Basura belicosa
Se disipa el amago de enfurru?o b¨¦lico en torno al pe?asco de Perejil del que estuvo pendiente el vecindario durante los ¨²ltimos d¨ªas. Mejor as¨ª. Mejor que el islote se convierta en lugar de encuentro entre vecinos con muchos problemas comunes; unos problemas que pueden solucionarse sin enfados ni tensi¨®n, y sin apelaciones a las v¨ªsceras por muy patri¨®ticas que sean. A la aprendiz de isla Perejil tuvimos la mayor¨ªa de los valencianos que buscarla primero en el mapa, y luego enterarnos de que de atr¨¢s le ven¨ªa el pico al garbanzo. Que la historia est¨¢ llena de contenciosos entre vecinos, y ¨¦ste era uno de ellos. Otras controversias o litigios son m¨¢s contempor¨¢neos, m¨¢s de ahora mismo; no revisten la gravedad de los conflictos hist¨®ricos, aunque no dejan de ser importantes entre los vecinos, y aunque no necesiten de fragatas, banderas, gendarmer¨ªa real o ca?oneras, por lo menos hasta la fecha. Pongamos que nos referimos a la guerra de las basuras.
Las basuras y los vertederos incontrolados son una realidad en nuestra geograf¨ªa inmediata que no hay que ir a buscar en un mapa. Est¨¢n por doquier. Nuestros cauces secos, nuestros barrancos, nuestros solares abandonados, los ¨¢ngulos que quedan entre viales p¨²blicos y tierras de cultivo ofrecen con frecuencia una imagen destartalada, insalubre y fea. En la provincia de Castell¨®n, y lo acaba de indicar el Comit¨¦ Econ¨®mico de la Comunidad Valenciana, casi la mitad de la basura y los residuos que generamos van a parar a vertederos incontrolados. Un entorno agredido y no por buques de guerra sino por la desidia y la irresponsabilidad de algunos inc¨ªvicos vecinos, mientras la mayor¨ªa lamenta la agresi¨®n, y los responsables municipales y provinciales miran hacia otro lado. No hay al parecer fuerzas del orden o legi¨®n municipal o provincial, bajo el mando de Carlos Fabra, que devuelva con rapidez nuestra geograf¨ªa a su anterior statu quo. Aqu¨ª se tiene un cierto miedo a sancionar los comportamientos agresivos contra el entorno, quiz¨¢s porque muchos de nuestros dirigentes municipales y provinciales vean electores, donde la ciudadan¨ªa responsable ve irresponsables en lo que es de todos. No tienen enfrente a un contendiente los actuales vertederos incontrolados.
S¨ª tienen contendientes conocidos, sin embargo, los vertederos controlados. Y ¨¦sa es la otra cara de esta guerra sin fusiles tan actual y cotidiana. De esa guerra que nos lleg¨® en el reverso del progreso, la prosperidad y el bienestar que disfrutan los pa¨ªses desarrollados. Generamos miles de toneladas de desperdicios, desechos y residuos, y no sabemos qu¨¦ hacer con ellos. Los vecinos del Valle de Ayora no quieren los olores controlados de la basura de cientos de miles ciudadanos de otras comarcas y ciudades. En Altura, en el Alto Palancia, son los vecinos vigilantes quienes impiden que los camiones depositen la indeseada carga en un vertedero controlado y saturado; una carga procedente de la comarca vecina del Camp de Morvedre que tampoco sabe qu¨¦ hacer con la porquer¨ªa que genera. Vecinos contra vecinos sin armas ni tanquetas en esta indeseable guerra de las basuras.
Y mientras se acaba de encauzar el contencioso entre vecinos de Perejil, no estar¨ªa de m¨¢s el que autoridades auton¨®micas y oposici¨®n, municipios y provincias, colectivos en defensa del entorno, vecinos de aqu¨ª y de all¨¢, se sentasen en una mesa, y cuanto tiempo fuese necesario, para encauzar hacia una soluci¨®n el problema de las basuras controladas y de los incontrolados vertederos.
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