Con tut¨²
Si no es habitual encontrarse con un caracol en medio de la habitaci¨®n, tampoco lo es hacerlo con una bailarina que acaba de llamar a tu puerta. Pero all¨ª estaba ella, con su casquete de plumas de cisne, su malla, su tut¨², sus zapatillas: puro blancor. Hasta Baltasar, mi canario, tan dado a los alardes canoros en cuanto se huele una visita, enmudeci¨®. Al verla, en ning¨²n momento pens¨¦ que pudiera ser una original vendedora de enciclopedias o una adaptaci¨®n a los nuevos tiempos de la patinadora de Martini. No, la verdad es que no pens¨¦ nada, me hubiera sido imposible, y simplemente la dej¨¦ pasar. Y pas¨®, patita de cisne para aqu¨ª, patita de cisne para all¨¢, como si fuera un invento del abogado Coppelius, y Baltasar no fue insensible a sus cumplidos, pues cuando ella exclam¨®, ?uy, qu¨¦ canario tan mono!, se puso a cantar como un loco.
Y bien, le dije, desear¨¢ usted algo, ?acaso est¨¢ realizando para el ayuntamiento un censo de los canarios de la ciudad? Por mi parte no ten¨ªa inconveniente en exhibirle el pedigr¨ª de mi tir¨¢nico plum¨ªfero, pero ella sonri¨® y respondi¨® que no, que sencillamente estaba en el paro. Homeless, a?adi¨®. La mir¨¦ sorprendido, no sin cierta alarma al pensar si no estar¨ªa convirtiendo mi casa en un pasadizo del metro que no tenemos en San Sebasti¨¢n, as¨ª que le suger¨ª que igual se hab¨ªa confundido de ciudad. Me respondi¨® que no, que la v¨ªspera hab¨ªa estado con el alcalde Elorza para proponerle un 'carril bailongo' que podr¨ªa paliar su dram¨¢tica situaci¨®n, pero que se hab¨ªa topado con el problema de siempre. ?No le suena a usted, a?adi¨®, que un fil¨®sofo dijera algo as¨ª como que el lenguaje es la casa del ser? Pues eso, yo me he quedado sin casa.
Fascinado por la sabidur¨ªa que rezumaban aquellas puntillas, le ped¨ª que me explicara mejor aquello. Muy simple, me dijo, me echaron de la compa?¨ªa de ballet por no saber euskera, y me qued¨¦ sin trabajo, en la calle y sin casa. Homeless, repiti¨®. Consider¨¦ que con la jerga que hablaba lo mismo la pod¨ªan haber echado del trabajo por no saber castellano, aunque me sorprendi¨® que para ser bailarina fuera un requisito conocer alguna lengua y no se pudiera ser bailarina y muda.
Todo ocurri¨®, me explic¨®, mientras ensayaban el nuevo ballet Aitor, o los infortunios de la virtud. En un determinado momento ella ten¨ªa que soltar un irrintzi, y ¨¦ste siempre le sal¨ªa en polaco, a pesar de que ella era checa. Le pregunt¨¦ si el irrintzi lo soltaba mientras le violaban a Aitor, como se coleg¨ªa de una obra que deb¨ªa de estar inspirada en el marqu¨¦s de Sade. Lanz¨® un ?uy! apor¨¦tico y me contest¨® que all¨ª lo ¨²nico que se violaba era la soberan¨ªa, que era como una nube que aparec¨ªa en escena mientras sonaban todas las flautas, muy como a Los diez mandamientos. Que despu¨¦s aparec¨ªa como una procesi¨®n de gente que llevaba ramitos de perejil y que deb¨ªan de ser los violadores, aunque ella cre¨ªa que lo del perejil era para que abortara la nube. Pero que no hab¨ªa aborto, sino que entonces sal¨ªa ella de la nube, bajando unas escaleras, y detr¨¢s bajaban bailando todos los santos inocentes y al final el primer bailar¨ªn, que era la soberan¨ªa, y s¨®lo hac¨ªa el pas de basque, escal¨®n tras escal¨®n, lo cual ten¨ªa sus bemoles. Mientras tanto, los del perejil hu¨ªan y se volv¨ªan todos negros.
Le coment¨¦ que el ballet parec¨ªa interesante y que el descenso au pas de basque deb¨ªa de ser apote¨®sico. Ella no estuvo de acuerdo, todo le parec¨ªa un horror y sentenci¨® que en el descenso au pas de basque el bailar¨ªn le recordaba un moscard¨®n queriendo remontar el vuelo sin conseguirlo, y que menuda soberan¨ªa. Pero que, horror o maravilla, la cuesti¨®n era que ella se hab¨ªa quedado sin trabajo y sin casa y que por eso acud¨ªa a m¨ª. Le hab¨ªan dicho que yo pertenec¨ªa a la ONG homeless de la cultura y ven¨ªa a ver si pod¨ªa rascar algo. Le aclar¨¦ que la ONG se ocupaba de todos los que a¨²n no hab¨ªan accedido a la casa del ser, que eran muchos, y que hab¨ªa poco que rascar. Diccionarios, le dije, s¨®lo nos dan de subvenci¨®n diccionarios. Fue su salvaci¨®n. La pueden ver en la Consti con su puestito de diccionarios, con Baltasar que silba el Gernikako arbola mientras ella baila vestida de mora para atraer a los inmigrantes. Eso s¨ª, la casa del ser la encontr¨® en mi casa. Aqu¨ª la tengo.
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