Ver, escuchar y escribir
Entre la legi¨®n de escritores y galeotes de las prensas de principios del siglo XX, objeto como tantos otros de homenaje y retrato por parte de Valle-Incl¨¢n en su personal cr¨®nica de la bohemia, cabe contar con Ciro Bayo (1859-1939), escritor de obra semiolvidada, a veces de encargo, y traductor de Leopardi. Un a?o antes de su obra m¨¢s conocida, Lazarillo espa?ol (1911), Bayo public¨® El peregrino entretenido, libro que, en gran medida, inaugura un modo dentro de la literatura de viajes del siglo XX. As¨ª como La Espa?a negra (1920), de Guti¨¦rrez Solana, ser¨ªa modelo descriptivo y de lenguaje para Viaje a la Alcarria (1948), Bayo acoge la herencia cervantina de los caminos polvorientos, las posadas y el yantar en compa?¨ªa para presentar un nuevo modo de relatar el viaje.
EL PEREGRINO ENTRETENIDO (VIAJE ROMANCESCO)
Ciro Bayo. Edici¨®n de Jos¨¦ Esteb¨¢n. Renacimiento. Sevilla, 2002 258 p¨¢ginas. 15 euros
El libro narra el trayecto entre Madrid y Yuste, a caballo, y la vuelta a la capital. Interesa la descripci¨®n de gentes y de parajes, como interesa asimismo el retrato de un tiempo en el que ya pasan 'algunos autom¨®viles apestando a gasolina y vanidad'. Pero el modo narrativo se impone, y no es otro que dejar en un segundo plano el punto de vista del viajero y dar cabida al habla de la gente castellana y extreme?a, a sus historias, cuentos... Uno de sus personajes considera la vida picaresca como '¨¦pica', y el narrador sit¨²a al lector en un mundo cervantino y caballeresco cuando, apenas se inicia la traves¨ªa, ante una encrucijada, suelta las riendas de su montura y acepta el camino que el caballo decide seguir. Ni se idealiza el mundo rural, ni se lanzan soflamas en clave naturalista sobre la miseria de los pueblos, ni se abusa del alimento visual del paisaje, recursos tan habituales de este g¨¦nero literario.
Probablemente no sea El peregrino entretenido obra de la calidad del Lazarillo espa?ol, pero la recuperaci¨®n del texto nos permite vislumbrar una modalidad en los libros de viajes de comienzos del siglo XX y, en consecuencia, plantearnos hasta qu¨¦ punto los grandes autores del 98 y sus cr¨®nicas viajeras -o sus cantos al paisaje- no colonizaron, de alg¨²n modo, una interpretaci¨®n moral del espacio y del tiempo y desplazaron -queriendo o sin querer- obras como ¨¦sta de Ciro Bayo, para quien el viajero deber¨ªa limitarse a ver, escuchar y, luego, escribir.
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