Sangriento Pakist¨¢n
La violencia del extremismo musulm¨¢n est¨¢ convirtiendo aceleradamente a Pakist¨¢n en lugar inhabitable para occidentales, hasta el punto de que numerosos pa¨ªses retiran a su personal no imprescindible de empresas o misiones diplom¨¢ticas o cierran instalaciones indefinidamente, como el caso de EE UU con su consulado en Karachi, la capital comercial. El ¨²ltimo hecho sangriento es el ataque contra una escuela para hijos de misioneros, cerca de Islamabad, en el que han muerto seis paquistan¨ªes, entre guardas y servicio.
Las matanzas, generalmente no reivindicadas, se dirigen contra ciudadanos occidentales de supuesto o confirmado credo cristiano. Es decir, una venganza indiscriminada contra representantes de un mundo percibido como hostil hacia los musulmanes, algo que entronca con el mesianismo enfermo de Bin Laden y sus secuaces. La macabra contabilidad de los ¨²ltimos meses incluye dos coches bomba en la populosa Karachi, contra el consulado de EE UU y contratistas militares franceses, que mataron a 23 personas, y un ataque con granadas a una iglesia protestante de Islamabad, frecuentada por el cuerpo diplom¨¢tico, en el que perecieron otras cinco.
Todo sugiere que el general Pervez Musharraf est¨¢ perdiendo en este terreno el control de los acontecimientos. Al aliarse con EE UU en su lucha contra los talibanes y Al Qaeda, el dictador paquistan¨ª se ha convertido en enemigo declarado del extremismo isl¨¢mico, numeroso y muy asentado en el pa¨ªs asi¨¢tico, y cuyas manifestaciones van desde los repetidos atentados contra extranjeros hasta el terrorismo regular que tiene por objeto Cachemira, la regi¨®n de los Himalayas que se disputan Pakist¨¢n y la India y mantiene en pie de guerra a ambos Estados nucleares. En la Cachemira india, pistoleros fundamentalistas asesinaron ayer a nueve peregrinos hind¨²es mientras dorm¨ªan en un campamento.
Durante m¨¢s de 20 a?os, sucesivos reg¨ªmenes en Pakist¨¢n, un pa¨ªs desvertebrado, han usado a los radicales islamistas como instrumento de su pol¨ªtica, interior y exterior. Ese matrimonio contra natura ha creado lazos inextricables entre el terrorismo y la estructura militar y de seguridad, y hace dif¨ªcil discernir los apoyos reales con que cuentan grupos te¨®ricamente proscritos, pero muy activos. Parece que Musharraf y sus generales carecen de la voluntad o los medios para neutralizar ese peligroso caldo de cultivo.
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