'Credo quia absurdum'
Agosto se?ala el fin del columnismo opinante. De modo que aprovecho mi ¨²ltimo cartucho para volver sobre lo m¨¢s importante, acaso, de la temporada: la confirmaci¨®n de que el PNV quiere levantar el tenderete e irse del tinglado constitucional. La noticia, claro est¨¢, es mala. Pero de lo malo se puede sacar alg¨²n provecho, o por lo menos, alguna ense?anza. La trayectoria del PNV ha sido accidentada. Unas veces, estaba pr¨®ximo. Otras, hac¨ªa un jeribeque y casi se perd¨ªa de vista. El espect¨¢culo nos ten¨ªa a todos con el coraz¨®n en vilo, y vacilantes entre la melancol¨ªa, y la esperanza de que las cosas se ajustasen y enquiciaran. En el trance, hemos jugado con las palabras. Esto es, las hemos adulterado con el fin de que el recado que transmit¨ªan pareciese menos malo. Es hora de que devolvamos a las palabras su peso original. Si no, nos haremos un l¨ªo, que es lo que conviene menos a todo el mundo, el PNV incluido. Har¨¦ un inventario brev¨ªsimo de los razonamientos falsos, o paralogismos, que han infundido un aura fant¨¢stica, fantasmal, al discurso dominante sobre el Pa¨ªs Vasco.
Paralogismo n¨²mero uno. La situaci¨®n vasca se ha agravado por el choque de dos obstinaciones contrarias y sim¨¦tricas: la peneuvista y la popular. El error, aqu¨ª, reside en la elecci¨®n de los t¨¦rminos contrapuestos. Ya que lo decisivo no ha sido la obstinaci¨®n en s¨ª, sino los valores que proteg¨ªa. Mientras el PP -y el PSOE- se obstinaban en defender el pluralismo estatutario, el PNV se obstinaba en promover la causa nacionalista, y por nacionalista, antipluralista. Es posible que haya existido falta de tacto, o de cintura, en muchos constitucionalistas. Pero la idea de que conven¨ªa buscar un punto medio ha sido fundamentalmente confusa. Los equidistantes, con la mejor fe del mundo, han instado a concesiones que, dadas las circunstancias, s¨®lo pod¨ªan ser de fondo y no de forma. No digo con esto que sea monstruoso proponer un nuevo orden civil. Ahora bien, es imprudente poner en marcha los mecanismos de un nuevo orden civil si no se sabe que se va a eso, a un nuevo orden civil. El equ¨ªvoco nos ha hecho perder un tiempo considerable.
Segundo paralogismo: listas de concentraci¨®n democr¨¢tica contra los violentos. Ha sido la propuesta reciente del PSE, formulada en circunstancias tr¨¢gicas. Los partidos democr¨¢ticos se unen formalmente con dos prop¨®sitos: o el de derrotar en las urnas a partidos antisistema (tal ha sucedido, hace poco, en Francia), o el de respaldar acciones de gobierno excepcionales. Pero no se unen para no hacer nada despu¨¦s, o para oponer candidatos a balas. La idea de que existe una convergencia democr¨¢tica donde, de hecho, no la hay, e invocarla a¨²n a sabiendas de que no tendr¨¢ consecuencias ejecutivas, revela hasta qu¨¦ punto andan revueltos los conceptos en todo cuanto se refiere a las tres provincias.
Tercer paralogismo: el PNV es un partido democr¨¢tico normal. Seg¨²n... S¨ª, en la medida en que, alcanzada la independencia por el Pa¨ªs Vasco, y normalizado ¨¦ste en clave nacionalista, el PNV respetar¨ªa los derechos individuales y se ajustar¨ªa a las normas exigibles de cualquier pa¨ªs con aspiraciones a integrarse en Europa. Y no, porque los derechos individuales no son ahora prioritarios para el PNV. La prioridad del PNV es que prospere el derecho colectivo de los vascos -afines- a actualizar una esencia hist¨®rica incompatible, por las trazas, con la vinculaci¨®n al resto de Espa?a. No le demos a esto m¨¢s importancia de la que tiene, ni le quitemos la mucha que de hecho tiene. Los nacionalismos emergentes, es decir, con la voluntad de fraguar en Estados, incluyen a unos individuos y excluyen a otros, y no pueden tratar a los segundos como a los primeros. Cuando los desiguales son pocos, se vulneran derechos, pero no tiembla la tierra. Si los desiguales son la mitad, el asunto se pone verdaderamente feo. Que es en lo que estamos, por desgracia. Por supuesto, uno puede empe?arse en creer que no est¨¢ en lo que est¨¢. La creencia es incoercible, y nada impide, en el l¨ªmite, acogerse a la f¨®rmula de Tertuliano: credo quia absurdum. Creo, porque es absurdo. Las letras, sin embargo, vencen antes en pol¨ªtica que en teolog¨ªa.
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