Cambio sin crisis
Lo llamamos crisis pero se trata de algo m¨¢s prosaico: en Espa?a, crisis de gobierno no las hay desde los tiempos de UCD; luego, lo que hemos conocido han sido sustituciones de ministros, remodelaciones, entradas y salidas, cambios de mayor o menor calado. El sistema derivado del texto constitucional y de la pr¨¢ctica pol¨ªtica ha convertido las antiguas crisis ministeriales en asunto de fuero interno del presidente del Gobierno. Interno quiere decir, en la presente circunstancia, que ¨¦l se lo guisa y ¨¦l se lo come: no sufre apremios procedentes de alguna instancia del partido, ni del grupo parlamentario, no hay tampoco debate, antes o despu¨¦s, en el Congreso; ni se ve el presidente urgido, por una desconfianza parlamentaria o por una rebeli¨®n partidaria, a encontrar con urgencia nuevos equilibrios entre distintas facciones. Por no haber, ni siquiera hay una rueda de prensa en la que se explique la remodelaci¨®n. Llamar crisis a la rutina de cambiar titulares de los ministerios es una exageraci¨®n.
Lo cual no quiere decir que lo ocurrido carezca de inter¨¦s ni de importancia. La tiene, sin duda; lo que ocurre es que las claves interpretativas pertenecen al arcano de las intenciones presidenciales, simb¨®licamente representado por un cuaderno azul. La primera, la que puede dar cuenta de las salidas, es casi siempre obvia: el presidente, como cada hijo de vecino, percibe antes o despu¨¦s que en un grupo de entre quince y veinte personas hay siempre algunos que flojean, que no dan la talla, que arrastran malamente su sombra por las esquinas, que no han sabido construirse un lugar. Qu¨¦ duda cabe de que Villalobos estaba manifiestamente situada por encima de su nivel de competencia, que el busto parlante de Cabanillas era un incordio... para el gobierno, o que Lucas transmit¨ªa la impresi¨®n de flotar en alguna nube errante. Ning¨²n misterio, pues, en la evicci¨®n de los que se han ido, aunque si s¨®lo se tomara en cuenta lo que se suele llamar falta de impulso pol¨ªtico, los ministros de Medio Ambiente y Agricultura no ir¨ªan a la zaga de algunos de los despedidos, el de Trabajo, por ejemplo.
El tiempo del cambio tampoco ofrece mayor misterio: si ha de hacerse, siempre es mejor antes que despu¨¦s de las vacaciones de verano, mejor julio que septiembre, como bien sab¨ªa el astuto General¨ªsimo, que sol¨ªa esperar a mediados de julio para enviar al motorista. Adem¨¢s, y como la voluntad presidencial es omn¨ªmoda, mejor hacerlo de pronto y sin aviso que dejar crecer los rumores para luego amagar una, dos veces, hasta dar un golpe necesariamente desva¨ªdo, como le ocurr¨ªa a Felipe Gonz¨¢lez, cuando ofrec¨ªa la ocasi¨®n a Alfonso Guerra para ejercer, al menos, su derecho de veto. En el largo camino hacia el presidencialismo, Aznar ha cubierto a buen paso muchas etapas. As¨ª, la forma de proceder a estos cambios es como un presidente espa?ol que se precie debe hacerlo: antes de que los rumores comiencen sus estragos, antes de que alguna voluntad menor se interponga, antes de recibir m¨¢s del ¨²nico rechazo que interesa dar a conocer, antes de salir de vacaciones, antes de que los directores de peri¨®dicos puedan colgarse los m¨¦ritos y las medallas.
