Charlotada
Viejos compa?eros dicen 'crisis': en Espa?a no hay crisis. V¨¦anse Turqu¨ªa o Per¨²: ¨¦sas son crisis. Un Gobierno entra en crisis cuando uno o varios ministros dimiten, cuando el Parlamento lo censura por mayor¨ªa; el jefe de Gobierno consulta con los suyos, y si es necesario, el jefe del Estado consulta a su vez con los jefes de los partidos o con los sabios de la naci¨®n. Aqu¨ª no hay m¨¢s que voluntad autocr¨¢tica, y un nuevo carisma del jefe del Gobierno, al que los mesecillos de Europa han afectado: deber¨ªan cuidarle. Franco suprimi¨® la palabra crisis y como era soldado la sustituy¨® por 'relevo'. Con la democracia no se pod¨ªa usar, y se acu?¨® otra que hizo fortuna: 'remodelaci¨®n'. Se usa para todo. Algunas zonas industriales se remodelan, y desaparecen, como en Fontaneda, o en el lejano Sagunto, o la todav¨ªa temblorosa Asturias. Algunas empresas se remodelan, y es que despiden trabajadores, elegidos por el 'jefe de recursos humanos' (capataz, jefe de personal). Yo mismo trato de remodelarme, para desprenderme de ciertos instintos, ciertas pasiones, ciertas molestias, y algo consigo: envejezco.
Al decir que hay 'nuevo Gobierno' se dice que el otro era 'viejo', pero son iguales. No se puede decir que rejuvenezca, se reforme. En la Academia encuentro una palabra que me conviene: 'charlotada'. En su segunda acepci¨®n: 'Actuaci¨®n p¨²blica, colectiva, grotesca o rid¨ªcula'. No me refiero a la facies del presidente absoluto del Gobierno, que a algunos les recuerda a Charlot (a m¨ª, no), que ha acentuado sus caracter¨ªsticas. Es notable su adquisici¨®n de carisma: en los ¨²ltimos meses, cuando ha cre¨ªdo que dirig¨ªa Europa, ha ido acentuando una personalidad que nadie se atreve a desplegar en p¨²blico; o los chistes sobre su capacidad de corredor, y las bromas con su jefe f¨ªsico (el ps¨ªquico no s¨¦ qui¨¦n es: puede que Cuevas, puede que el Papa), la forma de re¨ªrse de sus chistes, los movimientos desordenados de sus brazos, las repeticiones de las frases... No copia a nadie: Charlot era bien educado, sin palabras: un jud¨ªo de Whitechapell. Es posible que al crecer en prepotencia, o en pospotencia, haya llegado al extremo de despedir y nombrar ministros por tel¨¦fono, que la misma ma?ana ni lo sab¨ªan. Los analistas que leo con fruici¨®n aznarean buscando razones: yo no veo m¨¢s que la divertida charlotada.
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