢moslo claramente: no hay verdadera democracia en Euskadi.
Luego, recobrar la libertad es el objetivo prioritario. La situaci¨®n es tan grave y el deterioro de la convivencia tan profundo, que cualquier otro objetivo pol¨ªtico que pueda aventurarse es claramente secundario. No es de sorprender que, preguntados los ciudadanos vascos por los problemas de Euskadi, el fin de la violencia es siempre el primero y principal. Y es l¨®gico, pues eliminar la violencia para establecer un orden pac¨ªfico de convivencia no es un objetivo pol¨ªtico, sino pre-pol¨ªtico, constituyente de la misma sociedad pol¨ªtica, que no existe en tanto no se haya eliminado el estado de guerra. He escuchado a Ibarretxe en varias ocasiones hablar sobre la situaci¨®n en Euskadi y siempre insist¨ªa sobre el magn¨ªfico estado de su econom¨ªa o de los servicios p¨²blicos. S¨¦ que tiene raz¨®n en ello, pero todo modo de ver es un modo de no ver, y la insistencia en esos ¨¦xitos s¨®lo sirve para ocultar el horror en el que viven muchos miles de ciudadanos. La deshonestidad del PNV y, en general, del nacionalismo vasco, empieza aqu¨ª: al no hacer del restablecimiento de las libertades el objetivo prioritario al que supeditar radicalmente todos los dem¨¢s. Tiene raz¨®n el lehendakari al decir que la violencia de ETA no le debe impedir defender su ideario nacionalista, pero lo que olvida es que esa misma violencia s¨ª impide a otros hacer lo propio.
Pero no hay condiciones para el di¨¢logo pol¨ªtico. Pues la consecuencia evidente de ese estado de cosas perverso es que es muy discutible que en Euskadi haya hoy condiciones objetivas que permitan la formaci¨®n de una voluntad ciudadana. Todos hemos presenciado c¨®mo, durante las ¨²ltimas elecciones, algunos candidatos tuvieron que ir a votar con escolta. Muchos de ellos, todos los no nacionalistas, tienen que hacer campa?a electoral acompa?ados de una nube de protecci¨®n. Dos de cada tres vascos aseguran tener mucho miedo a la hora de participar en pol¨ªtica, pero ese miedo es doble entre los no nacionalistas que entre los nacionalistas, de modo que no es de sorprender que el PP o el PSOE tengan serias dificultades para confeccionar sus listas de candidatos o para sustituir a quienes son asesinados o, simplemente, arrojan la toalla. Y si no hay libertad para el sufragio pasivo, tampoco la hay para el activo. S¨®lo uno de cada cuatro ciudadanos asegura sentirse libre para hablar de pol¨ªtica; otros tantos aseguran que no tienen confianza con nadie, y el resto, la mitad, s¨®lo tiene confianza con unos pocos. Los medios de comunicaci¨®n son objeto de amenazas. Los profesores de universidad son vigilados por sus mismos alumnos. ?C¨®mo abordar un debate pol¨ªtico honesto en tales condiciones? Ser¨ªa interesante contrastar en qu¨¦ medida las exigencias que Naciones Unidas impone para dar validez a procesos electorales en democracias emergentes se cumplen o no all¨ª. De nuevo tiene raz¨®n ETA: hay que dejar hablar a los vascos. Hoy no pueden hacerlo sin arriesgar su vida. Y, por supuesto, pretender debatir en tales condiciones nada menos que la eventual autodeterminaci¨®n del Pa¨ªs Vasco es una simple burla de la democracia.
El nacionalismo es par¨¢sito objetivo de ETA. Es ahora cuando la deshonestidad del nacionalismo vasco se hace m¨¢s evidente. No voy a decir, pues ser¨ªa falso, que el PNV no busque el fin de la violencia. Pero lo grave es que al hacer avanzar otros objetivos pol¨ªticos sin supeditarlos al primordial, se aprovecha objetivamente de la asimetr¨ªa de espacio p¨²blico que genera ETA. El nacionalismo vasco, le guste o no (y no dudo que a muchos de sus votantes les disgusta) se encuentra as¨ª en una relaci¨®n objetiva de free-rider o gorr¨®n en relaci¨®n con ETA. Aceptemos, pues, que desea acabar con ETA. Aceptemos incluso que no desea obtener beneficios de la violencia; no tenemos por qu¨¦ hacer juicios de intenciones. Pero el hecho objetivo es que se aprovecha de esa violencia en tanto en cuanto ella genera un clima de opini¨®n que refuerza sus argumentos y silencia los contrarios de modo que nacionalistas y no-nacionalistas no se enfrentan en un espacio p¨²blico sim¨¦trico, sino con las cartas marcadas. La pol¨ªtica del PNV, sus discursos y argumentos, sus ideas, s¨ªmbolos y banderas, reciben a diario una prima, un dividendo de la violencia, que es pagado por los ciudadanos chantajeados y atemorizados por ETA.
El PNV no puede zafarse de esa asimetr¨ªa, incluso si nada tiene que ver con ella. Podr¨ªa alegar falta de culpa, pero no puede alegar ignorancia. Y mientras se beneficie de la falta de libertades de los vascos, como lo hace actualmente, su pol¨ªtica ser¨¢ deshonesta en t¨¦rminos democr¨¢ticos, pues obtiene rendimientos de lo que dice rechazar.
Y n¨®tese que, en contra de este argumento, nada vale el tu quoque: tambi¨¦n el PP se beneficia electoralmente de la violencia. Pues ni el PP ni el PSOE (ni la Guardia Civil o la polic¨ªa) impiden a los vascos que hablen y se expresen libremente. La amenaza viene s¨®lo de un lado; el silencio afecta s¨®lo a una parte. No estamos hablando del uso electoral de la violencia, sino de ella misma como elecci¨®n alternativa y previa. Antes de que la gente pueda pensar, ya est¨¢ amenazada y esa amenaza es la elecci¨®n misma.
