Paisajes panor¨¢micos
El paisaje es uno de los g¨¦neros con m¨¢s arraigo en todas las ¨¦pocas de la fotograf¨ªa. Las excursiones daguerrianas nos remiten a unos primeros tiempos donde jugaba un papel esencialmente documental. Al descubrimiento e inventario de los innumerables lugares del planeta le sucedi¨® la evocaci¨®n de sentimientos provocados por espacios campestres o rincones de ciudad.
Adem¨¢s de estas investigaciones tan personales, la fotograf¨ªa de paisaje se manifiesta de manera recurrente como una herramienta inmejorable para la informaci¨®n y la memoria, una trayectoria donde podemos encuadrar, desde la refotograf¨ªa, que permite comparar la evoluci¨®n en el paisaje de antes y despu¨¦s, a las tomas a¨¦reas, con sus enigm¨¢ticos y fascinantes descubrimientos. As¨ª mismo, cabe la posibilidad de una combinaci¨®n entre la vertiente topogr¨¢fica y emocional.
Las panor¨¢micas de Wim Wenders (D¨¹sseldorf, 1945) exhibidas en las salas del tercer piso del Guggenheim de Bilbao se mueven por derroteros polivalentes. Adem¨¢s, sus dimensiones cinemasc¨®picas remueven con gran contundencia la sensibilidad de los espectadores. Inevitablemente, esta labor fotogr¨¢fica debe entenderse desde la polifac¨¦tica personalidad de su autor. En 1966, sin terminar sus estudios de Medicina y Filosof¨ªa en su pa¨ªs natal, march¨® a Par¨ªs, todav¨ªa capital de las artes, para estudiar pintura, trabajar como grabador y asistir a la Cinemath¨¨que Fran?aise. De vuelta a Alemania, ingres¨® en la Escuela Superior de Cine y Televisi¨®n de M¨²nich. De all¨ª, a la actividad profesional y a la fama con la pel¨ªcula El amigo americano en 1977. Ha sido actor, director de cine y teatro, guionista, pintor y escritor.
Ahora, en la muestra Im¨¢genes de la superficie de la Tierra podemos contemplar sus trabajos fotogr¨¢ficos realizados a lo largo de veinte a?os. Son paisajes que tal como indica el propio autor 'se mueren por contarte sus historias' y por supuesto cuentan muchas. M¨¢s all¨¢ de encontrar en ellos referencias a una u otra de sus pel¨ªculas, o influencias de uno o muchos otros artistas, llaman la atenci¨®n por la sencillez de su belleza que resulta exultante.
Las tomas parecen evitar intencionadamente la presencia humana, pero llegado el momento los espacios desiertos incorporan la figura del hombre como un elemento m¨¢s, sin especial protagonismo, con discreci¨®n y eficacia. Con luces que pueden llegar de cualquier punto, el realizador combina tomas horizontales y verticales con la misma soltura. La magia de las placas de gran formato ofrecen una nitidez incontestable y una profundidad de campo que nos lleva de lo general a los detalles con la fuerza de un im¨¢n. Adem¨¢s de verse, las fotos necesitan ser contempladas con sosiego, barridas de cabo a rabo con la mirada, descubriendo sus m¨¢s rec¨®nditos detalles, para descubrir trozos del alma de los pa¨ªses recorridos.
Ense?a Israel desde el Mar de Galilea al amanecer, con unas tomas verticales de Jerusal¨¦n visto desde el Monte de los Olivos, donde una di¨¢fana c¨²pula dorada contrasta con la basura de un vertedero, o desde el monte Si¨®n donde el contraste lo da un cementerio. El paseo mar¨ªtimo de Tel Aviv con las luces violetas de un atardecer acompa?ando a unos jovenes paseantes ofrece un toque de ternura. Otra vertiente de sentimientos aflora en Jap¨®n cuando vemos el interior de un monasterio con luces tamizadas o los detalles de una roca y el frescor del musgo.
Wenders define La Habana con la verticalidad de un edifico rosa, otro naranja, el rinc¨®n de un limpiabotas, algunos viejos cadillacs y sobre todo con la energ¨ªa de un chiquillo bateando una pelota en una calle an¨®nima de la capital cubana. Australia la ense?a desde el inmenso cr¨¢ter provocado por un meteorito o por un Valle de los Vientos donde una ladera de monta?a revive la idea de una calavera. EEUU est¨¢ en algunas vistas urbanas del Medio Oeste, en un cementerio indio bajo nubes de tormenta o un pintoresco vaquero de espaldas.
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