La mirada detenida
Hasta el pr¨®ximo 20 de octubre se podr¨¢ visitar, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la exposici¨®n titulada Vicente L¨®pez: la invenci¨®n de un cuadro de historia, en la que se han reunido 10 obras de este pintor, nacido en Valencia en 1772 y muerto en Madrid en 1850 a los 78 a?os. Con el comisariado de Xavier Bray, esta peque?a gran muestra est¨¢ concebida dentro de una serie, en la que, como tambi¨¦n ocurre en el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, y en otros grandes museos internacionales, se concentra la atenci¨®n en una obra o un episodio art¨ªstico palpitantes, trocando la cantidad por la calidad, o, si se quiere, la mirada 'extensa' por la 'intensa', con detenimiento. Interesante de por s¨ª, este tipo de iniciativa adquiere, en la actualidad, el valor a?adido de oponerse a la corriente dominante de muestras-espect¨¢culo, a partir de nombres famosos, acumulaci¨®n indiscriminada de obras y nula argumentaci¨®n de fondo. En el caso concreto que ahora nos ocupa hay adem¨¢s un m¨®vil gallardo al haber recibido el Museo de Bilbao, en calidad de dep¨®sito, el boceto preparatorio al ¨®leo, que sirvi¨® a Vicente L¨®pez para la realizaci¨®n del monumental cuadro Ciro el Grande ante los cad¨¢veres de Abradato y Pantea. Fechado hacia 1826, este boceto pertenece al coleccionista bilba¨ªno Guillermo de Barandiar¨¢n. Encargado al pintor por Fernando VII, la obra definitiva desapareci¨® en el incendio que sufri¨®, en 1915, el antiguo convento de las Salesas Reales, entonces sede del Palacio de Justicia, no cont¨¢ndose con ninguna reproducci¨®n fotogr¨¢fica, con lo que la exhibici¨®n del citado boceto, acompa?ado de otras nuevas piezas del propio L¨®pez en relaci¨®n con este asunto, constituye una operaci¨®n reconstructiva sumamente interesante.
VICENTE L?PEZ: LA INVENCI?N DE UN CUADRO DE HISTORIA
Museo de Bellas Artes de Bilbao Plaza del Museo, 2. Bilbao Hasta el 20 de octubre
A partir de los datos que he
mos dado ya se puede colegir el rico trasfondo de este gran cuadro destruido, cuyo encargo desvela, por de pronto, la intenci¨®n pol¨ªtica del controvertido Fernando VII, el cual, como oportunamente explica Xavier Bray, us¨® seguramente este tema antiguo, extra¨ªdo de la Ciropedia, de Jenofonte, para condolerse de la muerte del monarca franc¨¦s Luis XVIII, con cuyo ej¨¦rcito, el as¨ª llamado de 'Los cien mil hijos de san Luis', se abort¨® el trienio liberal en Espa?a y se restaur¨® el absolutismo de la 'D¨¦cada Ominosa', 1823-1833, la ¨²ltima del infausto reinado fernandino. Luego, que el cuadro probablemente estuviera expuesto en el entonces reci¨¦n creado Museo del Prado, del que Vicente L¨®pez fue director art¨ªstico, y que volviera a esta instituci¨®n, en 1874, por donaci¨®n de su nieto, Vicente L¨®pez Terr¨¦n, as¨ª como que finalmente quedara destruido por el incendio antes citado del Palacio de Justicia, tras ser all¨ª depositado por el Prado en 1883, convierte la historia de esta pintura en una sucesi¨®n de incidentes curiosos y aleccionadores.
De todas formas, sean cuales sean los m¨²ltiples hilos que tejen este apasionante asunto, que nos habla del mecenazgo y la ideolog¨ªa de Fernando VII, de la historia del Museo del Prado, de los entresijos art¨ªsticos de la construcci¨®n de un cuadro de historia, etc¨¦tera, no pueden obviar lo fundamental del mismo: su valor art¨ªstico. Un cuarto de siglo posterior a Goya, a quien sucedi¨® en cargos y prebendas cortesanos, Vicente L¨®pez qued¨® ensombrecido por la descomunal figura de su predecesor. No fue el ¨²nico, si pensamos en el tropel de muy notables pintores espa?oles contempor¨¢neos del genio aragon¨¦s, como Paret, Maella, Esteve, etc¨¦tera, pero, sin duda, fue L¨®pez el que se llev¨® la peor parte. Por lo dem¨¢s, al margen de las antipat¨ªas pol¨ªticas y los agravios comparativos que genere, a Vicente L¨®pez le toc¨® sobrevivir pintando centenares de retratos de una sociedad m¨¢s apagada y mezquina que la agitada y rutilante que rode¨® a Goya. Aun as¨ª, basta con hacer abstracci¨®n de estas circunstancias aleatorias y fijarse en c¨®mo pint¨® Vicente L¨®pez lo que pint¨®, desde sus primeros y refinad¨ªsimos cuadros religiosos de su etapa juvenil valenciana hasta los cuadros de historia de su madurez, como el que ahora nos ocupa, para percatarnos de que nos hallamos ante un artista de muchos quilates, aunque su personalidad y su biograf¨ªa no nos resulten rom¨¢nticamente atrayentes.
A trav¨¦s de los dibujos y bocetos pintados, que acompa?an al principal en esta exposici¨®n, no s¨®lo se nos permite entender la g¨¦nesis art¨ªstica del cuadro desaparecido, sino lo que ocurri¨® en la pintura espa?ola en el dram¨¢tico momento hist¨®rico del comienzo de la ¨¦poca contempor¨¢nea. Formado en medio de la pintura barroca crepuscular y del tibio neoclasicismo de Mengs, el longevo Vicente L¨®pez presenci¨® el formidable cataclismo de la ca¨ªda del Antiguo R¨¦gimen y de la tradici¨®n art¨ªstica, trat¨¢ndose de agarrar a lo que pudo, mientras ve¨ªa agitarse en su derredor no s¨®lo a Goya, sino a David y a los rom¨¢nticos. Es cierto que, como la mayor¨ªa de sus colegas de la ¨¦poca, no reaccion¨® con la fuerza de un genio, pero hay en ¨¦l, como pintor, notas de calidad, ma?a, oficio y tenacidad que no permiten hoy desde?ar su muy abundante y muy bien trabajada obra. En este sentido, y sin por ello tampoco olvidarnos del importante tema de la pintura de historia en el XIX aqu¨ª asimismo planteado, esta peque?a exposici¨®n merece ser considerada como un acontecimiento de mucha enjundia.
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