El esperpento se hace terror
Rodolfo Galimberti fue toda su vida un pesado, un hombre que acostumbraba a vivir armado y hac¨ªa de la violencia su forma de vida. Ya era un pesado cuando se vincul¨® en su adolescencia a los grupos nazi fascistas caracterizados por su antisemitismo, lo sigui¨® siendo a?os m¨¢s tarde cuando, como Galimba, se vincul¨® a la Tendencia Revolucionaria del Peronismo y a los Montoneros y muri¨® como un pesado, despu¨¦s de haber vendido su alma al diablo para hacer negocios con quienes hab¨ªa secuestrado a?os atr¨¢s o con los torturadores de sus antiguos compa?eros. Si algo caracteriz¨® su vida fue su pasi¨®n por los fierros (las armas), las motos y las mujeres, en una mezcla bastante amoral de su concepci¨®n de la er¨®tica del poder.
GALIMBERTI. CR?NICA NEGRA DE LA HISTORIA RECIENTE DE ARGENTINA
Marcelo Larraquy y Roberto Caballero Aguilar. Madrid, 2002 698 p¨¢ginas. 23, 95 euros
Marcelo Larraquy y Roberto Caballero son los dos j¨®venes periodistas argentinos, autores de esta apasionante biograf¨ªa que se deja leer como una novela, que fueron capaces de recrear con pinceladas certeras un momento crucial de la reciente historia argentina. Cuando ellos se pusieron en contacto con Galimberti para que colaborara en su proyecto de escribir una biograf¨ªa suya, ¨¦ste, que estaba muy enfadado porque pensaba en una maniobra conspirativa en su contra, les explic¨® que hab¨ªa dos clases de biograf¨ªas: 'Las que se hacen a favor del protagonista, y ¨¦ste es el que la paga. Y las que se hacen en contra, que son operaciones de inteligencia. ?A ustedes qui¨¦n les paga?'. Por supuesto que despu¨¦s de semejante esfuerzo intelectual, don Rodolfo se qued¨® tan ancho. M¨¢s all¨¢ de lo anecd¨®tico, este relato nos muestra en cuerpo y alma a un personaje que ha hecho de la fuerza y la violencia su raz¨®n de ser, desplazando el di¨¢logo y la pol¨ªtica a rincones insospechados.
Uno de los principales m¨¦ri
tos de esta biograf¨ªa es que nos presenta, en primer plano, los delirios y los desvar¨ªos de una generaci¨®n de argentinos que pensaron que los atajos de la violencia eran el mejor camino para construir una sociedad justa y socialista, donde el mentado hombre nuevo guevariano tuviera un sitial de honor. Sin embargo, una vez m¨¢s, como ha ocurrido en otras partes de Am¨¦rica Latina y como est¨¢ ocurriendo actualmente en Colombia, las fronteras entre la lucha armada (hay quienes prefieren hablar lisa y llanamente de terrorismo) y la delincuencia com¨²n son muy tenues y f¨¢ciles de cruzar. La larga trayectoria vital de Galimberti muestra c¨®mo la violencia termina convirti¨¦ndose en una forma de vida y que para darle sustento en m¨¢s de una ocasi¨®n hay que robar, o secuestrar o inclusive traicionar a sus propios compa?eros, aunque todo tenga su correspondiente cobertura ideol¨®gica.
La Argentina de los a?os setenta y principios de los ochenta fue el reino del espanto y del terror. A la sinraz¨®n del terrorismo guerrillero se opuso la locura sistem¨¢tica del terrorismo de Estado arbitrado por la dictadura militar. La locura de las desapariciones, de las torturas, de los asesinatos de unos y otros, de los secuestros, fue el altar en el que se inmol¨® una generaci¨®n de argentinos. En todos esos a?os Galimberti logr¨® sobrevivir, esquivando a la muerte en m¨¢s de una ocasi¨®n. Su vida y sus peripecias tambi¨¦n nos muestran las conexiones internacionales de los movimientos terroristas. De este modo, vemos a Galimberti sirviendo en Beirut como oficial de la OLP. En su paso por el L¨ªbano captur¨® a un agente de la Inteligencia francesa, cuyo padre hab¨ªa perdido las manos en Argentina despu¨¦s de un atentado montonero, que posteriormente le salvar¨ªa la vida. Razones de la sinraz¨®n, Galimberti terminar¨ªa involucrado en m¨²ltiples negocios con su salvador y esp¨ªa.
Despu¨¦s del restablecimiento de la democracia en Argentina y una vez que pudo volver legalmente al pa¨ªs, qued¨® claro que Galimberti, como muchos otros de una trayectoria similar a la suya, no pod¨ªa adecuarse a una vida normal, desprovista del frenes¨ª de la guerra. Por eso termin¨® traicionando todos aquellos valores te¨®ricos por los que hab¨ªa luchado y se mont¨® en el mundo de los negocios, asoci¨¢ndose incluso con el millonario Jorge Born, a quien hab¨ªa secuestrado en los a?os setenta. Los autores especulan incluso con el hecho de que haya trabajado para la CIA. M¨¢s all¨¢ del personaje en s¨ª, que podr¨ªa ser claramente el protagonista de una obra de ficci¨®n, lo importante es su condici¨®n emblem¨¢tica, su car¨¢cter de s¨ªmbolo de ciertos argentinos que so?aron con un pa¨ªs imposible y que por intentar hacer realidad su sue?o no dudaron un instante en arrasar con lo que hab¨ªa. Lo terrible del caso es que a¨²n hoy son muchos los argentinos que se siguen lamentando de que la aventura de Galimberti, Firmenich y compa?¨ªa no hubiera llegado a buen puerto.
