Apote¨®sico brindis final
El sitio de los padrinos suele ser la penumbra pensante, pero siempre dan la cara en los momentos decisivos. Por supuesto, tambi¨¦n el indiscutible padrino del soul en la apote¨®sica jornada de clausura del festival donostiarra. No hubo besamanos; a cambio, sus ayudantes le impusieron sobre los hombros hasta tres capas, blanca, verde y roja, respectivamente, en gesto de respeto y reconocimiento. Ninguna le vino grande.
Antes del concierto corr¨ªan las apuestas sobre cu¨¢nto tiempo permanecer¨ªa el patr¨®n sobre el escenario. Los optimistas hac¨ªan estimaciones en torno a los 45 minutos, mientras los m¨¢s agoreros se conformaban con 20. Hasta los m¨¢s entusiastas se quedaron cortos: Brown, a pesar de su fama de d¨ªscolo cr¨®nico, aguant¨® a pie firme de principio a fin. Escuch¨¢ndole, a sus 69 a?os, todav¨ªa result¨® posible imaginar la conmoci¨®n que debieron despertar sus apariciones mozas en el Apollo del Harlem.
Cierto que se tom¨® algunos respiros, muy bien cubiertos por un grupo instrumental de alta precisi¨®n -en el que luchaban a brazo partido nada menos que tres bater¨ªas-, por un polifac¨¦tico coro femenino, por otras dos bailarinas rubias y hasta por un jefe de pista. Pero Il signore estuvo irreprochable y, como en los buenos tiempos, su voz salt¨® como un resorte, inflamada de negritud y de sat¨¢nica aspereza: trabajador hasta lo febril y vestido de negro riguroso, Brown pareci¨® m¨¢s en su tinta que nunca.
Chicas del coro
El ambiente de la plaza de la Trinidad, sencillamente indescriptible, ten¨ªa que estimular por fuerza a los artistas. Las chicas del coro parec¨ªan de verdad enamoradas de su jefe, y los m¨²sicos transmit¨ªan la certeza de estar en el quinto cielo. Sin duda, cada movimiento del espect¨¢culo estar¨ªa repetido cientos de veces, pero parec¨ªa la primera que lo mostraban en p¨²blico. El propio Brown consigui¨® que Livin' in America, el tema principal de la banda sonora original de Rocky IV; I got you (I feel good), en arreglo id¨¦ntico al original; It's a man's man's man's world y, por encima de todas, Sex machine, sonaran a estrenos rigurosos.
Para sorpresa de todos, durante el largo pero gozoso desarrollo de este ¨²ltimo tema, una de las bailarinas rape¨® en un perfecto espa?ol. En este caso, la precisi¨®n del acento no se deb¨ªa a tediosos ensayos ni a clases aceleradas de dicci¨®n; el secreto era que la chica es de Barcelona. Por ese detalle y otros se comprob¨® hasta qu¨¦ punto tiene afinado Brown su espect¨¢culo. Puede que a veces lo mueva con ese frenes¨ª algo delirante de local de Las Vegas, pero siempre consigue sonar entusiasta y cre¨ªble.
Se puede imaginar que Brown borr¨®, con s¨®lo pulsar una tecla, todo el disco duro de la jornada de cierre, iniciada por el coro de spirituals Fisk University Jubilee Singers en el Kursaal y, ya en la Trinidad, por el tr¨ªo del excelente organista Larry Goldings, reforzado para la ocasi¨®n con el saxofonista tenor Eric Alexander, y por la gabonesa Patience Dabany, cantante madura y m¨¢s bien tediosa si no se hubiera escudado en un colorido cuadro mixto de baile.
Dabany puede considerarse apenas una an¨¦cdota en el cartel ponderado y atractivo que ha desplegado San Sebasti¨¢n este a?o. El reci¨¦n nacido escenario verde, nido playero de tendencias el¨¦ctricas, ha venido con un pan bajo el brazo y la asistencia de p¨²blico ha superado todas las expectativas, tanto en los conciertos para mayor¨ªas como en los reservados a tendencias menos asimilables. Sobre los distintos escenarios donostiarras han pintado, pues, oros art¨ªsticos y copas para brindar por su ¨¦xito.
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