La Espa?a macro y la Espa?a micro
Desde que Jos¨¦ Ortega y Gasset ech¨® a rodar en marzo de 1914 la contraposici¨®n entre la fantasmag¨®rica Espa?a oficial representada por el Gobierno y la ascendente Espa?a vital encarnada por la sociedad, esa c¨¦lebre dicotom¨ªa ret¨®rica -expresada de forma can¨®nica o en cualquiera de sus variantes- ha gozado del especial favor de los pol¨ªticos. La influencia de las nuevas tecnolog¨ªas explica que la vieja imagen de la Restauraci¨®n haya sido sustituida entre los socialistas por la distinci¨®n entre la Espa?a virtual del Gobierno y la Espa?a real de la oposici¨®n. En la sesi¨®n de ayer del debate sobre el estado de naci¨®n, las intervenciones del presidente del Gobierno y del secretario general del PSOE dieron expresi¨®n a una tercera modalidad de ese tradicional enfrentamiento: mientras Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar habl¨® a la mayor¨ªa popular del Congreso como el consejero-delegado de la Espa?a macro, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero se dirigi¨® a los diputados de la minor¨ªa (y, a trav¨¦s de las c¨¢maras de televisi¨®n, a los ciudadanos) como el representante de la Espa?a micro.
En su exposici¨®n inicial, el presidente del Gobierno se limit¨® a desgranar con tono aburrido y ce?o severo la memoria anual de la sociedad, esto es, los logros conseguidos durante el ¨²ltimo a?o de gesti¨®n y los proyectos en marcha para beneficiar a los accionistas: las cifras agregadas de la Espa?a macro maliciosamente elegidas en honor del Gobierno relucieron en el hemiciclo como lingotes de oro bajo el sol. Para quien recordase el desarrollo de anteriores debates, la estrategia de Aznar resultaba di¨¢fana: atraer al l¨ªder socialista con enga?os desde los valles de las ideas generales hasta los desfiladeros de las estad¨ªsticas sectoriales para machacarle a gusto en la r¨¦plica. Si la Brigada Ligera cantada por Tennyson fue diezmada en el Valle de la Muerte por la artiller¨ªa rusa, el ataque en tromba de Zapatero ser¨ªa pulverizado entonces por las bater¨ªas de las Mil Quinientas Fichas preparadas por los asesores presidenciales: mientras que el Estado posee el Monopolio Leg¨ªtimo de la Violencia, el Gobierno detenta el Monopolio Ileg¨ªtimo de la Informaci¨®n suministrada al partido en el poder por la Administraci¨®n P¨²blica.
Esta vez, sin embargo, no se produjo el equivalente dial¨¦ctico de la matanza de Balaklava. Tras la intervenci¨®n de Zapatero como portavoz de los habitantes de la Espa?a micro, m¨¢s preocupados por las dificultades de la vida cotidiana que por los equilibrios presupuestarios, Aznar salt¨® a la tribuna deseoso de mostrar su dominio de los temas sacados del bombo por el imprudente Zapatero y resuelto a enterrarlo bajo el peso de las Mil Quinientas Fichas. El tono malhumorado y autoritario de la r¨¦plica presidencial no fue la ¨²nica causa del naufragio: la eficacia tumbativa de las cifras de Aznar sobre cuestiones tales como d¨¦ficit, deuda y crecimiento -'solamente son datos', se jact¨® el orador en un momento determinado- qued¨® contrarrestada por la habilidad de Zapatero para situarlas en su contexto y denunciar sus sesgos: cualquier ¨¢rbitro m¨ªnimamente imparcial de boxeo hubiese atribuido ayer al secretario general del PSOE una c¨®moda victoria por puntos.
El r¨ªgido envaramiento, la huera solemnidad, la irritaci¨®n permanente y la arrogancia ensimismada forman parte de la enfermedad profesional que ataca -salvo raras excepciones- a los primeros actores del teatro del poder cuando identifican a sus personas con los papeles de los personajes que les han sido asignados en el reparto o atribuyen los ben¨¦ficos efectos del ciclo econ¨®mico sobre el empleo y el crecimiento a sus taumat¨²rgicas cualidades como gestores. Aznar tuvo el acierto de prevenir -cosa que le honra- ese intuido proceso de deterioro casi inevitable mediante la generosa decisi¨®n de limitar su mandato presidencial a ocho a?os: el debate sobre el estado de la naci¨®n de ayer hace pensar, sin embargo, que el virus de la enfermedad no le ha perdonado.
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