El falso contencioso de la isla del Perejil
En toda la prensa del viernes 12 de julio aparec¨ªa en primera plana la noticia del d¨ªa: un destacamento de gendarmes marroqu¨ªes hab¨ªa ocupado el islote del Perejil, situado cerca de Ceuta. Radios y televisiones dedicaron tambi¨¦n amplios espacios a la noticia. Alarma, indignaci¨®n, ?casus belli con Marruecos? La mayor¨ªa de los lectores, que nunca en su vida habr¨ªan o¨ªdo hablar de semejante islote, tratar¨ªan de ver en el mapa que reproduc¨ªan los diarios su ubicaci¨®n geogr¨¢fica exacta. Est¨¢ situado a 200 metros de las costas marroqu¨ªes, dentro de las aguas territoriales de Marruecos, a 40 km de T¨¢nger, 14 km de Espa?a y 8 km de Ceuta, y tiene una superficie de 13,5 hect¨¢reas, es decir, 135.000 metros cuadrados. Se encuentra deshabitado, aunque es frecuentado regularmente por pescadores y pastores marroqu¨ªes de cabras, que residen en el cercano yebel Musa.
?A qui¨¦n pertenece la isla? Para unos, sin duda, a Espa?a; para otros la cosa no est¨¢ tan clara, y por ello vamos a hacer un breve repaso hist¨®rico. Lo primero de todo, de los autores de los siglos XIX y XX que han dedicado obras al tema de Marruecos, son muy pocos los que hacen referencia a la isla del Perejil. En el curso de la guerra franco-brit¨¢nica, siendo todav¨ªa Espa?a aliada de Napole¨®n, Inglaterra la ocup¨® temporalmente en 1808 con el objeto de ejercer presi¨®n sobre Ceuta, que tambi¨¦n fue sometida a bloqueo naval por los ingleses. La Gazeta de Madrid daba as¨ª cuenta del hecho: 'El 28 de marzo, un destacamento de 300 hombres de la guarnici¨®n de Gibraltar se posesion¨® de la isla del Perejil, que pertenece al emperador de Marruecos...' (Carlos Posac Mon, El preludio de la guerra de independencia en el ¨¢rea gibraltare?a, Cuadernos del Archivo Municipal de Ceuta, 1997). Inglaterra, que la hab¨ªa ocupado con el benepl¨¢cito del sult¨¢n, a quien hab¨ªa pedido previamente permiso, s¨®lo se retir¨® cuando le vino en gana, pese a las protestas de Espa?a, que tambi¨¦n ambicionaba posesionarse de ella. En el siglo XIX hubo diversos intentos fallidos de ocupaci¨®n del islote por Espa?a. Tras la ocupaci¨®n de las islas Chafarinas en 1848, durante el Gobierno del general Narv¨¢ez, Espa?a proyect¨® apoderarse de la isla del Perejil, pero choc¨® con la oposici¨®n de Inglaterra. En su obra La cuesti¨®n de Marruecos desde el punto de vista espa?ol (1905), Gabriel Maura Gamazo nos dice a este respecto: '...no conseguimos por la hostilidad de Inglaterra adquirir tambi¨¦n la isla del Perejil. Este suceso debi¨® servirnos de lecci¨®n; no podr¨ªamos lograr nada en Marruecos mientras no garantiz¨¢semos a Inglaterra la neutralidad del estrecho de Gibraltar, o por lo menos nuestra neutralidad en el Estrecho respecto de ella'. De nuevo hubo en 1887 otro intento fallido de ocupaci¨®n de la isla por Espa?a, al que el marqu¨¦s de Mulhac¨¦n (Pol¨ªtica Mediterr¨¢nea de Espa?a 1704-1951, Madrid, 1952) se refiere como al 'desgraciado incidente de la isla del Perejil'.
Oposici¨®n, pues, de Inglaterra, por un lado, a la ocupaci¨®n del islote por Espa?a, pero tambi¨¦n, por otro, de los propios marroqu¨ªes, como indica en otro lugar de la misma obra Gabriel Maura en relaci¨®n con el intento fallido de 1887: 'Una comisi¨®n espa?ola realiz¨® en la isla del Perejil trabajos encaminados a la construcci¨®n de un faro, amojonando el terreno que a tal objeto se destin¨® con estacas, en que se ve¨ªan los colores nacionales; enterados los moros de T¨¢nger, desbarataron nuestra obra, derribando las estacas. La prensa espa?ola, que no tuvo nunca tacto para tratar las cuestiones internacionales, elev¨® el incidente a la categor¨ªa de agresi¨®n a nuestro honor, partiendo del hecho falso, pero que el p¨²blico acept¨® como indiscutible, que la isla era propiedad espa?ola'. Tom¨¢s Garc¨ªa Figueras (Marruecos. La acci¨®n de Espa?a en el norte de ?frica, 1941) nos da, por su parte, cuenta del incidente en los terminos siguientes: 'Espa?a, entretanto, daba un mal paso enviando una comisi¨®n para que hiciera estudios en la isla del Perejil; el sult¨¢n de Marruecos protest¨® de que se hiciera esto en su territorio sin previo acuerdo con la autoridad, y lo m¨¢s grave del asunto fue que se puso de relieve una supina ignorancia en los medios directores de la pol¨ªtica espa?ola, ya que hab¨ªamos enviado esa comisi¨®n en la creencia err¨®nea de que la isla nos pertenec¨ªa'.
