Turismo en baja
Pese a que ni al Gobierno ni al sector tur¨ªstico le gusta la palabra crisis, lo cierto es que el turismo est¨¢ atravesando un preocupante verano, y sin expectativas de que vaya a mejorar. Algunas zonas costeras, y muy especialmente los archipi¨¦lagos de Canarias y Baleares, registran fuertes descensos en la ocupaci¨®n hotelera, que los empresarios tratan de atajar con grandes descuentos en las tarifas. En consecuencia, tal y como reconocen, cerrar¨¢n la temporada con menos caja y una merma en los ingresos que sit¨²an, seg¨²n los casos, entre el 5% y el 15%. La ca¨ªda de los mercados alem¨¢n y brit¨¢nico, los primeros emisores de turistas hacia Espa?a, ha puesto de manifiesto uno de los principales problemas del sector: su excesiva dependencia de los tour operadores europeos. Y, al tiempo, ha descubierto el riesgo de morir de ¨¦xito.
El buen clima, no s¨®lo meteorol¨®gico, sino tambi¨¦n econ¨®mico, la inseguridad de viajar hacia ciertos pa¨ªses mediterr¨¢neos y la guerra de los Balcanes, hab¨ªan hecho de Espa?a en los ¨²ltimos a?os un verdadero refugio para los europeos. Y, sin apenas actuaciones rese?ables para un desarrollo sostenido de un sector que supone el 12% del PIB espa?ol y m¨¢s del 10% del empleo, se empezaron a marcar r¨¦cords de visitantes, ingresos y precios. Pero tambi¨¦n se empezaron a notar las carencias de servicios (agua, medio ambiente, infraestructuras, formaci¨®n del personal...) y la voracidad compartida por ayuntamientos e inmobiliarias para desarrollar en algunas zonas complejos de clara rentabilidad inmediata y dudosa conveniencia a medio plazo para un turismo de calidad.
Salvo el encomiable esfuerzo de algunas cadenas espa?olas, pioneras en internacionalizaci¨®n y modernizaci¨®n de sus instalaciones, y de los intentos de alguna comunidad, como la balear, por frenar la especulaci¨®n urban¨ªstica y cuidar el medio ambiente, poco parece hacerse a nivel institucional por el turismo en Espa?a, cuyos ingresos, por cierto, muchas veces compensan el d¨¦ficit comercial. En materia tur¨ªstica, la relaci¨®n entre el Gobierno central y las comunidades aut¨®nomas es de descoordinaci¨®n evidente, cuando no de claro enfrentamiento.
Pero tampoco parece haber sinton¨ªa entre los Gobiernos aut¨®nomos y los hoteleros, ni entre ¨¦stos y los dem¨¢s agentes del sector. Cada cual parece ir a su aire. Un ejemplo de todo ello ha sido el establecimiento de la ecotasa en las islas Baleares, en concepto de m¨ªnima contribuci¨®n de los usuarios al sostenimiento del medio ambiente, que ha merecido la cr¨ªtica del Gobierno central y la oposici¨®n cerrada del sector de la hosteler¨ªa. S¨®lo la mitad de los hoteles espa?oles pertenece a alguna cadena -algo imprescindible para la imagen de marca y la estandarizaci¨®n de la calidad- y apenas existen alianzas consolidadas entre mayoristas, agencias de viajes, transportistas, empresas receptoras, hoteleros y el resto de los servicios.
Espa?a ha perdido en gran parte la ventaja competitiva del precio, ya que la media por habitaci¨®n se va acercando a la del resto de Europa. S¨®lo puede aprovechar su inmenso potencial apostando por la calidad integral. Desde la asistencia sanitaria, hasta la seguridad ciudadana, la limpieza o la contaminaci¨®n ac¨²stica. Desgraciadamente, no parecen darse los pasos suficientes. Cuando la crisis se deja ver, las playas se llenan a base de rebajas. Falta una pol¨ªtica tur¨ªstica m¨¢s decidida, que estimule la inversi¨®n en desarrollo hotelero, en infraestructuras y servicios y, al mismo tiempo, que se preocupe de coordinar las iniciativas de las comunidades aut¨®nomas y las empresas. Y falta, sobre todo, una decidida opci¨®n por un modelo de turismo sostenible que posibilite la supremac¨ªa de los intereses generales -planes de ordenaci¨®n y gesti¨®n del territorio, ambiental y urbano, y cumplimiento de las normas que los regulan- sobre los particulares a corto plazo. De no actuar a tiempo, el inter¨¦s moment¨¢neo de los turistas alemanes e ingleses por los encantos de Croacia y Bulgaria podr¨ªa convertirse en permanente.
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