Esto, por lo que se refiere a la superficie de las cosas. Pero en pol¨ªtica el fondo siempre tiene que ver con la apariencia, aunque en este caso lo que tiene de di¨¢fano lo aparente s¨®lo vale para compensar lo que el fondo tiene de oculto. S¨®lo un dato para proyectar alguna luz sobre las intenciones del presidente: se incrementa hasta el l¨ªmite la lista de presidenciables juntos en el Gobierno. Hay ministros que elevan su peso: Rajoy, que adem¨¢s de seguir con la vicepresidencia, toma Presidencia y la portavoc¨ªa, y coloca a una de las suyas en Sanidad. Pero de peso tambi¨¦n ha aumentado Acebes, por similar raz¨®n: no llega a ser ministro bic¨¦falo, pero es lo m¨¢s parecido que puede despacharse, con Michavila, casi un clon, en Justicia. ?Habr¨¢ que interpretarlo en el sentido de que tambi¨¦n ¨¦l avanza en la carrera de la sucesi¨®n? Como dir¨ªa Rajoy, depende. Porque lo cierto es que la incorporaci¨®n de otros dos no descartables, Arenas y Zaplana, convierte lo que hasta hoy era un cuarteto en una banda y reduce en la misma medida las probabilidades estad¨ªsticas de cada uno de sus componentes.
De esa banda saldr¨¢ el sucesor, pero que est¨¦n todos -menos uno, por razones hist¨®ricas- en el Gobierno es la mejor prueba de que ser¨¢ Aznar, cuando todos los plazos se agoten, quien decida, ¨¦l solo, con el mensaje de que el elegido habr¨¢ de tener en cuenta el aumento de peso de todos los dem¨¢s. La otra clave, el posible cambio de pol¨ªticas, es s¨®lo cosa de matiz. Sin duda, aligerado del peso de batallar por la reelecci¨®n, Aznar ha sido durante el ¨²ltimo a?o responsable de pol¨ªticas que han buscado la confrontaci¨®n y que han llevado a su grupo parlamentario y a su partido a un creciente aislamiento y al repunte de una contestaci¨®n social: recortes en los derechos laborales, ruptura con Marruecos, endurecimiento de la ley de inmigraci¨®n, urgencias con el Vaticano, desaires a los jueces, desprecio a la ense?anza p¨²blica, maneras vituperables con la oposici¨®n, quiebra de la relaci¨®n con sus socios, o adversarios, nacionalistas, autoritarismo rampante. Parec¨ªa como si de repente le hubiera entrado cierta prisa por ver cumplido el programa m¨¢ximo de la derecha, el que no se escribe en los papeles, pero se cuela en la pr¨¢ctica diaria. Tal vez estos cambios permitan replantear el ritmo de tanta reforma unidireccional y buscar nuevos consensos y concurrencias de voluntades.
Como guinda del cambio, el anuncio de la candidatura de Madrid. Uno de los rasgos del sistema pol¨ªtico espa?ol es la peculiar relaci¨®n entre los poderes central y auton¨®micos. La experiencia indica que no sirve para el caso el dicho de que m¨¢s vale cabeza de rat¨®n que cola de le¨®n. Puede sorprender que el presidente de una de las Comunidades m¨¢s potentes rebose de satisfacci¨®n por sentarse en el Consejo de Ministros, como no deja de ser llamativo que el presidente de la Comunidad de Madrid se convierte en aspirante a alcalde de su capital. En todo caso, la oposici¨®n har¨¢ bien en tomar nota del alcance de los cambios, y del concomitante se?alamiento de Ruiz-Gallard¨®n como candidato, y dejar de repetir esl¨®ganes insustanciales, fabricados como anuncios comerciales. No bastar¨¢n sonrisas y labia, no ser¨¢ suficiente afirmar que ning¨²n viejo morir¨¢ solo y abandonado, ninguna mujer ser¨¢ maltratada, ning¨²n joven carecer¨¢ de empleo, ning¨²n inmigrante de techo y ning¨²n ni?o de acceso a Internet para pescar en la gran balsa de votos que el PP controla en la capital del Estado. No es la menor astucia de estos cambios la de obligar a la oposici¨®n a pensar de nuevo dos veces su afamada alternativa.
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