Hemos repasado cuidadosamente todos los tratados entre Espa?a y Marruecos o entre otras potencias en relaci¨®n con Marruecos (Tratados, Convenios y Acuerdos referentes a Marruecos, 1917), desde el firmado el 1? de marzo de 1799 al de 29 de diciembre de 1916, sin que hayamos encontrado la menor alusi¨®n al islote. Los relativos a la ampliaci¨®n de los l¨ªmites de Ceuta, como el de Tetu¨¢n, el 29 de abril de 1860, despu¨¦s de la guerra de 1859-1860, no lo mencionan. Otros, ya en el siglo XX, como el convenio franco-marroqu¨ª del 30 de marzo de 1912, por el que se establec¨ªa el Protectorado de Francia en Marruecos, y el convenio hispano-franc¨¦s del 27 de noviembre del mismo a?o, por el que Francia reconoc¨ªa a Espa?a una zona de influencia en el norte de Marruecos, no hacen tampoco referencia. Cabe deducir, por ello, que Espa?a no lleg¨® nunca a ejercer sobre el mismo derechos de soberan¨ªa, y que, aunque no se le menciona, formaba parte de lo que constitu¨ªa a partir de 1912 la zona del Protectorado espa?ol. En este sentido es revelador que en la isla del Perejil nunca se hayan construido fortificaciones, en conformidad con el art¨ªculo 7 de la declaraci¨®n franco-inglesa del 8 de abril de 1904 y el art¨ªculo 14 del convenio hispano-franc¨¦s del 3 de octubre del mismo a?o, los cuales estipulaban que, para asegurar el libre paso del estrecho de Gibraltar, ambos gobiernos (el franc¨¦s y el espa?ol) conven¨ªan en no permitir que se levantasen fortificaciones u obras estrat¨¦gicas en la costa marroqu¨ª comprendida entre Melilla y las alturas que dominan la orilla derecha del Seb¨², ya en la parte atl¨¢ntica. Esta disposici¨®n, impuesta por Inglaterra, la recoge de nuevo el art¨ªculo 6 del convenio hispano-franc¨¦s del 27 de noviembre de 1912 antes mencionado, si bien no se aplicaba a las plazas de soberan¨ªa espa?ola de la costa marroqu¨ª, es decir, Ceuta y Melilla, las islas Chafarinas, y los dos pe?ones, el de V¨¦lez de la Gomera y el de Alhucemas.
Tom¨¢s Garc¨ªa Figueras, ide¨®logo del africanismo militarista en la etapa franquista, establec¨ªa una distinci¨®n neta entre lo que son plazas espa?olas de soberan¨ªa y el Protectorado. As¨ª, en su obra citada anteriormente dec¨ªa: '... Espa?a pose¨ªa en el norte de ?frica, con pleno derecho de soberan¨ªa, Ceuta, Melilla, el Pe?¨®n de V¨¦lez de la Gomera, el Pe?¨®n de Alhucemas y las islas Chafarinas. Esta posesi¨®n lo era por derecho de conquista, y esos territorios son tan espa?oles como los
de la metr¨®poli; en ellos el sult¨¢n carece de toda autoridad. Las plazas de Ceuta y Melilla ten¨ªan, y tienen, un campo exterior, tambi¨¦n de soberan¨ªa, cuyos l¨ªmites con Marruecos han sido fijados por tratados. Conviene, pues, distinguir bien, para evitar confusiones que con tanta y tan lamentable frecuencia ha sufrido Espa?a, entre lo que son territorios de soberan¨ªa, sobre los que Espa?a ejerce un completo dominio sin limitaci¨®n de ninguna clase, y el resto de su zona de Protectorado, donde todos sus actos lo son en nombre del jalifa, que ejerce su autoridad igual a la del sult¨¢n, y donde la acci¨®n protectora est¨¢ ejercida dentro de los l¨ªmites que nos marcan los acuerdos internacionales'. Resulta evidente que la isla del Perejil no formaba parte de las plazas de soberan¨ªa, sino del Protectorado, de manera que cuando Marruecos obtuvo la independencia en 1956 el islote pasar¨ªa a formar parte del nuevo Estado independiente.
Aunque no se nos oculta que los aspectos pol¨ªticos del asunto dificultan que se lo examine con esp¨ªritu objetivo e imparcial, lo que interesa subrayar aqu¨ª es que el contencioso entre Espa?a y Marruecos carece de base hist¨®rica en que sustentarse y, por lo tanto, no tiene raz¨®n de existir.
Mar¨ªa Rosa Madariaga es historiadora, autora de Espa?a y el Rif, cr¨®nica de una historia casi olvidada y de Los moros que trajo Franco... La intervenci¨®n de tropas coloniales en la guerra civil.
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