El nacionalismo vasco puede recobrar la honestidad pol¨ªtica. A mi entender, el nacionalismo vasco s¨®lo tiene dos modos de zafarse del dilema moral objetivo en el que se encuentra: bien tratando de restablecer el equilibrio mediante alg¨²n modo de discriminaci¨®n positiva que favorezca a los no-nacionalistas, bien posponiendo sus demandas nacionalistas hasta el fin de la violencia.
Te¨®ricamente, la primera ser¨ªa una soluci¨®n elegante que restablecer¨ªa el equilibrio. No es impensable, desde luego, y algo de eso ya se ha hablado, pero no es nada f¨¢cil de implementar, pues no basta con hacer listas conjuntas aqu¨ª o all¨ª, como si la violencia tuviera espacios definidos. Si el PNV deseara de verdad apoyar una discriminaci¨®n positiva ser¨ªa necesario ir a la formaci¨®n de un Gobierno de salvaci¨®n democr¨¢tica que anteponga la recuperaci¨®n de la libertad a cualquier otro objetivo, firmando con el PSOE y el PP un nuevo pacto antiterrorista que sirva de programa del nuevo Gobierno. Es evidente que el PNV est¨¢ hoy a mil leguas de ese hipot¨¦tico Gobierno de salvaci¨®n nacional que antepondr¨ªa la recuperaci¨®n de la libertad a cualquier otro objetivo.
De modo que ambas soluciones confluyen en la segunda. El PNV debe aceptar que, si el nacionalismo se beneficia hoy de la violencia, el ¨²nico modo de hacerla in¨²til es negarse a obtener dividendo alguno de ella. Lo que significa que, aun cuando siga gobernando, debe posponer todas y cada una de las pol¨ªticas y objetivos espec¨ªficamente nacionalistas al fin de la violencia etarra manifestado en una tregua indefinida y sin condiciones. S¨®lo as¨ª puede ser aceptado como partido democr¨¢tico que se niega a obtener r¨¦ditos del asesinato. Creo recordar que esto mismo fue lo que sugiri¨® el lehendakari Ardanza en Madrid hace un par de a?os, y lo que lat¨ªa detr¨¢s del llamado Documento Ardanza, que algunos apoyamos. Una declaraci¨®n de este tipo restablece la honestidad del PNV y sit¨²a el objetivo vasco prioritario (la lucha contra la violencia) como tema central y ¨²nico al que supeditar cualquier otro, incluidas las diferencias pol¨ªticas con los no-nacionalistas.
Y puede hacer que ETA sea in¨²til. N¨®tese, y no es poca cosa, que una afirmaci¨®n as¨ª del PNV priva a ETA de cualquier sentido, pues a partir de ese momento su violencia deviene in¨²til, si no contraproducente. In¨²til porque ning¨²n asesinato o chantaje har¨¢ avanzar la causa nacionalista un ¨¢pice, ya que no habr¨ªa contraparte pol¨ªtica para recoger las nueces. Y contraproducente, porque cuanto m¨¢s tiempo mantuviera ETA la violencia, m¨¢s se retrasar¨ªa el momento de hacer avanzar la causa nacionalista.
Pero n¨®tese tambi¨¦n que, si le damos la vuelta al argumento, lo que emerge es que si ETA contin¨²a existiendo es porque alguien recoge los frutos pol¨ªticos de su violencia. Y as¨ª, si el PNV se beneficia objetivamente de ETA, ETA no podr¨ªa existir sin el nacionalismo democr¨¢tico. De modo que si el PNV 'no admite bromas' -como dice el lehendakari- respecto el fin de la violencia, ?a qu¨¦ espera? ?Cu¨¢nto tardar¨ªa ETA en comprender su inutilidad? ?Cu¨¢nto tiempo tendr¨ªa que renunciar el PNV a sus objetivos nacionalistas? ?Un a?o, dos, tres? ?Es eso un tiempo relevante en la vida de los pueblos? ?No vale eso la libertad de los vascos?
Sin poner precio a la libertad. S¨¦ que la reacci¨®n natural del PNV ser¨¢ pedir, a cambio, una nueva asimetr¨ªa, a saber: si nosotros renunciamos a nuestros objetivos, que ellos (PP / PSOE) renuncien a los suyos y reconozcan que, eliminada la violencia, se abre el camino para la autodeterminaci¨®n. ?sa fue justamente la raz¨®n por la que se rechaz¨® el Documento Ardanza, porque restablece de nuevo la asimetr¨ªa, le pone precio a la paz y se cobra el dividendo de la autodeterminaci¨®n condicionando la libertad al objetivo nacionalista. Es tanto como obtener la gran nuez de la independencia a cambio de dejar de sacudir el ¨¢rbol.
No s¨¦ si el PNV convocar¨¢ o no un refer¨¦ndum sobre el refer¨¦ndum, como han declarado sus portavoces en varias ocasiones, o no lo har¨¢. Pero antes de lanzarse a ello, y de hecho antes de las pr¨®ximas elecciones municipales, debe responder a este dilema moral que, creado o no por ¨¦l, le afecta: ?desea ser un partido democr¨¢tico que, en condiciones de igualdad, se enfrenta a otros con las mismas reglas del juego o, como ha hecho hasta ahora, pretende seguir obteniendo el dividendo de la violencia? La honestidad y credibilidad democr¨¢ticas del nacionalismo vasco est¨¢n en sus manos.
Emilio Lamo de Espinosa es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la UC y director del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estrat¨¦gicos.
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