Freyer tiende puentes con 'La flauta m¨¢gica'
Hay una frase muy reveladora que se aplica a los espect¨¢culos de una determinada altura art¨ªstica. 'Esto est¨¢ a nivel de Salzburgo', se utiliza tanto en la ciudad natal de Mozart como fuera. Sin embargo, no siempre los espect¨¢culos de Salzburgo alcanzan el nivel que de ellos se espera. La reposici¨®n de La flauta m¨¢gica, el lunes, solamente ha revalidado el 'nivel Salzburgo' en la m¨¢gica puesta en escena de Achim Freyer.
El montaje de Freyer para La flauta m¨¢gica se estren¨® en 1997, en medio de una apasionada divisi¨®n de opiniones, y se repuso en un espacio industrial a las afueras de Salzburgo en 1999. Con los a?os se ha convertido en un cl¨¢sico. Prueba de ello es que en el ciclo de proyecciones f¨ªlmicas de los acontecimientos m¨¢s destacados del Festival de Salzburgo durante los ¨²ltimos 20 a?os, que se proyecta este verano en el Palacio de la Residencia, esta Flauta m¨¢gica es uno de los cuatro montajes oper¨ªsticos elegidos de la d¨¦cada Mortier, junto a La condenaci¨®n de Fausto con La Fura dels Baus, El rapto en el serrallo en plan oriental y la sugerente Ariadna en Naxos con la escenograf¨ªa de Ana Viebrock.
La puesta en escena de Freyer ha evolucionado en el tiempo como los grandes vinos. Mantiene, y hasta eleva, su fantas¨ªa, su colorido, su ritmo, su capacidad de sorpresa, su infinito encanto. Es, en estado puro, lo que se entiende por 'nivel Salzburgo'.
La realizaci¨®n musical no consigue estar en consonancia, por mucho que est¨¦ en el foso la Filarm¨®nica de Viena y en el reparto vocal figuren voces como la de Barbara Bonney. El 'nivel Salzburgo' lo alcanza, desde luego, Simon Keenlyside, que compone un Papageno absolutamente excepcional, tanto vocal como teatralmente. Lo dem¨¢s se mueve con soltura, con eficacia, con correcci¨®n, pero a otro nivel. Los cantantes, en cualquier caso, cumplieron, con Rainer Trost mostrando m¨¢s dificultades y Barbara Bonney m¨¢s rigidez de la que en ellos es habitual. Tuvo car¨¢cter Diana Damrau como Reina de la Noche y mucha gracia el tr¨ªo de ni?os. El coro de la ?pera de Viena estuvo mucho mejor que en el R¨¦quiem, de Verdi, del d¨ªa anterior.
Bien es verdad que el compromiso m¨¢s envenenado le correspond¨ªa a Bertrand de Billy, actual director musical del Liceo, y debutante en el festival con una ¨®pera tan emblem¨¢tica. Su presencia ha favorecido que se hable mucho del teatro catal¨¢n en Salzburgo durante estos d¨ªas, entre otras razones porque al director franc¨¦s se le ha presentado con comentarios del tipo 'carrera mete¨®rica' y otras cosas por el estilo.
Como un meteoro, en efecto, dirigi¨® a veces La flauta (la presi¨®n esc¨¦nica cuenta, qu¨¦ duda cabe), empe?ado en tiempos rapid¨ªsimos, en una lectura de un trazo brillante y en una sola direcci¨®n, es decir, sin detenerse en los claroscuros, y dispuesto a demostrar que tiene t¨¦cnica m¨¢s que sobrada. Eso, evidentemente, lo demostr¨® y su direcci¨®n fue contundente y hasta impecable, pero sin ese toque de humanidad, de chispa, que las ¨®peras de Mozart poseen. Estuvo desenvuelto, y hasta con desparpajo, pero tuvo la desgracia de dirigir inmediatamente despu¨¦s de Harnoncourt, Muti y Nagano.
Dado que La flauta m¨¢gica es el ¨²nico espect¨¢culo de este a?o heredado de la ¨¦poca anterior, habr¨ªa valido la pena un esfuerzo adicional en el terreno musical, pues esc¨¦nicamente el espect¨¢culo es maravilloso.
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