Un mill¨®n de mexicanos celebran la canonizaci¨®n por el Papa del primer santo indio
Cientos de miles de personas aclaman a Juan Pablo II en la mayor capital de Am¨¦rica
La Iglesia cat¨®lica de Am¨¦rica convirti¨® ayer la canonizaci¨®n de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, primer santo indio del continente, en un acto de reafirmaci¨®n de la identidad de un M¨¦xico multi¨¦tnico en el que las etnias ind¨ªgenas han sido 'centenariamente olvidadas y marginadas', en palabras del cardenal de Ciudad de M¨¦xico, Norberto Rivera. El Papa presidi¨® la larga y deslumbrante ceremonia, celebrada en la bas¨ªlica de Guadalupe, y pidi¨® apoyo para los ind¨ªgenas 'en sus leg¨ªtimas aspiraciones', adem¨¢s de respeto a 'los aut¨¦nticos valores de cada grupo ¨¦tnico'.
Hubo discursos en espa?ol y lectura del Evangelio en lengua n¨¢huatl, danzas concheras al son de caracolas y guajes y cantos religiosos acompa?ados con m¨²sica de ¨®rgano, mientras el aire se llenaba con el perfume del incienso y de las flores tropicales. En primera fila sigui¨® la ceremonia el presidente de M¨¦xico, Vicente Fox, acompa?ado por su esposa, Marta Sahag¨²n, y un s¨¦quito de casi 200 personas.
El modesto aforo de la bas¨ªlica de Guadalupe (12.000 personas) no permiti¨® al Pont¨ªfice saborear uno de esos encuentros multitudinarios caracter¨ªsticos de sus visitas a M¨¦xico (¨¦sta es la quinta), salvo en el trayecto entre la Nunciatura Apost¨®lica y la bas¨ªlica. De pie en el papam¨®vil, Karol Wojtyla recorri¨® calles abarrotadas de fieles, mientras en la plaza del Z¨®calo 100.000 personas siguieron en directo la ceremonia a trav¨¦s de pantallas gigantes de v¨ªdeo. Dentro del templo, el espect¨¢culo no era menos espl¨¦ndido ni entusiasta, y la llegada del Pont¨ªfice, que hizo su entrada subido en la peana m¨®vil, fue acogida con un entusiasmo delirante.
En las apretadas filas de asientos, entre centenares de representantes de la burgues¨ªa mexicana, pod¨ªan verse grupos de indios n¨¢huatl del Estado de Guanajuato con los trajes t¨ªpicos e indios zoque de Chiapas, algunos vestidos a la manera tradicional y otros en sobria ropa de diario. Todos radiantes por la dimensi¨®n de un acontecimiento que no han logrado empa?ar las interminables pol¨¦micas sobre la historicidad de Juan Diego, el car¨¢cter m¨ªtico de las apariciones de la virgen de Guadalupe (seg¨²n la tradici¨®n, se apareci¨® al indio en diciembre de 1531) o la discusi¨®n sobre los rasgos, demasiado europeos, de la imagen del nuevo santo.
'M¨¢s que un santo'
'Para nosotros lo importante es Juan Diego, que es un testimonio de fe que nos estimula a seguir predicando el Evangelio', explicaba Tom¨¢s S¨¢nchez, una especie de sacerdote laico llegado de Chiapas con otra media docena de predicadores cat¨®licos. 'Juan Diego es m¨¢s que un santo', comentaba un mexicano n¨¢huatl rodeado de periodistas, 'es el representante ante Dios de los indios'. Los temores a una manipulaci¨®n del nuevo santo indio, expresados por religiosos e intelectuales indigenistas que ven en la canonizaci¨®n una maniobra de domesticaci¨®n de la protesta de los indios marginados, no eran compartidos ayer por los asistentes a la ceremonia.
Pero si el entusiasmo fue una constante a lo largo de la misa, cuando el Papa pronunci¨® las palabras del solemne ritual para incluir en el cat¨¢logo de santos a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, se produjo el delirio. Gritos, vivas y aplausos interrumpieron la d¨¦bil voz del Pont¨ªfice, que ayer apareci¨®, de nuevo, al l¨ªmite de sus fuerzas. Fue entonces, con Juan Diego apenas proclamado santo oficial, cuando irrumpi¨® en la bas¨ªlica un grupo de danza conchera compuesto por una docena de hombres y mujeres tocados con deslumbrantes plumas de pavo real y vestidos con trajes multicolores del antiguo imperio azteca. Sonaron guajes y caracolas, y de lo alto cay¨® una lluvia de papelillos rojos, redondos como p¨¦talos de rosa, que tapizaron el suelo del templo.
A duras penas, el Papa ley¨® su discurso, en el que ensalz¨® a la virgen de Guadalupe, ¨ªntimamente unida a la identidad mexicana, y propuso el ejemplo de la vida de Juan Diego para seguir 'impulsando la construcci¨®n de la naci¨®n mexicana, promover la fraternidad entre todos sus hijos y favorecer cada vez m¨¢s la reconciliaci¨®n de M¨¦xico con sus or¨ªgenes, sus valores y sus tradiciones'. El Pont¨ªfice no se refiri¨® a Espa?a expresamente cuando habl¨® de 'ejemplo de evangelizaci¨®n perfectamente inculturada'. Seg¨²n el Papa, Juan Diego fue el fruto del 'encuentro fecundo entre dos mundos y se convirti¨® en protagonista de la nueva identidad mexicana'. El cardenal Rivera fue m¨¢s expl¨ªcito, en cambio, al referirse a la aportaci¨®n de la 'fecunda Espa?a' que envi¨® misioneros, estudiosos y literatos al Nuevo Mundo.
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