Esa pareja feliz
A veces viajamos.
Empiezo de esta manera enigm¨¢tica porque mi santo ha estado releyendo mi obra y dice que hay una constante: la queja machacona de que me tiene en el pueblo secuestrada. As¨ª que el otro d¨ªa, volviendo de Mallorca, me pidi¨® que lo contara. Tambi¨¦n me advirti¨® de que no va a tener tanta manga ancha como sol¨ªa, que si se quieren re¨ªr los lectores que se r¨ªan de su padre (o del tuyo, apunt¨®). Con lo cual este a?o no le podr¨¦ hincar el diente a mi santito, porque lo tengo mayormente rebotao. 'Me acusas, me dec¨ªa en la puerta de embarque, de que no te saco, y es radicalmente incierto y aqu¨ª est¨¢ la prueba: yo te saco'. Es que me da la risa floja, de verdad. Voy a meterme con ¨¦l s¨®lo un poquillo (por entretenerme), porque ?qu¨¦ ser¨ªa de un Tinto de Verano (Tonta de Verano, dicen los ni?os) sin su chispilla de rencor familiar? All¨¢ voy: qu¨¦ dir¨ªa cierta escritora si supiera que mi santo emplea eso del 'yo la saco' que dicen los maridos con bermudas: 'Este a?o la saco a la playa; anoche la saqu¨¦ al cine; ?y dice la t¨ªa que no la saco!'. Y qu¨¦ dir¨ªa dicha escritora si me viera replicar como hacen las mujeres de esos maridos con bermudas: 'Dice que me saca pero qu¨¦ va; no me saca desde tiempos inmemoriales; ni me saca ni me mete (?)'.
Mi santo tiene dentro un ?lvaro Marichalar que lucha por salir al exterior
La cosa es que mi santo quiere dejar claro que, a veces, viajamos. Lo dec¨ªa, ya digo, en el aeropuerto, mientras nuestros hijos (que son cuatro o cinco) com¨ªan unas hamburguesas putrefactas en la cafeter¨ªa y nosotros les cuid¨¢bamos sus mochilas muertos de hambre (somos ese tipo de padres modernos con su punto gilipollas).
-Qu¨¦ morenos estamos -dec¨ªa yo para animarnos un poco.
-S¨ª, pero una vez que nos hayamos duchado dos veces, el moreno va fuera -es que es de un pueblo interior y sigue siendo fiel a ciertas creencias vern¨¢culas-. Qu¨¦ bien lo hemos pasado, con nuestros ni?os...
-Estoy de ni?os hasta... -dije se?al¨¢ndome una parte de mi cuerpo- que si pudiera los facturaba ahora mismo a un pa¨ªs remoto.
-Lo dices con la boca peque?a. Ellos son nuestra alegr¨ªa. Otros escritores no pueden decir lo mismo. Viven solos, s¨®lo se ocupan de s¨ª mismos y de su obra, ?no es acaso insana tanta egolatr¨ªa est¨¦ril?
-Pero un poco de egolatr¨ªa est¨¦ril de vez en cuando...
Por el altavoz anunciaron que se abr¨ªa nuestra puerta de embarque.
-Co?o con los ni?os -dijo mi santo, que pasa del amor al odio-, qu¨¦ falta de consideraci¨®n, dir¨¢s que han pensado en que nosotros estamos aqu¨ª a dos velas. Esto es producto de la vida regalada y de la ESO. Anda, abre la caja de la ensaimada.
-?Pues no dec¨ªas que ellos eran nuestra alegr¨ªa?
-Digo eso para autoconvencerme. ?Qui¨¦n nos meti¨® en esta vida absurda, de d¨®nde han salido tantos hijos? Porque aqu¨ª donde me ves, yo tengo un Marichalar (?lvaro) que lucha por salir al exterior. Hay algo en m¨ª que sue?a con ser ese t¨ªo soltero y sin compromiso que se cruza el Atl¨¢ntico en moto, enfrent¨¢ndose a los elementos y a la soledad.
-?Y yo?
-T¨² me esperas como una se?ora en la estatua de la Libertad.
-Con Chencho.
-Y que nos d¨¦ Chencho una cena en el Cervantes de Nueva York, porque se ve que para que te den un homenaje te tienes que cruzar el Atl¨¢ntico en moto -dijo comi¨¦ndose un cacho de ensaimada-. Pues menos mal que has comprado bollo.
-?Ves? Y t¨² me dec¨ªas: ser¨¢s hortera.
-En el fondo -dijo so?ador- lo bonito de viajar es volver, el mejor viaje es el que se hace con el dedo sobre el mapa y nada como la casa de uno.
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