Despilfarro consentido
El autor sostiene que el persistente aumento del gasto farmac¨¦utico se debe a las pol¨ªticas gubernamentales.
El escandaloso galope del gasto farmac¨¦utico p¨²blico es una noticia recurrente en los medios espa?oles desde hace m¨¢s de diez a?os. Por su persistencia, podr¨ªa entenderse que es un fen¨®meno incontenible, una rara fatalidad que azota el Sistema Nacional de Salud. Pero no es tal cosa. Ese crecimiento incesante y desmesurado (en 2001, el consumo de f¨¢rmacos absorbi¨® no menos del 33% de los recursos financieros del Sistema), ins¨®lito y aun absurdo en todo el mundo industrializado, es la consecuencia natural de la pasmosa pol¨ªtica farmac¨¦utica de entretenimiento o de parip¨¦, de s¨®lo hacer que se hace, mantenida en Espa?a. El gasto farmac¨¦utico no se modera porque el Gobierno no quiere. Los siguientes hechos dejan pocas dudas de que es un despilfarro consentido:
El aumento del consumo de medicinas en 2000 fue del 14% y no, como se ha dicho, del 7,6%
1. Las medidas de contenci¨®n que se aplican est¨¢n desvirtuadas, cuando no son contraproducentes. As¨ª, las listas negativas (medicamentos excluidos del Sistema), compuestas en gran parte por productos envejecidos, estimulan el consumo -efecto rebote- de sustitutos modernos de precios altos; los gen¨¦ricos, maltratados por una legislaci¨®n sectaria y limitaciones oficiosas; los precios de referencia, restringidos a una estrecha franja del mercado, el 10%, y sujetos a condiciones confusas que envilecen y limitan el uso de gen¨¦ricos; los asesores farmac¨¦uticos de algunos servicios auton¨®micos, in¨²tiles e inconvenientes porque su informaci¨®n farmacol¨®gica es inevitablemente inferior a la que puede tener el m¨¦dico (¨²nico profesional capaz de conocer el medicamento en el enfermo, conocimiento decisivo) y recargan el gasto farmac¨¦utico con gastos fijos de personal. Las rebajas de m¨¢rgenes de farmacia y almac¨¦n, incapaces de influir en el volumen y en la tendencia del consumo; y el peregrino Plan Integral de Medidas de Control del Gasto Farmac¨¦utico y Uso Racional del Medicamento, de nombre pomposo, cuya elaboraci¨®n fue instada al Gobierno por el Congreso de los Diputados y que, con extra?a ingenuidad, pretende conciliar por el mero di¨¢logo situaciones e intereses irreconciliables por naturaleza.
2. Los pactos con la industria farmac¨¦utica que, a un bajo coste para ¨¦sta, atan las manos al Gobierno y autorizan de hecho la expansi¨®n del gasto. En el ¨²ltimo (octubre de 2001), el Gobierno incluso adquiere chocantes, si no ilegales, compromisos: a) se obliga a la perversi¨®n de ser un gestor ineficiente, puesto que el pacto impl¨ªcitamente proh¨ªbe que sean eficaces las medidas de contenci¨®n a usar (las limita a dos, gen¨¦ricos y precios de referencia, muy desmadejadas y en cualquier caso incapaces de llegar al coraz¨®n del gasto, que son los nuevos productos) y adem¨¢s coarta el ahorro posible, estableciendo que el gasto farmac¨¦utico no podr¨¢ rebajarse en m¨¢s de 50.000 millones de pesetas (300 millones de euros) al a?o; as¨ª pues, el Gobierno se obliga por acuerdo solemne a no utilizar todas las medidas ni hacer todo lo necesario para gestionar con eficiencia el dinero p¨²blico destinado a la prestaci¨®n farmac¨¦utica: el administrador se compromete a administrar mal, y b) renuncia por casi nada a su poder de comprador ¨²nico o monopsonio: el Gobierno recibir¨¢ de la industria, como aportaci¨®n pactada, entre 8.000 y 17.000 millones de pesetas (48 y 102 millones de euros), el 0,8% y el 1,7% de los ingresos de la industria en 2000 (1 bill¨®n 15.000 millones de pesetas), porcentajes mezquinos, mucho m¨¢s bajos que los descuentos 'extra' que la industria concede habitualmente a almacenes y farmacias.
