La memoria hist¨®rica
Felipe Gonz¨¢lez se refer¨ªa a los malos presagios que, lo que ¨¦l considera la extra?a crisis, suponen al comienzo del siglo XXI. Es importante que un ex jefe de Gobierno que siempre ha estado bien relacionado con EE UU aborde el tema p¨²blicamente, mostrando su preocupaci¨®n, porque su palabra puede llegar m¨¢s lejos y obtener m¨¢s efecto que la de un ciudadano de a pie. Pero lo cierto es que los motivos de preocupaci¨®n y de inquietud por el momento que atraviesa el mundo son grandes y que la incertidumbre puede comportar elementos de desmoralizaci¨®n sobre el futuro de la democracia.
Las personas de mi generaci¨®n hemos conocido experiencias a lo largo de la vida que nos hacen particularmente sensibles a determinados peligros. Las vivencias de los a?os treinta y principios de los cuarenta del siglo XX nos han dejado una profunda huella. Aqu¨¦l fue un momento en que pareci¨® que las libertades pod¨ªan ser aniquiladas en este planeta. El fascismo avanzaba en Europa y en otros continentes. Su peligro proven¨ªa de que se hallaba instalado en tres de los Estados mundiales m¨¢s desarrollados, con una gran potencia militar e industrial. Alemania, Jap¨®n e Italia. Tan poderosas que consiguieron dominar a Europa y gran parte de Asia poseyendo complicidades en otros continentes.
En el a?o 1945, llegamos a creer que la pesadilla hab¨ªa terminado, tras una terrible guerra mundial en la que hab¨ªan perecido sesenta millones de seres humanos. Un precio terrible que pens¨¢bamos iba a servir de escarmiento para las generaciones futuras.
La contradicci¨®n que domin¨® despu¨¦s la pol¨ªtica mundial se estableci¨® entre los pa¨ªses capitalistas y los pa¨ªses del llamado socialismo real. Pero era ya otra cosa y se desarrollaba ya en el marco de un nuevo orden mundial, surgido de la segunda guerra y bastante m¨¢s s¨®lido y eficiente que el existente, bajo los auspicios de la Sociedad de Naciones, entre dos guerras. La ONU todo y con sus debilidades fue capaz de resolver diversos problemas y consigui¨® mantener un cierto semblante de orden durante medio siglo. En ese tiempo se desarroll¨® un importante movimiento de los pa¨ªses no alineados que tuvo un car¨¢cter progresista y que incorpor¨® a la pol¨ªtica mundial a Estados no desarrollados que comenzaron a progresar. Este movimiento no gust¨® nunca mucho a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, pero desde luego tropez¨® con la hostilidad de medios poderosos de Occidente y particularmente de los Estados Unidos que lo ve¨ªan como un obst¨¢culo al neocolonialismo.
En este periodo se mantuvieron escasos reductos del fascismo que trataron de apoyarse en la pol¨ªtica de la guerra fr¨ªa, pero fueron descomponi¨¦ndose y al final hab¨ªan desaparecido: el ¨²ltimo fue Espa?a.
Por un fen¨®meno de implos¨ª¨®n desaparecieron a fines de ese periodo los sistemas del socialismo real en Europa. Se termin¨® la guerra fr¨ªa y comenz¨® a hablarse de un nuevo orden internacional. Surgi¨® la globalizaci¨®n, el pensamiento ¨²nico, la supremac¨ªa del mercado, la desregulaci¨®n de la econom¨ªa. Todo ello en el marco de un mundo en el cual los Estados Unidos acumulan un poder pol¨ªtico, militar y financiero que les proporciona una clara hegemon¨ªa.
En estas condiciones el desarrollo de la pol¨ªtica interior norteamericana ha colocado en el poder a los representantes m¨¢s caracterizados de lo que Eisenhower llam¨® el complejo militaro-industrial de aquel pa¨ªs. Fue en unas elecciones cuya legitimidad y limpieza estuvieron debati¨¦ndose meses, hasta que al final el Tribunal constitucional, gracias a la mayor¨ªa republicana, declar¨® electo a Bush y su vicepresidente Cheney, dos petroleros de historia empresarial dudosa, como est¨¢ comprob¨¢ndose actualmente, con un programa belicista y una voluntad de dominaci¨®n mundial tan manifiesta como su desconocimiento del mundo.
