Conque esas tenemos
Ser¨ªa muy de lamentar que el pronto farruco de Aznar lleve a sumar al problema del norte la apertura de un frente sur, arriesgando que le monten una Marcha Verde en v¨ªsperas de su retiro
Argucias
Que la pol¨ªtica es la artesan¨ªa de la triqui?uela por delegaci¨®n est¨¢ muy claro para los vecinos, votantes en una proporci¨®n algo superior a los dos tercios por aquello de que el ganador controla los reglamentos y los presupuestos p¨²blicos. Cuando se escenifica un debate parlamentario como el de hace unos d¨ªas, los protagonistas asumen sin remilgos el papel de una pareja mal avenida que se lanza en p¨²blico los reproches m¨¢s amargos y los datos de estirpe concluyente. Es frecuente que uno presuma de lo que ha hecho, mientras que el otro le echar¨¢ en cara todo aquello que desde?¨® hacer. As¨ª las cosas, hay que decir que Zapatero tuvo a Aznar casi contra las cuerdas en varios momentos de la disputa, y eso que prefiri¨® no hacer sangre en el turno de las pasiones no correspondidas. Le bast¨® con aludir al misterio del cambio de caballos -y vaya un cambio- en mitad de trayecto de una diligencia con rumbo m¨¢s sospechado que conocido.
Ser¨ªa muy de lamentar que el pronto farruco de Aznar lleve a sumar al problema del norte la apertura de un frente sur, arriesgando que le monten una Marcha Verde en v¨ªsperas de su retiro
Sombras de sospecha
Para seguir con lo anterior, en el banco azul se mascaba la inquietud inm¨®vil de Mariano Rajoy en cuanto advirti¨® que Zapatero no picaba ni uno de los anzuelos que se le tend¨ªan, la concentraci¨®n de un Rodrigo Rato tomando apuntes como pendiente de la selectividad, el culo de mal asiento del razonablemente inquieto Josep Piqu¨¦ y la desenvoltura de antigua asamblearia universitaria de Pilar del Castillo, que tuvo la mala fortuna de ser aposentada junto a un novato Eduardo Zaplana mascullando una y otra vez su amplio repertorio de sonrisas de conejo al percatarse de que aquello no era el paseo triunfal que le hab¨ªan prometido. Lo m¨¢s sorprendente es que ning¨²n ministro se sobresalt¨® por la atroz circunstancia de compartir bancada con el pollo de Cartagena. Habr¨¢n preferido aplazar hasta el oto?o la inevitable pesadumbre.
El pr¨®ximo oto?o
No deja de ser misterioso, voces del alto mando aparte, que un tipo tan largo como Zaplana -y estoy hasta el gorro de comentar estos asuntos- acepte un ministerio candente cuando apenas quedan dos a?os para que su g¨¦lido jefe de filas abandone el barco. Ni los asuntos sociales y de trabajo se arreglan con un par de rebajas por fin de temporada ni los pollos con los que se encontrar¨¢ el de Cartagena le situar¨¢n en posici¨®n de privilegio para la eventualidad sucesoria, no siendo precisamente de sangre real. De momento, nuestro por fortuna ex presidente hace de todo para quedarse en Madrid, aunque sea como honorable senador, a fin de que por aqu¨ª, encantados por otra parte con su ausencia, no vuelva a hablarse de lo suyo. Tambi¨¦n puede pasar que el ahora honorado Olivas quiera seguir si¨¦ndolo y se monte la de Camps es Cristo en v¨ªsperas navide?as.
V¨ªsperas coincidentes
Hace algunos a?os, Alfonso Sastre estren¨® una obra sin mayor inter¨¦s que se llamaba algo as¨ª como Los ¨²ltimos d¨ªas de Kant contados por E.T.A. Hoffmann, uno de esos t¨ªtulos que los cursis de universidad llaman polis¨¦mico y del que el autor estaba muy orgulloso porque consegu¨ªa, de paso, colar unas siglas que s¨®lo literalmente se refer¨ªan al autor de tantos relatos fant¨¢sticos. Pod¨ªa entenderse tambi¨¦n que el guevarista de mesa camilla del radicalismo vasco confiaba en que la Ilustraci¨®n finiquitar¨ªa a manos de su grupo armado preferido, horizonte por lo dem¨¢s bastante improbable en todas las hip¨®tesis. Eso y mucho m¨¢s no quita que resulte sospechoso el hallazgo de un zulo de los asesinos investigado durante a?os que va y se descubre -para alegr¨ªa de todos- en medio del debate sobre el estado de la Naci¨®n, porque tambi¨¦n la lucha contra esos cantama?anas doblemente armados debe eludir las velas de aniversario.
A todo trapo
Firmeza, se?ores. La espa?olidad de lo que queda de las plazas africanas se afirma incluso con las armas (con lo f¨¢cil que resulta atenerse a la veracidad de los mapas), y ah¨ª est¨¢ la gran figura defensiva de Federico Trillo, quien desde?ando las dudas hamletianas monta una operaci¨®n de helic¨®ptero artillado para desalojar a los moros del islote llamado, seg¨²n unos, Perejil, Laila seg¨²n otros, para depositar all¨ª despu¨¦s a una veintena de recios legionarios. Una tropa que ha prescindido de su mascota caprina porque en ese lugar remoto no hay m¨¢s que cabras. Conviene ahorrarse las simetr¨ªas gibraltare?as para sugerir que la raz¨®n queda del lado de esa pobre mujer que ha mirado por sus cabras -y no como otros- durante a?os y ahora se encuentra invadida primero por el Islam y despu¨¦s por el Guerrero del Antifaz, y ha pedido que la dejen como estaba. La de efectos colaterales que ha tenido el debate sobre nuestra naci¨®n. Y los que tendr¨¢.
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