Gobernar, ?con qui¨¦n?
CiU sabe lo que dicen las encuestas: que nada le perjudica tanto como aparecer aliada con el PP. ?Por qu¨¦? Porque el problema de CiU no es crecer electoralmente -el desgaste de tantos a?os lo hace casi imposible-, sino tratar de hacer el pleno de los suyos, de los que casi siempre le han sido fieles, aunque algunos de ellos optaran por la abstenci¨®n en las ¨²ltimas elecciones. Y precisamente es un sector de los suyos -el que coloca el conflicto entre nacionalismos por delante de la concordancia en el modelo econ¨®mico- el que vive de modo m¨¢s inc¨®modo la alianza con la derecha espa?ola. Y esta incomodidad podr¨ªa provocar una nueva sangr¨ªa de votos hacia la abstenci¨®n. Una fuga que ser¨ªa, sin duda, determinante, porque los m¨¢rgenes son muy escasos.
Ante esta realidad, CiU repite la tradicional ceremonia de distanciamiento de su aliado. Lo hac¨ªa ante cada convocatoria electoral con el PSOE y lo sigue haciendo con el PP. Puesto que el PSOE provocaba menos rechazo que el PP, esta vez el rito parece que va a ser algo m¨¢s aparatoso. Hay que emitir signos para que los militantes m¨¢s sensibles, los que s¨®lo por raz¨®n patri¨®tica han aceptado los devaneos con el PP, puedan seguir en la creencia de que CiU sigue nacionalmente inmaculada y que si alguna vez su pureza se ha visto mancillada ha sido porque la patria -es decir, el mantenimiento del clan en el poder- lo exig¨ªa. Al fin y al cabo, en la pr¨¢ctica, un papel destacado de las ideolog¨ªas -quiz¨¢ el principal- ha consistido en dar coartada a los dirigentes para sacrificar sus valores -en nombre del ideal, por supuesto- en el altar del poder.
Los desencuentros entre el PP y CiU dominar¨¢n, por tanto, la escena pol¨ªtica catalana en los pr¨®ximos meses. Es ¨²til para ambos. A CiU le permite recuperar -si es que todav¨ªa hay gente que cree en estas comedias de enredos- lo que en el lenguaje nacionalista se llama la identidad. Y a ambos, desplazar la atenci¨®n de la deficiente gesti¨®n de CiU y de la aparici¨®n estelar -con m¨²sica de mayor¨ªa absoluta- de los rasgos tradicionales -autoritarios y antisociales- de la derecha espa?ola. Si alguien no lo remedia -y probablemente s¨®lo pueden hacerlo los medios de comunicaci¨®n-, el gran debate pol¨ªtico en Catalu?a en los pr¨®ximos meses se centrar¨¢ en la fecha de las elecciones, un tema sin duda menor en la medida en que, a lo sumo, se adelantar¨¢ unos pocos meses respecto al t¨¦rmino legal de la legislatura.
Los ciudadanos tendr¨¢n que elegir, en alg¨²n momento del a?o pr¨®ximo, c¨®mo se orienta pol¨ªticamente el pospujolismo. Y la importancia de este cambio de ¨¦poca es suficiente como para exigir cierta claridad en las cartas que se ponen sobre la mesa, m¨¢s all¨¢ de las pl¨¢ticas y peleas de familias, que generalmente s¨®lo sirven para aumentar la sensaci¨®n de coto cerrado de la pol¨ªtica.
En un escenario en que lo m¨¢s probable es que nadie tenga mayor¨ªa absoluta, habr¨ªa que pedir claridad no s¨®lo en las propuestas, sino tambi¨¦n en las alianzas. Y ya s¨¦ que es pedir mucho porque, dado que el poder es m¨¢s importante que el programa, ning¨²n partido pol¨ªtico quiere reducir de antemano el abanico de combinaciones posibles para conseguir la sagrada silla. Y sin embargo, si el pueblo es soberano, tiene derecho a saber.
Los escenarios posibles -y razonables- son limitados. Y se pueden reducir a tres figuras: la continuidad, la socializaci¨®n de la continuidad y el cambio. La primera figura ser¨ªa la prolongaci¨®n de la alianza CiU-PP, en cuyo caso probablemente el PP estar¨ªa en condiciones de imponer nuevas condiciones a la hora de formar gobierno. En realidad, poco variar¨ªa: m¨¢s de lo mismo, si se me permite el juego de palabras. La segunda ser¨ªa el gobierno transversal CiU-PSC, algo que tiene predicamento en ciertas ¨¦lites nost¨¢lgicas catalanas, pero que a mi entender ser¨ªa la peor de las soluciones posibles. Por tres razones: porque convertir¨ªa el cambio en un cambalache para dejarlo todo igual, pero aumentando el n¨²mero de c¨®mplices; porque CiU y el PSC son los dos pilares sobre cuya confrontaci¨®n se construye la dial¨¦ctica democr¨¢tica en Catalu?a y s¨®lo una situaci¨®n de emergencia -y no es el caso- podr¨ªa justificar un acuerdo que sustituyera esta din¨¢mica que garantiza la normalidad democr¨¢tica, y porque s¨®lo el discurso de cuanto peor, mejor puede ser favorable a una opci¨®n que facilitar¨ªa el crecimiento del PP por la derecha, como ¨²nica alternativa eficiente al magma mayoritario.
La tercera figura ser¨ªa el llamado gobierno de progreso, formado por la coalici¨®n PSC-ERC-ICV que en este momento configura la oposici¨®n parlamentaria catalana, que es la ¨²nica hip¨®tesis de cambio real que hay en escena.
Cualquier otra variaci¨®n del dibujo est¨¢ en manos de Esquerra Republicana, que podr¨ªa cobrar a precio de oro la salvaci¨®n de CiU seg¨²n cu¨¢les fueran los resultados, aunque a medio plazo probablemente supondr¨ªa para ERC la p¨¦rdida de todo el terreno ganado en los ¨²ltimos a?os disput¨¢ndole la patente de nacionalismo al partido gobernante.
Siendo claras las opciones posibles, deber¨ªan serlo tambi¨¦n las intenciones de los que van a someterse al sufragio universal. Guardarse cartas escondidas para el d¨ªa siguiente tiene algo de juego tramposo. El argumento es que las circunstancias -es decir, los resultados- pueden imponer combinaciones no deseadas, pero que, sin embargo, tendr¨¢n que aceptarse en aras de la gobernabilidad. La gobernabilidad es uno de tantos gadgets ideol¨®gicos est¨²pidos que sirven s¨®lo para justificar que se haga la contrario de lo que se prometi¨®, pero en nada contribuye al buen nombre de la pol¨ªtica. Si los ciudadanos saben a qu¨¦ piensa jugar cada cual el d¨ªa siguiente, su voto dejar¨¢ pocas dudas sobre qu¨¦ coalici¨®n prefiere. Y los sacrificios en aras de la gobernabilidad podr¨¢n ahorrarse. Puesto que la prenda es el poder, nadie quiere comprometerse de antemano, porque para tal objetivo todos los apa?os se consideran buenos. Pero la pregunta es perfectamente l¨ªcita: ?con qui¨¦n piensa gobernar, se?or candidato? Y habr¨¢ que machacar a los aspirantes para que no se escapen con malas razones. Al fin y al cabo, como hemos visto en esta legislatura en que CiU ha ido atada al PP, por m¨¢s que ahora gesticule tanto como pueda para que se olvide, las alianzas son determinantes a la hora de gobernar. Los electores votan para decidir qui¨¦n va a gobernarnos. Hay, por lo tanto, informaciones que no es leg¨ªtimo ocultarles.
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