Obediencia debida
Me abstuve de pasar el 18 de julio por el Ministerio del Medio Ambiente para comprobar en su fachada si el Ayuntamiento de Madrid hab¨ªa cumplido con la obligaci¨®n de mantener el decoro de la estatua ecuestre de Franco. Supongo, sin embargo, que nuestro alcalde no habr¨¢ depuesto su entusiasmo o su conformidad en ese cumplimiento de un deber que seguramente tendr¨¢ por hist¨®rico y un poco sentimental. Digo sentimental por la raz¨®n, quiz¨¢ anecd¨®tica, de que gran cantidad de j¨®venes correligionarios suyos ve¨ªan, cada 18 de julio, salir a pap¨¢ de casa, vestido de etiqueta o uniforme, para celebrar con el dictador la fecha de la sublevaci¨®n contra la ley. Y por los muchos amigos y compa?eros que tuvo en UCD, primero, y ahora en el PP, que festejaron en La Granja al Caudillo en compa?¨ªa de algunas folcl¨®ricas, a las que Manzano lleva de protagonistas a sus eventos castizos. Pero su respeto a la estatua debe provenir, sin duda, de un acto de coherencia: si su partido se ha negado a condenar en el Parlamento la matanza que justifica que muchos ciudadanos dem¨®cratas no queramos ver en la calle un monumento a su autor, la estatua es lo de menos, y por qu¨¦ va a ser ¨¦l quien la retire. Es tan disciplinado y tan considerado con los suyos que tampoco ha recordado que la soberan¨ªa del territorio en el que se aposentan Franco y su caballo es compartida con el Gobierno, y que si bien es obligaci¨®n suya limpiar las pintadas, y no s¨¦ si alimentar al caballo y poner flores al dictador, parece que la propiedad de esa provocaci¨®n a la reconciliaci¨®n nacional la gestiona Jaume Matas, miembro de un Ejecutivo al que las estatuas de Franco no s¨®lo no le molestan, sino que tal vez le parezcan necesarias.
En cualquier caso, no es el momento m¨¢s oportuno para pedirle al alcalde que cambie la escultura de Franco cuando el cambiado ha resultado ¨¦l y no de los mejores modos. M¨¢s bien parece el momento adecuado para recordar a su favor que as¨ª como el engendro de violetera de la esquina de Alcal¨¢ no fue cosa suya, aunque conocidos sus gustos lo pareciera, tampoco la estatua del dictador fue iniciativa de Manzano, aunque se le atribuya toda estatua ecuestre de tanto poner caballos de bronce en la calle para adornar Madrid a su manera, que es una de las peores maneras de adorno que conoce Madrid. Ahora, cuando en Ferrol han ca¨ªdo de s¨²bito en la cuenta de a qu¨¦ paisano honraban y lo horrorosa que era su estatua ecuestre, y la han mandado en consecuencia a un recinto menos p¨²blico, nuestro buen alcalde ha rehusado seguir ese ejemplo con una menci¨®n a sus antecesores: si ni Tierno, ni Barranco, ni Sahag¨²n, m¨¢s antifranquistas que ¨¦l, por supuesto, asumieron esa responsabilidad, por qu¨¦ ha de ser ¨¦l, y ahora, quien le niegue al Caudillo su homenaje.
No s¨®lo evidencia, y en este caso con justicia, la inhibici¨®n de los que estuvieron antes en la alcald¨ªa, en la l¨ªnea de lo que en cualquier materia y casi en toda instancia hace el PP, sino que de alguna manera viene a enjuiciarse ¨¦l, que es ya, tambi¨¦n, el pasado de s¨ª mismo, un pasado al que ahora parece pedir cuentas lo que queda de Alv¨¢rez del Manzano. Esa resistencia a hacer lo que no hicieron los anteriores, y que le impide ahora retirar la estatura, bien podr¨ªa haberle servido para ahorrarse algunas iniciativas lamentables, pero como tampoco ha hecho lo que los otros hicieron es de suponer que su pol¨ªtica se ha caracterizado por no hacer nada, hacer todo lo contrario o hacer lo inimaginable. Lo cierto es que si bien sus antecesores no fueron especialmente celosos en el retiro de la estatua ecuestre, tampoco mostraron la devoci¨®n que, dentro de lo inimaginable, siente Manzano por los caballos de bronce en general, de modo que es otro acto de coherencia su renuncia a descabalgar a Franco. Y si la primera parte de su respuesta a la pregunta de por qu¨¦ no retiraba la escultura consisti¨® en advertirnos de que no va a hacer lo que otros no hicieron, la segunda pod¨ªa haber sido que el que venga atr¨¢s arree, dejando para Ruiz-Gallard¨®n cualquier gesto de progre.
Pero no habr¨¢ querido meter tan pronto a su sucesor en semejante compromiso, y la verdad es que tanto de este como de otros candidatos hay compromisos que nos urgen m¨¢s, as¨ª que reconozcamos la fidelidad del alcalde a su partido y quiz¨¢ a muchos de sus votantes: no hace nunca nada que entre en contradicci¨®n con el PP y tiene demostrada, en esto como en todo, la obediencia debida.
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