La contrarreloj m¨¢s solitaria de Olano
Cuando acab¨® la carrera, como gregario y con un tiempo discreto, nadie esperaba en el autob¨²s del equipo al campe¨®n que se despide
Por lo menos el autob¨²s, amarillo y enorme, se ve enseguida, aparcado a 200 metros de la meta, que otros corredores de otros equipos dan vueltas y m¨¢s vueltas por las rotondas de M?con buscando alg¨²n signo de su equipo, alguna flecha que les dirija a su hotel. Pero cuando Abraham Olano llega al autob¨²s del equipo no hay nadie esper¨¢ndole. Abre la puerta y vocea. Nadie responde. Dentro hace fresquito. El motor est¨¢ en marcha, despidiendo un calor horroroso que se combina con el de la calle para derretir el asfalto de alrededor, y el aire acondicionado funciona a pleno rendimiento. Abraham Olano llega sudando. No quiere dejar la bicicleta en la calle, donde los curiosos y los ni?os pidiendo gorras sudadas y bidones lameteados se arremolinan, as¨ª que la agarra por el manillar y se la sube al autob¨²s con ¨¦l. Luego cierra la puerta. Tampoco le ha seguido nadie del equipo. Un coche neutro, con un voluntario y dos ruedas, una delantera y una trasera, ha asegurado la cobertura m¨ªnima en caso de accidente.
Abraham Olano, que ha sido doble campe¨®n del mundo, en l¨ªnea y contrarreloj, que ha sido subcampe¨®n ol¨ªmpico, cuarto en un Tour, primero en una Vuelta, ganador de innumerables contrarrelojs, incluida una en el Tour de 1997, en Disneylandia, por delante de Ullrich, acaba de terminar la ¨²ltima contrarreloj del ¨²ltimo Tour de su vida. Un Tour que ha corrido como gregario, como trabajador al servicio de sus compa?eros Igor y Beloki. La ha terminado pronto, al mediod¨ªa, cuando la terminan los currantes, y con un tiempo de currante, a m¨¢s de cinco minutos del provisional primero, el h¨²ngaro Bodrogi. Han cambiado los tiempos. Ya no hay una muchedumbre esper¨¢ndole, ya no est¨¢n Manolo y el mec¨¢nico protegi¨¦ndole, ya no hay c¨¢maras, como mucho, un par de magnet¨®fonos de nost¨¢lgicos, un micr¨®fono y la obligatoria televisi¨®n vasca.
Diez minutos despu¨¦s, Olano, duchado y seco, reposado, abre la puerta trasera del autob¨²s, se sienta en un banco y habla. Quiz¨¢s por primera vez en su vida no tiene que pedir disculpas por haber hecho una contrarreloj mala. Una situaci¨®n que no parece echar de menos mucho. 'Bueno, cuando llegaba cargado de presi¨®n y con la prensa encima me pesaba un poco la situaci¨®n', explica. 'Y aqu¨ª he ganado en tranquilidad, pero si siendo jefe andas bien tambi¨¦n te gusta llamar la atenci¨®n'.
'Ha sido un Tour completamente distinto a los dem¨¢s, a los otros siete que he disputado, en los que siempre he venido como medio jefe y con bastante responsabilidad', dice. 'No es que en este Tour no haya tenido responsabilidad, pero ha sido una responsabilidad distinta. Cumples con tu trabajo, con lo que te mandan y luego dejas rematar a los dem¨¢s. Adem¨¢s, quiz¨¢s de una forma innata, estaba muy bien preparado para mi cometido, que era controlar, vigilar y aconsejar a Beloki e Igor en el llano'. Abraham Olano recuerda otros Tours. Algunos, como ¨¦ste, con una alegr¨ªa especial. 'Por primera vez mi equipo ha ganado la clasificaci¨®n de equipos, por lo que, por fin, subir¨¦ al podio de Par¨ªs, que es lo mejor que me pod¨ªa pasar para despedirme, y adem¨¢s hemos ganado la contrarreloj por equipos, que ha sido una gran satisfacci¨®n, y ganamos el maillot amarillo, y fuimos felices, como se vio en el podio de la etapa de aquel d¨ªa', dice. Tambi¨¦n el Tour le ha dejado malos recuerdos. 'Pero el peor que tengo es el de la etapa de Pamplona del Tour del 96, que yo iba segundo y Rominger tercero y el jefe mand¨® a Etxabe y Arsenio atacar en el Marie Blanque, que era lo peor que nos pod¨ªa pasar. Acab¨¦ octavo', dice. Aquel a?o, cuando a¨²n era joven, estuvo m¨¢s cerca que nunca de un podio que nunca llegar¨ªa a subir. 'Aunque en aquellos momentos siempre pensaba, siempre ten¨ªa la ilusi¨®n, de que se iba a presentar otra vez la oportunidad'.
A diferencia de Jalabert, que ha convertido cada etapa de su ¨²ltimo Tour en una vuelta al ruedo por los pueblos de Francia, la despedida del Tour de Olano ha sido voluntariamente discreta, aunque no por ello triste. 'Ha habido momentos de emoci¨®n, instantes en que se me pon¨ªa la carne de gallina, como cuando he subido por ¨²ltima vez los puertos m¨ªticos de los Pirineos, el Aubisque, el Tourmalet', dice. 'Pero me voy alegre, porque, con 32 a?os, quiz¨¢s sea veterano para la vida en bicicleta, pero para la vida importante, para la familia, para todo, soy joven'.
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