Y el 11 de septiembre del pasado a?o se produce el ataque a las torres gemelas y al Pent¨¢gono, que ampliamente difundidos por televisi¨®n, sobrecogieron de espanto a todo el planeta. En el primer momento, la emoci¨®n producida hizo que la opini¨®n p¨²blica asumiera la declaraci¨®n de la guerra mundial al terrorismo como una reacci¨®n l¨®gica al acto de barbarie.
Pero la utilizaci¨®n hecha despu¨¦s de esta declaraci¨®n de guerra levanta la sospecha de que el b¨¢rbaro atentado le ha venido muy bien a la Administraci¨®n Bush-Cheney para lograr la militarizaci¨®n de la vida pol¨ªtica que algunos periodistas norteamericanos hab¨ªan comenzado a denunciar ya antes de lo sucedido el 11 de septiembre.
La declaraci¨®n de guerra es un buen recurso para cerrar la boca, en nombre del patriotismo a los discrepantes. En un pa¨ªs en guerra cualquier oposici¨®n puede ser tachada de quintacolumnista. Es un arma que Bush y Cheney est¨¢n utilizando ampliamente para contrarrestar las investigaciones que han revelado que las agencias de inteligencia tuvieron en tiempo ¨²til informaciones suficientes para tratar de abortar el atentado.
La declaraci¨®n de guerra sirve tambi¨¦n para suprimir libertades civiles y militarizar la justicia, para controlar m¨¢s severamente la informaci¨®n y sembrar el p¨¢nico entre la poblaci¨®n haci¨¦ndole creer que de un momento a otro van a caer sobre ella armas biol¨®gicas e incluso nucleares. La declaraci¨®n de guerra ha servido incluso para autorizar a la CIA a cometer asesinatos y permitir a los servicios de informaci¨®n ocultar la verdad difundiendo mentiras, en nombre de la necesidad de desinformar al enemigo. Las acusaciones contra terceros pa¨ªses hechas para justificar incluso una agresi¨®n militar pueden ser puras mentiras justificadas en nombre del patriotismo, del inter¨¦s superior de los EE UU. As¨ª ha sucedido con la acusaci¨®n de que Cuba fabricaba y exportaba t¨¦cnicas de guerra biol¨®gica, desmentidas por el ex presidente Carter desde el mismo local en La Habana que supuestamente produc¨ªa tal tecnolog¨ªa. ?ltimamente la Administraci¨®n norteamericana se propone crear una red de millones de informadores, convirtiendo en confidentes y soplones a fontaneros, electricistas, carteros etc¨¦tera, etc¨¦tera. Toda una serie de gentes que por la especificidad de su trabajo tienen acceso a viviendas privadas. As¨ª funcionaba la Gestapo de Hitler.
De esta suerte la democracia de EE UU, que lleg¨® a ser el pa¨ªs donde las libertades individuales adquirieron la mayor amplitud, est¨¢ convirti¨¦ndose en un Estado policiaco y militarista, ante la mirada sorprendida y seguramente asustada del resto de la Humanidad. Y todo ello encabezado por unos personajes que en Europa estar¨ªan sometidos a los Tribunales ordinarios por fraude y mala gesti¨®n empresarial.
Ya s¨¦ que escribir esto no entra hoy en la categor¨ªa de lo pol¨ªticamente correcto. S¨¦ que mucha gente lo piensa, pero no se decide a decirlo. Pero si en los mismos EE UU hay gente que tambi¨¦n lo piensa y asume el riesgo de decirlo antes de que sea demasiado tarde ?por qu¨¦ en el resto del mundo no vamos a apoyarles dici¨¦ndolo tambi¨¦n?
Porque hoy podr¨ªan pasar cosas peores que en los a?os treinta y primeros cuarenta si ese rumbo no se corta a tiempo. En aquellos a?os el peligro no estaba en los peque?os dictadores de los pa¨ªses subdesarrollados, sino en las dictaduras de pa¨ªses desarrollados como Alemania, Jap¨®n e Italia unidos en un eje. Hoy el peligro no es Sadan Hussein; es el complejo militar industrial norteamericano. Un peligro que amenaza, ante todo, al pueblo y a las libertades de EE UU.
Santiago Carrillo ha sido secretario general del PCE.
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