Argentina y sus demonios
COMO SI de un exorcismo se tratara, numerosos argentinos se han lanzado a la ardua tarea de arrancarse de encima los demonios que una y otra vez parecen atacarlos, ceb¨¢ndose en mancillar las virtudes patri¨®ticas que durante d¨¦cadas los hab¨ªan caracterizado. El grito ritual de
que se vayan todos,
acompa?ado por la r¨ªtmica letan¨ªa de las cacerolas, parece expresar el deseo popular de una catarsis profunda, lavando las culpas de los corruptos, de los ladrones y de los mafiosos, en definitiva, de los pol¨ªticos, los aut¨¦nticos chivos expiatorios de la actual coyuntura. Una lectura freudiana del
que se vayan todos,
en la l¨ªnea de extender el psicoan¨¢lisis a las calles, como propugnan algunos terapeutas rioplatenses, podr¨ªa llevarnos a la conclusi¨®n, obviamente falsa, de que los argentinos finalmente han decidido reconocer la parte de culpa que les toca en la actual cat¨¢strofe. No hay que olvidar que fueron ellos los que votaron una y otra vez no s¨®lo a Menem, sino tambi¨¦n a los candidatos menemistas al Parlamento, de la misma manera que votaron a muchos candidatos radicales y de otros partidos menores, todos ellos iguales consumidores de las pr¨¢cticas clientelares y corruptas que ahora quieren denunciar. Fueron ellos tambi¨¦n los que una y otra vez toleraron a sindicatos y sindicalistas corruptos y m¨¢s de una vez siguieron sus convocatorias de huelga general por motivos estrictamente pol¨ªticos contra gobiernos elegidos democr¨¢ticamente. Por el contrario, la mayor parte de las explicaciones al uso, como las presentadas en los libros de Carlos Gabetta, Horacio V¨¢zquez-Rial y Daniel Cecchini y Jorge Zicolillo, se sustentan en los mismos t¨®picos de ahora y de siempre, que tras mirarse una y otra vez al ombligo suelen girar en torno a teor¨ªas conspirativas que hablan de las tramas internacionales urdidas contra la prosperidad argentina. Daniel Cecchini y Jorge Zicolillo, autoproclamados periodistas de investigaci¨®n, muy en la l¨ªnea del que con tanto ¨¦xito se ha desarrollado en Espa?a para denunciar esc¨¢ndalos y pelotazos, se centran en 'el papel del Gobierno y las empresas espa?olas en el expolio de Argentina', sin preocuparse demasiado por el papel de los propios argentinos. Por el contrario, Carlos Gabetta, en una recopilaci¨®n de urgencia de art¨ªculos period¨ªsticos publicados entre 1989 y este a?o, pone el acento, por acci¨®n u omisi¨®n, en la propia sociedad argentina.
y fantasma de los argentinos se llama Espa?a. Por eso Cecchini y Zicolillo nos recuerdan que desde Felipe Gonz¨¢lez a Aznar, incluyendo a Rato y Solchaga y sin olvidar a don Juan Carlos, todo el sistema pol¨ªtico espa?ol se galvaniz¨® detr¨¢s de lgas empresas espa?olas para, como si de un s¨²cubo se tratara, esquilmar a la Argentina de todas las riquezas que un d¨ªa tuvo. Tal era el destino manifiesto de la Reina del Plata que parece estaba condenada por el destino a retener sus mieses por siempre jam¨¢s. Buscando la pista del compl¨®, V¨¢zquez-Rial desempolva a la Trilateral y pone el acento en el m¨¢s que maquiav¨¦lico Grupo de los Terinta. En medio de tanto desvar¨ªo, el mismo V¨¢zquez-Rial llega a decir que si 'una naci¨®n est¨¢ determinada por su pasado... la Argentina imagina media docena de pasados distintos, ninguno de los cuales coincide siquiera m¨ªnimamente con los hechos'. Sin embargo, ninguno de los autores decide perder su tiempo leyendo las propuestas de la m¨¢s reciente historiograf¨ªa argentina y, por eso, a la hora de imaginar pasados y de travestir el futuro, en los tres libros mencionados se establece que una de las causas de la actual crisis econ¨®mica, bastante principal por cierto, es la desaparici¨®n de 30.000 argentinos durante la ¨²ltima dictadura militar. M¨¢s all¨¢ de los t¨®picos, ninguno de nuestros autores se pregunta por la importancia o la necesidad de contar con inversiones extranjeras, o de las acciones a realizar para atraerlas, ni del porqu¨¦ del equilibrio fiscal. Mientras todas las explicaciones se centren en la denuncia f¨¢cil de los excesos de la corrupci¨®n o la represi¨®n y no se vaya al porqu¨¦ de las cosas, el margen para desbarrar sigue abierto.
C. M.
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