Aznar suelta lastre
El presidente de Gobierno Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar abord¨® ayer la m¨¢s amplia remodelaci¨®n de su Gobierno desde que llegase a la Moncloa hace m¨¢s de seis a?os. La idea fuerza que se mantiene despu¨¦s de analizar los cambios de algunos ministros, y los cambios de destino de otros, es la de que Aznar ha decidido soltar lastre en un momento en el que la oposici¨®n socialista avanzaba en todas las encuestas y ante el inminente debate sobre el estado de la naci¨®n, que tendr¨¢ lugar el pr¨®ximo lunes. Desde hoy hay seis nuevos ex ministros, entre los que no figura el d¨ªscolo ?lvarez Cascos, y cinco nuevos ministros, entre los que s¨ª figura Javier Arenas, secretario general del PP. De acuerdo con su estilo, tan presidencialista, Aznar ha resuelto la crisis con criterios personales y reservando alguna sorpresa que refuerce la imagen que tiene de s¨ª mismo como hombre que no se deja presionar ni impresionar.
A un a?o de las elecciones municipales, que definir¨¢n las posibilidades de cambio de mayor¨ªa en las legislativas de 2004, Aznar ha renovado algunas piezas y cambiado de lugar otras para intentar oxigenar un Gobierno que hab¨ªa dado muestras evidentes de debilidad. Las encuestas que Cascos ve¨ªa con desconfianza, y a las que otros dirigentes del PP daban un car¨¢cter secundario, han influido en el desenlace de la crisis, lo que se confirma con el hecho de que Alberto Ruiz Gallard¨®n ser¨¢ el candidato del PP a la alcald¨ªa de Madrid: porque saben que con otros candidatos menos centrados pueden perder la mayor¨ªa, y no ignoran el valor que ese resultado, antes de las elecciones catalanas, puede tener con vistas a las legislativas. Al haber elegido este movimiento, Aznar ha elevado muchos palmos sin querer la figura de la hasta hace poco tiempo semidesconocida canditada del PSOE a la alcald¨ªa de Madrid, Trinidad Jim¨¦nez, a la que va a enfrentar a uno de los mejores activos de los populares, como es Ruiz Gallard¨®n.
Entre la huelga y el estado de la naci¨®n
La crisis de Gobierno se ha situado entre la huelga general del pasado 20 de junio -que simboliza esa debilidad del Ejecutivo, pese a sus fracasados intentos por desvalorizarla- y el debate sobre el estado de la naci¨®n que se inicia el pr¨®ximo lunes y al que Aznar se presentar¨¢ con una nueva alineaci¨®n. Aunque los cambios variar¨¢n sin duda el tono del debate, a la luz de lo sucedido ¨¦ste adquiere una centralidad mayor.
Desde su llegada a La Moncloa, Aznar ha hecho escasos retoques, motivados por decisiones relativas a su partido -cambio de secretario general, designaci¨®n de candidatos auton¨®micos- y dos remodelaciones de fondo: la que sigui¨® a la victoria por mayor¨ªa absoluta en las ¨²ltimas elecciones legislativas, en la que entraron ocho nuevos ministros, y la de ayer, que afecta a m¨¢s de la mitad de los departamentos.
Mariano Rajoy, el ministro que m¨¢s veces ha cambiado de destino, regresa a Presidencia sin dejar de ser vicepresidente y a?ade a sus funciones la de Portavoz. Sale notablemente reforzado y ser¨¢ as¨ª el ministro de mayor presencia p¨²blica, al sustituir a P¨ªo Cabanillas, que no ha dado buen resultado y que qued¨® abrasado por su increible participaci¨®n el d¨ªa de la huelga general, incapaz de superar su calificaci¨®n como 'mentiroso oficial del Reino' por parte de la oposici¨®n. Rajoy recupera las funciones de coordinaci¨®n entre departamentos que el fiel Lucas, ministro fugaz e inexistente, no ha sido capaz de conseguir. Pero abandona Interior, donde se ha convertido en el ministro m¨¢s popular -como lo fueron todos sus predecesores, a cuenta de la lacra del terrorismo- y donde le sustituir¨¢ ?ngel Acebes, el ¨²ltimo llegado a la carrera por la sucesi¨®n de Aznar. El otro colocado para esa carrera, Rodrigo Rato, sigue en sus anteriores funciones como vicepresidente econ¨®mico, lo que parece indicar que su carrera pol¨ªtica ha llegado al tope.
