Habas contadas
Ya est¨¢, ya no hay equ¨ªvocos. El PNV apuesta por la independencia del Pa¨ªs Vasco, con el apoyo indirecto de HB. EA es un complemento, y Madrazo, la escarapela pintoresca en el tricornio nacionalista. Por supuesto, el Estatuto es lo de menos. O si se prefiere, el Estatuto es el pelda?o en que conviene asentar el pie para superar el Estatuto. Hace unos meses, el PNV estuvo a pique de echar por tierra los palos que sosten¨ªan el sombrajo estatutista. Al cabo se retrajo, como la cabeza del yo-yo al llegar al extremo del hilo. Pero ahora ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil dar marcha atr¨¢s. El frenazo en seco har¨ªa volar por el aire a la c¨²pula del partido, y las c¨²pulas partidarias se resisten a volar por el aire, m¨¢xime cuando no existen disidencias, ni alternativas consolidadas, dentro de la organizaci¨®n.
Se anuncia, pues, una etapa de lo m¨¢s agitada. ?Sorprendente? No. Ibarretxe est¨¢ haciendo lo que dijo que har¨ªa al ser investido lehendakari en 2001. Aun as¨ª, nos asiste el derecho racional a manifestar cierta sorpresa dentro de la no-sorpresa. Las auton¨®micas del a?o pasado depararon al PNV una ocasi¨®n de oro para mudarse de piso sin romper de golpe toda la vajilla. Volvamos la vista atr¨¢s y recordemos c¨®mo estaban las cosas hace unos meses. Despu¨¦s del rev¨¦s sufrido por el constitucionalismo en las elecciones, el partido socialista reun¨ªa tres motivos de peso para hacer concesiones de enjundia al PNV. Uno, los sentimientos encontrados dentro del PSE. Los socialistas vascos se hab¨ªan mancornado al PP sin demasiada alegr¨ªa, y confiaban, sinceramente confiaban, en que los nacionalistas les brindaran la oportunidad de volver a lo de antes en t¨¦rminos pol¨ªticamente viables. Dos, la estrategia nacional. El PSOE quiere recuperar La Moncloa, y para ello necesita el concurso de los nacionalistas vascos y no vascos. Tres, Maragall. Maragall, probable vencedor de las auton¨®micas catalanas, y gran fuerza emergente dentro del socialismo, cultiva una interpretaci¨®n del Estado de sabor confederal. Avenirse a una relectura creativa de la Constituci¨®n habr¨ªa permitido, por tanto, al PSOE matar tres p¨¢jaros de un tiro: juntar sus recursos con los de los perif¨¦ricos, separarse del PP en el Pa¨ªs Vasco y cerrar las fisuras que lo dividen de la rama catalana. La ganancia, para el PNV, podr¨ªa haber sido enorme, y los riesgos, m¨ªnimos en comparaci¨®n de los que se ha decidido a correr ahora. Sin embargo, no ha dado al PSOE ninguna facilidad. Es m¨¢s, no ha dispensado un momento de atenci¨®n a los gestos, los ofrecimientos, las instancias repetidas, de los socialistas. ?Por qu¨¦?
Cabe considerar dos hip¨®tesis, no incompatibles aunque claramente distintas. Seg¨²n la primera, el PNV no ha contado con los socialistas porque sabe que ¨¦stos nunca ir¨ªan tan lejos como ¨¦l pretende. Esta hip¨®tesis... no me convence. Puesto que nada habr¨ªa impedido al PNV iniciar un segundo desplazamiento despu¨¦s de haberse desplazado con los socialistas. O redondear el arreglo confederal o seudoconfederal con cl¨¢usulas destinadas a conseguir lo ¨²nico que da sentido a esta milonga. Que es -dig¨¢moslo claro- desactivar a los partidos nacionales en el territorio de las tres provincias.
La segunda hip¨®tesis es la de Mayor Oreja. El Pacto de Estella no se ha suspendido, sino que permanece en estado de latencia. El PNV, en consecuencia, no puede no contar con los radicales, y por lo mismo, no puede moverse hacia donde, con las manos libres, preferir¨ªa quiz¨¢ hacerlo. Por eliminaci¨®n, me quedo con la hip¨®tesis n¨²mero dos, la cual lleva camino de convertirse en una simple constataci¨®n. El PNV contempla un Estado ¨¦tnico, que incluye a Navarra y dos provincias francesas. Ese Estado ¨¦tnico choca con la Constituci¨®n espa?ola, con la de Francia y con la voluntad de su propia etnia agregada. No parece promovible sin dosis importantes de violencia, o sin un quebranto serio de las reglas democr¨¢ticas. Pero en ¨¦sas estamos. Nunca se as¨® la manteca con un prop¨®sito tan firme de com¨¦rsela luego.
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