Mec¨¢nica y cartas al director
El mi¨¦rcoles, en El Peri¨®dico, leo una carta al director de Joaqu¨ªn Durall de Banyoles que me abre los ojos. Dice: 'Estaba cambiando el aceite debajo del coche cuando me di cuenta de que el cuerpo no me entraba en seg¨²n qu¨¦ posici¨®n'. El autor escribe que esto le hizo pensar que si una vez sufr¨ªa un accidente, el autom¨®vil actuar¨ªa como un molinillo. (Supongo que se refiere a que si le atropellan, el chasis har¨¢ las veces de picadora humana en lugar de pasarle por encima limpiamente). '?Por qu¨¦ los fabricantes hacen los coches tan bajos? ?Es que s¨®lo piensan en la velocidad?', se pregunta. Es cierto. Los fabricantes deber¨ªan pensar tambi¨¦n en la comodidad del atropellado. En la magn¨ªfica carta de don Durall se omiten datos importantes: sus medidas corporales, la posici¨®n a la que se refiere y la marca del veh¨ªculo. Pero dada la sensatez de su prosa ya intu¨ªmos que cuando explica que el cuerpo no le entraba en seg¨²n qu¨¦ posici¨®n, no se refiere a que no entraba de pie. Nunca he estado debajo de un coche como don Durall. No s¨¦ si quepo. Por eso salgo de casa con la carta en la mano y una cinta m¨¦trica para tomar medidas. El Seat C¨®rdoba est¨¢ separado 24 cent¨ªmetros del suelo. El Ibiza tambi¨¦n. El Toledo, 25. La gente me mira como si buscara una bomba, as¨ª que entro en el taller mec¨¢nico Momo, de la calle de Cal¨¤bria. La temperatura es muy fresca gracias a un ventilador casero hecho con un motor de calefacci¨®n sujeto a un soporte con una brida de pl¨¢stico y conectado a una bater¨ªa. El due?o, don Rodr¨ªguez, me atiende amablemente.
Salgo de casa con la cinta m¨¦trica para tomar medidas y saber si el usuario cabe bajo su coche
En el taller hay tres o cuatro coches que a primera vista parecen no aptos para que un cuerpo de persona se coloque debajo. El se?or Rodr¨ªguez me ense?a la parte posterior de un Volkswagen Passat con problemas de frenado que est¨¢ encima de un elevador. 'Esto es lo que ser¨ªa el conjunto del motor', me explica. 'Y esto es lo que ser¨ªa la suspensi¨®n'. Le pido al se?or Rodr¨ªguez si puede colocar el coche otra vez en el suelo. Lo hace. '?Yo cabr¨ªa ah¨ª debajo?', le pregunto. 'Pues no. Eso mide palmo, palmo y medio'. Tiene raz¨®n. La distancia entre el suelo y los bajos es de 19 cent¨ªmetros. No es mucho pero es el ¨²nico coche que tengo a mano para comprobar la sensaci¨®n de don Durall. Escondiendo barriga y roz¨¢ndome, podr¨ªa introducir el cuerpo hasta la zona pectoral que por muy poco (todo hay que decirlo) quedar¨ªa atascada. As¨ª que, entrando por los pies conseguir¨ªa colocar unos 107 cent¨ªmetros de mi anatom¨ªa, pero ser¨ªan 107 cent¨ªmetros completamente in¨²tiles porque la cabeza quedar¨ªa fuera. Por lo tanto, debo hacerlo al rev¨¦s. Pero entonces est¨¢ el problema de la nariz. Desde la nuca hasta ella mido unos 18 cent¨ªmetros. Metida en la parte inferior del coche me sobrar¨¢ s¨®lo uno, lo que dificultar¨¢ bastante mi empresa. Ahora bien, los mec¨¢nicos suelen usar la denominada carretilla: una plataforma con ruedas, que tiene siete listones para apoyarse encima y lograr desplazamientos c¨®modos por debajo del veh¨ªculo. Pero la carretilla mide 4 cent¨ªmetros de alto. Imposible permit¨ªrmela. Deber¨ªa meterme debajo del coche sobre una manta para no estropear mi modelo. Estoy segura de que don Durall, cuando cambi¨® el aceite, justo antes de escribir la carta, protegi¨® su espalda de alg¨²n modo. Pero la manta m¨¢s delgada del taller mec¨¢nico mide 1 cent¨ªmetro de grosor. ?C¨®mo saber si una manta, por el efecto del peso de un cuerpo, reduce moment¨¢neamente su volumen? Llamo a Tecnitex, Ingenieros SL. Es una consultor¨ªa de ingenier¨ªa industrial del ¨¢rea textil, de Terrassa. El se?or de Tecnitex cree que la manta se aplastar¨¢ un 50% pero me sugiere que para mayor seguridad llame a la empresa Mantas Paduana, con sede en Ontinyent, donde hay grandes especialistas. Lo hago y no me arrepiento. Me atiende un comercial del departamento t¨¦cnico que si de algo entiende es de mantas: 'Por lo que usted me comenta estar¨ªamos hablando de aplastamiento y reducci¨®n de volumen en manta acr¨ªlica, ?verdad?', se explaya. 'Bien. Lo que a usted le interesar¨ªa es una manta de avi¨®n, que es un, dir¨ªamos, objeto de cortes¨ªa, y reduce bastante su volumen, ya que, ojo, no est¨¢ pensada para que un cuerpo humano se ponga encima sino debajo. En resumen, con el peso de un cuerpo normal, de unos 60 kilos, la manta que usted tiene (siempre suponiendo que sea acr¨ªlica) se aplastar¨¢ un 50%, que ser¨¢ recuperado r¨¢pidamente si el tejido es de calidad. Espero haberle sido ¨²til'. Despu¨¦s de esta llamada me coloco encima de la manta sabiendo que me sobra todav¨ªa medio cent¨ªmetro. Me introduzco por la cabeza hasta la zona pectoral. Eso significa que puedo llegar a las partes que est¨¢n a menos de medio metro del per¨ªmetro del coche. Pero mis brazos deben estar todo el rato a 18 cent¨ªmetros de altura. Las manos no pueden unirse por encima de la cabeza, lo que limita casi al 100% las posibilidades de cambiar el aceite. Puedo mantenerlas estiradas en cruz. Por eso desde all¨ª abajo lo entiendo todo. O bien don Durall tiene un autob¨²s. O bien tiene un todoterreno. O bien es un huelguista de hambre con una cinturita de 10 cent¨ªmetros y una cabecita de 5. O bien es un ni?o de siete a?os aficionado a la mec¨¢nica y a enviar cartas al director. Sea quien sea, merecer¨ªa cobrar su carta al mismo precio que esta cr¨®nica.
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