Entre los ministerios econ¨®micos constituye una sorpresa el traslado de Piqu¨¦ (uno de los cuatro que no han dejado el Gobierno desde 1996, con Rato, Rajoy y ?lvarez Cascos) a Ciencia y Tecnolog¨ªa, lo que no parece precisamente un ascenso, pues ya fue ministro de Industria antes de convertirse en portavoz y luego en titular de Asuntos Exteriores. Ello puede significar otro reconocimiento impl¨ªcito de que lo que no se ha querido admitir hasta ahora: que su gesti¨®n durante la presidencia espa?ola de la UE no ha sido lo brillante que su jefe esperaba, lo que ha redundado negativamente en la figura del propio Aznar. Entre los que salen figura Celia Villalobos, la ministra m¨¢s quemada por la gesti¨®n diaria de su departamento y por las crisis alimentarias que ha sufrido este pa¨ªs, a la que sustituir¨¢ una emergente Ana Pastor (n¨²mero dos de Rajoy en Interior hasta ahora). Sale tambi¨¦n el de Trabajo, Juan Carlos Aparicio, cuya cotizaci¨®n se derrumb¨® por defender, tal vez en contra de su propio criterio, la reforma del desempleo que motiv¨® la huelga del 20-J a trav¨¦s de un autoritario decreto ley. Paga su obediencia con el despido.
Le sustituye Eduardo Zaplana, un bar¨®n regional con peso en el partido tras sus victorias por mayor¨ªa absoluta en un antiguo feudo socialista. Procedente del sector democratacristiano de la UCD, pertenece, como Michavila y Acebes, al grupo de ministros de cu?o m¨¢s directamente aznarista. Ser¨¢ el encargado de reparar la aver¨ªa causada en la credibilidad del Gobierno por el enfrentamiento con los sindicatos. Pero sus habilidades en este campo tan s¨®lo se le suponen. La vuelta de Javier Arenas, sin abandonar por ahora la secretar¨ªa general del PP, puede ser un premio al otro fiel ente los fieles de Aznar, que quer¨ªa volver al Gobierno. Fue mejor ministro (de Trabajo, entre 1996 y 1999) que secretario general, y la inc¨®gnita es cu¨¢l de los dos registros aplicar¨¢ como titular de Administraciones P¨²blicas, un cargo para el que se necesita mano izquierda y mucha paciencia.
De los nuevos, destaca la presencia, por primera vez en la historia de Espa?a, de una mujer, Ana de Palacio, al frente de Exteriores. Es una buena sorpresa, aunque no se puede obviar que ha llegado a ministra por la renuncia de la primera persona a la que Aznar se lo ofreci¨®, Miquel Roca, y no se le conoce una preparaci¨®n espec¨ªfica en pol¨ªtica exterior, sino estrictamente sobre legislaci¨®n europea. La presencia de Roca en el Gabinete hubiera dado sin duda otro vuelo al nuevo Gobierno. De ah¨ª lo revelador de su ausencia.
La sustituci¨®n de Acebes por su segundo, Jos¨¦ Mar¨ªa Michavilla, en Justicia, carece de relevancia, excepto en su calificaci¨®n de hombre muy cercano a Aznar; as¨ª como la continuidad del otro ministro desconocido, Jaume Matas, en Medio Ambiente. La continuidad en el Gabinete de Matas y Piqu¨¦, para que no pierdan presencia p¨²blica de cara a las auton¨®micas en Baleares y Catalu?a, deja abierta asimismo la posibilidad de que sean otros los candidatos. No debe olvidarse que ambos ministros mantienen abiertas sendas causas con la justicia por problemas anteriores a su presencia en la Administraci¨®n. La continuidad de Arias Ca?ete en Agricultura, otro de los titulares m¨¢s abrasados por los problemas de su Departamento, puede interpretarse en relaci¨®n con la dur¨ªsima negociaci¨®n para la reforma de la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n que se avecina. Un cambio de titular en este momento, hubiese debilitado la posici¨®n espa?ola en Europa.
Cuando tome posesi¨®n al nuevo Gabinete, la fotograf¨ªa dejar¨¢ una cierta sensaci¨®n de dej¨¤ vu. No ha empezado el cambio generacional que auguraban algunas actitudes de Aznar. Tampoco es ni m¨¢s s¨®lido ni cuenta con personalidades m¨¢s relevantes que el anterior. Aunque ha sido mucho m¨¢s el ruido de la preparaci¨®n de la crisis que las nueces de los cambios, el resultado revela hasta d¨®nde hab¨ªa llegado el nivel de inquietud que despertaba el dontancredismo practicado por Aznar, como si el futuro de su partido en el poder estuviese asegurado para siempre por la naturaleza.
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