3. Espejismos estad¨ªsticos. En algunos a?os del pasado decenio, 1993, 1994, 1997 y 2000, la tasa de crecimiento del gasto farmac¨¦utico fue inferior a dos d¨ªgitos, y, claro, cada vez, dio lugar a proclamas oficiales de victoria. Pero esos datos matem¨¢ticos temporales no son otra cosa que espejismos estad¨ªsticos producidos por la comparaci¨®n enga?osa de dos cantidades heterog¨¦neas, procedente cada una de costes distintos de los medicamentos. Pondr¨¦ un ejemplo: en 2000, el gasto subi¨® el 7,6%, dato resultante de comparar el gasto en 1999 con m¨¢rgenes de farmacia y precios, dir¨ªa, corrientes, y el gasto en 2000, con m¨¢rgenes y precios rebajados en un 6,4%. De forma que si el consumo de medicamentos en 2000 hubiera sido id¨¦ntico al de 1999, el Sistema habr¨ªa pagado un 6,4% menos, debido, no a medidas de contenci¨®n sino, sencillamente, a que los costes descendieron por recortes de m¨¢rgenes y precios. La tasa real de crecimiento del consumo farmac¨¦utico en 2000 ser¨ªa, pues, el 14%: 7,6% visible y pagado m¨¢s el 6,4% oculto y rebajado. Las tasas menores de dos d¨ªgitos han sido, en todos los casos, declives transitorios a tenor de rebajas y descuentos que maquillan los n¨²meros sin contener el galope del consumo.
4. El Gobierno omite las medidas de eficacia probada en otros pa¨ªses, como son: la cl¨¢usula de econom¨ªa sanitaria o estudio coste / efectividad (obligatorio en Australia, Canad¨¢-Ontario, Estados Unidos para Medicaid y seguros privados, Finlandia, Italia, Nueva Zelanda y en Francia, uno similar) que filtra el turbio torrente de nuevos productos, todos con precios muy altos -motor del crecimiento- y casi todos sin ventajas efectivas sobre sus similares preexistentes (el Patented Medicine Prices Review Board, de Canad¨¢, revis¨® en un periodo de ocho a?os 581 medicamentos nuevos y s¨®lo en 41, el 7%, encontr¨® mejoras reales, Health Affairs, 20-3-99), y permite fijar el precio de cada uno con su valor terap¨¦utico, es decir, su utilidad social; unos precios de referencia sustanciales, que comprendan diversos grupos de f¨¢rmacos y extiendan as¨ª la competencia por el precio a una porci¨®n considerable del mercado (el 60% en Alemania o el 90% en Holanda); unos gen¨¦ricos vigorosos, con incentivos a su capacidad competitiva; el presupuesto global o el indicativo y los formularios con apuntes econ¨®micos que estimulen la atenci¨®n del m¨¦dico hacia la prescripci¨®n eficaz y barata. Todo esto que, efectivamente, modera el gasto se omite con descaro en la sanidad p¨²blica espa?ola.
5. Grave erosi¨®n del Sistema Nacional de Salud. La continua ampliaci¨®n de la cuota financiera de la prestaci¨®n farmac¨¦utica (en 1991, el 22%, ya desmedido; diez a?os despu¨¦s, en 2001, el 33% o m¨¢s del gasto sanitario p¨²blico) se produce, claro, a costa de reducir los recursos y posibilidades de los restantes sectores del Sistema. El enorme y creciente peso de un gasto farmac¨¦utico que galopa a rienda suelta ahoga el desarrollo de la sanidad p¨²blica.
Enrique Costas Lombard¨ªa es economista.
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