El significado de la crisis estadounidense
En cierto momento pudimos pensar que las deshonestidades cometidas en Enron y encubiertas por el gran gabinete Andersen pondr¨ªan de manifiesto el comportamiento il¨ªcito de unas cuantas grandes empresas estadounidenses. Pero los ejemplos de balances conscientemente falsos se han multiplicado. Importantes sectores como el farmac¨¦utico demuestran estar afectados, sobre todo a trav¨¦s de Merck, la tercera empresa mundial del ramo. La desconfianza se extiende al antiguo sector industrial y afecta incluso a Jack Welch, ex director de la General Electric, emblema del ¨¦xito estadounidense, dirigida por el vicepresidente Cheney antes de ser elegido y que, por este motivo, est¨¢ directamente implicado. Por ¨²ltimo, se dice que algunas operaciones realizadas por el actual presidente Bush pueden ser de la misma naturaleza -aunque de una envergadura mucho menor- que aquellas de las que se acusa a WorldCom.
Estos numerosos y graves accidentes han provocado una crisis de confianza en el capitalismo estadounidense. Cuando el presidente denunci¨® con dureza las pr¨¢cticas de Wall Street, apel¨®, con raz¨®n, a la gran tradici¨®n liberal que procede de Locke y seg¨²n la cual la confianza es la base de la econom¨ªa de mercado. Dejemos de lado la subida del euro y su paridad con el d¨®lar, que puede perjudicar m¨¢s a los europeos que a los estadounidenses, cuyo Banco Federal se preocupa de relanzar la econom¨ªa. Dejemos tambi¨¦n de lado el caso de Vivendi Universal, que revela m¨¢s la fragilidad del imperio construido por Jean-Marie Messier que una crisis de orden general. La loable intenci¨®n de Messier de crear convergencias industriales bien remuneradas se transform¨® r¨¢pidamente en una operaci¨®n financiera que provoc¨® un endeudamiento masivo y la ca¨ªda brutal de sus acciones.
Lo que est¨¢ en entredicho es el buen funcionamiento de la econom¨ªa estadounidense. En un pasado todav¨ªa reciente, los empresarios produc¨ªan, gracias a sus inversiones y, en parte, a su endeudamiento; luego vend¨ªan sus productos y su ¨¦xito o su fracaso se juzgaba en la Bolsa. Desde que el auge tecnol¨®gico de los a?os ochenta y noventa inflam¨® el sector burs¨¢til, cuya evoluci¨®n traduce el Nasdaq, el sistema de gesti¨®n se ha transformado del todo. En lugar de ser el objetivo final, la Bolsa busca atraer capitales prometi¨¦ndoles por anticipado importantes beneficios. Ello desencadena el consumo por parte del tercio superior de la poblaci¨®n estadounidense, enriquecido por la subida de la Bolsa, y permite aumentar la producci¨®n. La econom¨ªa de Estados Unidos avanza cada vez m¨¢s del rev¨¦s. Desde ese momento, cualquier forma de hinchar el valor burs¨¢til de las empresas y hacer brillar sus previsiones se convierte en una tentaci¨®n y las cifras ofrecidas al p¨²blico se alejan de la realidad. Y lo que a¨²n es m¨¢s importante, embriagados por el incremento de los resultados, los consejos de administraci¨®n no dedican, sobre todo en Europa, la atenci¨®n necesaria a las funciones reales de las empresas. La crisis estadounidense es diferente de la japonesa, pero en ambos casos, la econom¨ªa est¨¢ devorada por las finanzas. Los pa¨ªses europeos se ven arrastrados por dicha crisis con una fuerte ca¨ªda de las bolsas, incluso en sectores poco afectados directamente por la p¨¦rdida de confianza. As¨ª pues, lo que est¨¢ en tela de juicio va mucho m¨¢s all¨¢ del futuro de algunas grandes empresas: es todo el sistema de financiaci¨®n, causante de esta crisis de confianza que se ha producido justo cuando la econom¨ªa de EE UU hab¨ªa alcanzado una hegemon¨ªa incontestada en el conjunto del mundo. Todav¨ªa se escuchan los discursos de satisfacci¨®n pronunciados en Davos, cuyo Foro se desplaz¨® el pasado a?o a Nueva York y que, en realidad, se reuni¨® bajo la estrella resplandeciente del Foro de Porto Alegre.
