Los reservas del PP pasan a primera l¨ªnea

Llevan cerca de los focos muchos a?os, pero nunca les daba la luz. Algunos manejaban presupuestos de billones de pesetas; otros ten¨ªan acceso a informaciones reservadas s¨®lo para los hombres m¨¢s allegados al presidente del Gobierno. Pero la mayor¨ªa ten¨ªa ¨®rdenes precisas de no aparecer nunca en una foto. Ahora les toca dar la cara. Son los nuevos secretarios de Estado. Y tienen que demostrar que valen tanto como sus jefes han dicho en estos a?os que val¨ªan.

Uno de los m¨¢s inaccesibles para los periodistas es el reci¨¦n nombrado secretario de Estado de Seguridad, el jurista madrile?o de 47 a?os Ignacio Astarloa, licenciado en derecho por la Universidad bilba¨ªna de Deusto, hijo de padre vizca¨ªno, madre navarra y letrado mayor del Parlamento vasco entre 1985 y 1987. 'Dudo mucho de que en tu peri¨®dico haya alguna foto m¨ªa', comentaba hace varios meses Astarloa, cuando era subsecretario de Justicia y en el PP ten¨ªa fama de llevar en la cabeza la Ley de Partidos, ya que fue uno de los que la gest¨®. Su gran mentor era y es el entonces ministro de Justicia y ahora de Interior, ?ngel Acebes.

El secretario de Estado de Exteriores estudi¨® en el mismo colegio que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar

Como secretrario de Estado de Seguridad, ser¨¢ la primera persona a quien despierten los jefes de la Polic¨ªa y de la Guardia Civil cada vez que haya un atentado o se geste alguna operaci¨®n importante.

A Ignacio Astarloa, un buen jugador de mus, serio y socarr¨®n, sigue sin gustarle las c¨¢maras y ha pedido al gabinete de prensa que lo liberen de conceder entrevistas hasta que domine los temas de Interior. 'Muchos viernes lo ves salir del ministerio', comenta uno de sus colaboradores, 'con una maleta gris Sansonite, de esas peque?as que se cogen para ir de vacaciones. Lo que pasa es que Astarloa la lleva siempre cargada de informes y documentos que se trae estudiados tras el fin de semana'.

Otro de los que m¨¢s veces saldr¨¢ en prensa, le guste o no, ser¨¢ el nuevo secretario de Estado para la Inmigraci¨®n, Jaime Ignacio Gonz¨¢lez, abogado madrile?o de 42 a?os, funcionario del Ayuntamiento de Madrid, sustituto de Enrique Fern¨¢ndez-Miranda. Su amiga y mentora en la pol¨ªtica es Esperanza Aguirre, presidenta del Senado y ex teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, que es donde se conocieron.

?Se notar¨¢ el cambio en Inmigraci¨®n? Ya se ha notado, a tenor de lo que comentan sus colaboradores. Y se remiten a la informaci¨®n con que este peri¨®dico abr¨ªa su primera p¨¢gina el pasado viernes: 'Interior env¨ªa inmigrantes en aviones militares de Canarias a la Pen¨ªnsula'.

'Esa noticia era algo que m¨¢s o menos se sab¨ªa. Pero cuando EL PA?S nos llam¨® el jueves para confirmarla, el nuevo secretario de Estado para la Inmigraci¨®n no tuvo inconveniente en que se reconociera el hecho de que el Gobierno estaba trasladando a los extranjeros desde Canarias a Murcia, Valencia y Barcelona. La primera medida para tratar de resolver los problemas es reconocer su existencia. Y eso hicimos'.

En apenas una semana, con el despacho a¨²n lleno de cajas por el traslado, Gonz¨¢lez, el nuevo secretario de Estado para la Inmigraci¨®n, ya se ha entrevistado con representantes de UGT, CC OO, empresarios, Cruz Roja, los jefes de la Polic¨ªa y de la Guardia Civil, los secretarios de Estado o directores generales de Empleo, Comercio y Exteriores. 'Yo s¨¦ que voy a depender mucho de lo que se coopere conmigo desde otros organismos. Y por eso trato de buscar la mayor cooperaci¨®n. El problema de las pateras, por ejemplo: no es una cuesti¨®n de inmigraci¨®n estrictamente, porque todos sabemos que depende de otros factores, que pueden ser las negociaciones pesqueras con Marruecos, la cuesti¨®n de Perejil...'.

El otro importante nombramiento de Interior se conoci¨® el pasado viernes. El alcalde de ?vila, Agust¨ªn D¨ªaz de Mera, de 55 a?os, pasa a ser el nuevo director general de la Polic¨ªa. Es licenciado en Historia Moderna y Contempor¨¢nea, gran conversador y prol¨ªfico contando chistes; un rasgo, este ¨²ltimo, que contrasta con la adustez y sobriedad de su jefe directo, el reci¨¦n nombrado secretario de Seguridad, Ignacio Astarloa.

A unos diez metros de los principales despachos del Ministerio del Interior se encuentra el del nuevo secretario de Estado de Administraciones P¨²blicas, Julio G¨®mez-Pomar, de 45 a?os. En 1996, como director del Instituto Nacional de la Seguridad Social, gestionaba una plantilla de 13.000 funcionarios y un presupuesto de ocho billones de pesetas. Despu¨¦s, en la direcci¨®n de la Tesorer¨ªa de la Seguridad Social, los funcionarios a su cargo eran 16.000 y el presupuesto, 16 billones de pesetas. Cuando se le pregunta por sus objetivos ahora, en el ministerio de su amigo, mentor y jefe, Javier Arenas, recuerda una an¨¦cdota de sus tiempos de estudiante en Estados Unidos: 'Nos llevaron a los estudiantes a visitar la oficina de Correos de Boston. Y recuerdo que le preguntamos al director cu¨¢les eran sus objetivos. Y no nos contest¨® con ninguna abstracci¨®n. Nos dijo: 'Quiero que el 98% de la correspondencia se despache en un d¨ªa'. Y ¨¦se es mi principal objetivo aqu¨ª: modernizar la calidad de la atenci¨®n al ciudadano'.

El principal objetivo del nuevo secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Ram¨®n Gil Casares, de 48 a?os, es a¨²n m¨¢s concreto e inmediato: mejorar las relaciones con Marruecos. 'Es un pa¨ªs al que le tengo mucho cari?o. Aprend¨ª a leer en Tetu¨¢n, porque mi padre era diplom¨¢tico y estaba destinado all¨ª'.

Gil Casares estudi¨® en el mismo colegio que Aznar hasta los 14 a?os. Cuando lo llamaron a Nueva York desde La Moncloa hace seis a?os para incorporarse al Gobierno eran las cuatro de la ma?ana y llevaba cinco a?os trabajando all¨ª como diplom¨¢tico.

'Desde entonces he aprendido much¨ªsimo en Moncloa. He estado en conversaciones del m¨¢s alto nivel entre Aznar y muchos primeros ministros, pero siempre estuve en la sombra. Yo ten¨ªa ¨®rdenes muy precisas por parte de Carlos Aragon¨¦s [jefe de gabinete del presidente] de no aparecer nunca en ninguna parte.

Ahora le toca dejarse ver.