Bush, Cheney y C¨ªa
George Bush est¨¢ en aprietos tan serios que pueden marcar el resto de su mandato, y desde luego, los meses que quedan hasta las elecciones de noviembre, en las que los republicanos se juegan el control del Senado y de la C¨¢mara de Representantes. Ha pinchado en un tema hipersensible para la sociedad americana actual, cuyos 80 millones de tenedores de acciones est¨¢n viendo at¨®nitos c¨®mo bajan sus valores, en medio de esc¨¢ndalos sobre fraudes contables y prebendas para algunos directivos. Dos d¨ªas despu¨¦s de que Bush propugnara en su discurso en Wall Street unas nuevas normas para directivos que excluyeran los cr¨¦ditos blandos por parte de las empresas donde trabajan, se ha sabido que en su ¨¦poca empresarial, el actual presidente se benefici¨® de medidas de este tipo. Nada ilegal, aunque s¨ª hip¨®crita.
Las ¨²ltimas revelaciones alcanzan tambi¨¦n al vicepresidente, Richard Cheney, sobre el que ahora pende una acusaci¨®n de manipulaci¨®n contable para producir falsos balances entre 1995 y 2000 en las cuentas de la petrolera Halliburton, que entonces presid¨ªa. El petr¨®leo parece salpicar a esta Administraci¨®n tan ligada a los intereses del sector, Enron incluido. Todo ello forma una burbuja de sospecha de mucha mayor envergadura que el caso Whitewater, un negocio inmobiliario que persigui¨® a Clinton durante su presidencia.
En 1986 y 1988, Bush recibi¨® de la petrolera Harken Energy, de la que era uno de los directivos, un cr¨¦dito blando de 180.000 d¨®lares por debajo del tipo de inter¨¦s del mercado y con posteriores aplazamientos en su devoluci¨®n. Con parte de ¨¦l compr¨® acciones de la compa?¨ªa, que revendi¨® poco despu¨¦s por ocho veces su valor. Hasta aqu¨ª es una pr¨¢ctica habitual en muchas empresas, aunque ahora Bush quiera suprimirla. Pero las alegaciones van m¨¢s lejos, Bush vendi¨®, ganando, estas acciones antes de que cayera su valor. ?Actu¨® con informaci¨®n privilegiada? La SEC, el supervisor del mercado de valores, investig¨® el caso sin apreciar ninguna ilegalidad, aunque se resiste a hacer p¨²blicos sus informes y documentos.
La credibilidad de Bush al pedir 'altos est¨¢ndares ¨¦ticos' a los directivos en Wall Street ha quedado quebrada. 'Reto a los comit¨¦s de gratificaciones a que pongan fin a todos los pr¨¦stamos por la empresa a empleados corporativos', propugn¨® poco antes de que se supiera que ¨¦l hab¨ªa hecho lo que ahora dice que no hay que hacer. Para colmo, la noticia de que el jefe del Grupo Especial creado por Bush para combatir la corrupci¨®n, el fiscal general adjunto, Larry Thompson, dirigi¨® una compa?¨ªa que est¨¢ envuelta en otro caso de fraude ha abierto otro boquete en las filas republicanas.
Mientras, los dem¨®cratas pretenden ser m¨¢s radicales en sus propuestas legislativas contra la corrupci¨®n en las empresas y las pr¨¢cticas que han desvirtuado el sistema. Hace 20 a?os, los 10 directivos mejor compensados en EE UU recibieron unas indemnizaciones de 3,4 millones de d¨®lares en t¨¦rmino medio. En 2000, este promedio hab¨ªa subido a 154 millones de d¨®lares.
La desconfianza en la econom¨ªa aumenta con la incertidumbre. La guerra de Afganist¨¢n no acaba de terminarse, y el pa¨ªs sigue inmerso en un miedo alentado a diario por la Administraci¨®n de Bush a un nuevo ataque terrorista. La econom¨ªa norteamericana, a pesar de algunos registros favorables, pide a gritos que se aclare la situaci¨®n estrat¨¦gica con alguna victoria por parte de EE UU. Ante las elecciones a medio mandato de noviembre y cuando Bush est¨¢ bajando de las cotas de popularidad en que ha vivido desde el 11-S, la Administraci¨®n puede verse tentada a acelerar los planes de invasi¨®n de Irak, ignorando la opini¨®n de sus aliados internacionales. Pero ser¨ªa una peligrosa huida hacia adelante.
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