Pero, ?c¨®mo no ir m¨¢s lejos? Durante la reuni¨®n del Foro de Nueva York, Colin Powell, considerado un moderado, apareci¨® para anunciar, en nombre del presidente, que EE UU hab¨ªa decidido cambiar de prioridad. En adelante, es decir, tras el atentado del 11-S, hab¨ªa que definir un eje del mal y no limitarse a perseguir a los responsables de los atentados, sino atacar directamente a los Estados hostiles a los intereses estadounidenses - en primer lugar, a Irak- sin aguardar la cat¨¢strofe que supondr¨ªa, que supondr¨¢ un d¨ªa cercano, el hundimiento de Arabia Saud¨ª. La l¨®gica de las armas pasa por delante de la l¨®gica de los productos. La adhesi¨®n nacional se vuelve m¨¢s importante que la confianza en las grandes firmas, en sus analistas financieros y en sus observadores de todo tipo. Tras el 11-S, esa cohesi¨®n nacional se manifest¨® de un modo tan s¨®lido como digno, sin xenofobia ni racismo. Fue el Gobierno, m¨¢s que la opini¨®n p¨²blica, el que eligi¨® dar prioridad a las armas sobre la t¨¦cnica y la econom¨ªa. Mientras, en todo el mundo numerosos grupos atacan a la globalizaci¨®n, a la que consideran un instrumento de la hegemon¨ªa estadounidense, lo que supone un nuevo e importante elemento de crisis para el poder econ¨®mico estadounidense. Los m¨¢ximos dirigentes de EE UU, que sufrieron enormemente el ataque imprevisto, impensable, del 11-S y que no conf¨ªan en la solidez de un pa¨ªs que ha perdido confianza en sus dirigentes econ¨®micos, han pasado a la ofensiva. Algunos ver¨¢n en ello un simple gesto. Los dirigentes iran¨ªes no se sienten amenazados por los ataques emprendidos contra ellos, sobre todo porque ayudaron a EE UU en Afganist¨¢n. Pero s¨ª parece estar prepar¨¢ndose una operaci¨®n contra Irak mientras, un poco m¨¢s lejos, la situaci¨®n en Pakist¨¢n se degrada lentamente. Y, lo que es m¨¢s importante, el barril de petr¨®leo sobre el que se asienta Arabia Saud¨ª puede estallar en cualquier momento.
El mapa del mundo ha cambiado. Europa, que no tiene armas, ha pasado a ser del tama?o de Suiza, Latinoam¨¦rica no cuenta, ?frica es un remoto hospital. La polarizaci¨®n del mundo se ha acentuado y un conflicto cargado de odio, de violencia y de sacrificio libera unas fuerzas m¨¢s poderosas que las mentiras de Wall Street. Es verdad que Europa merece un segundo an¨¢lisis, pero ¨¦ste no aporta unos resultados opuestos al primero. La mayor¨ªa de los pa¨ªses, como Gran Breta?a, Italia y Espa?a, son, ante todo, proestadounidenses. Francia sigue poco interesada en Europa y la pol¨ªtica alemana depende de la victoria de Schr?der sobre Stoiber, a¨²n por decidir. Europa debe decir pronto si renuncia a ser una potencia mundial, si su objetivo m¨¢s ambicioso es la paridad del euro con el d¨®lar o si, por el contrario, desea situarse al nivel de EE UU en la producci¨®n del conocimiento y de la innovaci¨®n y, sobre todo, si quiere disponer de las armas que le permitir¨¢n elaborar y realizar estrategias independientes, conformes a sus intereses.
Alain Touraine es soci¨®logo y director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.