Ni posible ni justo
La cuesti¨®n del S¨¢hara Occidental parece ser no s¨®lo un conflicto de m¨²ltiples implicaciones internacionales, sino tambi¨¦n, seg¨²n se desprende del art¨ªculo de Vargas Llosa (EL PA?S, 4-8-2002), un 'punto de coincidencia' entre un liberal y un socialista (Sol¨¦ Tura) que contraponen 'por encima o por debajo de las doctrinas' una reflexi¨®n basada en el 'sentido com¨²n'.
Desgraciadamente, la convergencia en direcci¨®n al 'punto de coincidencia' se efect¨²a mediante el recurso a un c¨¢lculo pol¨ªtico unilateral que combina sutilmente una dosis bondadosa de arena y otra hiriente de cal viva para llegar a un resultado preconcebido dif¨ªcil de compartir, no s¨®lo por la manifiesta incongruencia con ciertos principios indiscutibles, sino tambi¨¦n por el hecho de elevar a rango de elementos s¨®lidos de an¨¢lisis lo que no es m¨¢s que ambiciones, meras conjeturas y 't¨¢cticas de combate diplom¨¢tico' eminentemente marroqu¨ªes.
Me une una buena amistad a Sol¨¦ Tura. Estuve presente en la reuni¨®n con el secretario general del Frente Polisario a la que hace referencia (EL PA?S, 29-7-2002). Los saharauis recordamos mejor no la conversaci¨®n, sino el otro punto de coincidencia, el compromiso adquirido por el PSOE y el PCE, de 'acompa?ar al pueblo saharaui hasta la victoria final'. En cuanto a Vargas Llosa, contrariamente a Sol¨¦ Tura, nunca ha visitado el S¨¢hara Occidental ni creo que haya encontrado hasta ahora a ning¨²n saharaui. Lamento que en su primera salida respecto a la cuesti¨®n saharaui haya llegado al exceso al que lleg¨®.
Creo que no era necesario perderse en escarceos y divagaciones para llegar a la ecuaci¨®n de lo justo-posible. Marruecos utilizaba mejores argumentos, entre ellos la fuerza en su m¨¢ximo exponente y de forma masiva. Eso no ha dado resultado. Hablemos pues de l¨®gica y de sentido com¨²n.
La cuesti¨®n del S¨¢hara Occidental es un sencillo problema de descolonizaci¨®n que puede y debe ser resuelto sin mayores traumas ni tragedias apocal¨ªpticas para nadie.
Luxemburgo, Andorra, Liechtenstein, M¨®naco, son entidades soberanas con asiento en la ONU, por muy 'pigmeas' que sean para Vargas Llosa. El formidable actual proceso unitario europeo no pod¨ªa haber sido puesto en marcha sobre la base de las fronteras adquiridas por la fuerza entre 1939 y 1945. Fue necesario, para no volver a arar en el mar, la paz en libertad, una nueva Alemania y el libre consentimiento de los protagonistas, grandes y peque?os.
Esta perspectiva es, a largo alcance, posible para el Magreb. No obstante, hay obst¨¢culos serios en su camino. Debemos reconocerlos para afrontarlos. Desde su independencia, Marruecos, por razones internas, como ayer la Alemania hitleriana, se ha erigido en 'amenaza permanente' contra sus vecinos. El Gran Marruecos es un proyecto agresivo de expansi¨®n territorial que ha implicado el recurso a la fuerza. Es hoy el ¨²nico pa¨ªs de la regi¨®n que considera abiertas e inacabadas todas sus fronteras.
Teniendo esto en cuenta, la ecuaci¨®n de lo justo-posible es, como la respuesta franco-brit¨¢nica al Tratado de M¨²nich, una abdicaci¨®n eximente de la responsabilidad marroqu¨ª en la prolongada tragedia que ha conocido la regi¨®n desde la d¨¦cada de los cincuenta. Mucho ha perdido Marruecos y su pueblo en el intento y mucho m¨¢s los que hemos sido las v¨ªctimas directas. Ganar¨ªa, sin embargo, mucha m¨¢s credibilidad y sentido de perspectiva hist¨®rica si llegara a renunciar al relativamente reciente delirio expansionista, empezando por cooperar de buena fe con la ONU en la celebraci¨®n del refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n que ¨¦l mismo acept¨®. Los grandes progresos democr¨¢ticos en Francia y Portugal fueron posibles s¨®lo cuando se desembarazaron del enorme fardo que supon¨ªa el quim¨¦rico imperio de ultramar.
Es universalmente reconocido que la presencia de Marruecos en el S¨¢hara Occidental viola la legalidad internacional. Es una ocupaci¨®n de facto de un territorio ajeno objeto de un proceso de descolonizaci¨®n inconcluso que debe culminar de manera normal y cre¨ªble. Desde esta premisa, el S¨¢hara Occidental no es el Rif, ni el Sous, ni la regi¨®n del Atlas. Estas regiones son genuinamente marroqu¨ªes y sus emigrantes ilegales podr¨ªan ver con agrado la experiencia catalana o andaluza. Ojal¨¢ lo logren, aunque mucho me temo que es como pedir peras al olmo. Mas, ello no tiene nada que ver con una cuesti¨®n de descolonizaci¨®n como el S¨¢hara Occidental, inscrita en la agenda de todos los organismos internacionales.
Tres enfoques b¨¢sicos han sido aplicados a la cuesti¨®n saharaui. En primer lugar, los que sostienen que el pueblo saharaui, como cualquier otro pueblo, tiene un leg¨ªtimo e incuestionable derecho a la libertad y a la independencia. Es la posici¨®n de los organismos internacionales. Este pueblo ha demostrado de forma limpia y con hechos directos y en condiciones que exigen una alta determinaci¨®n y convicci¨®n, que nada le detendr¨¢ hasta no lograr su objetivo.
En segundo lugar, aquellos 'analistas' que, inc¨®modos con el principio de legalidad internacional, insin¨²an que frente al derecho leg¨ªtimo de los saharauis deber¨ªa primar el inter¨¦s, a¨²n ileg¨ªtimo, de 'la monarqu¨ªa marroqu¨ª'. Es lo justo-posible. Tales analistas consideran, sin asomo de rubor, que la aplicaci¨®n en el S¨¢hara Occidental del principio democr¨¢tico por antonomasia, cual es la autodeterminaci¨®n, ser¨ªa contraproducente para la futura y siempre evasiva democracia en Marruecos, que aparece y desaparece como el Guadiana, seg¨²n los intereses del momento pol¨ªtico. El argumento en cuesti¨®n est¨¢ tan desprovisto de l¨®gica democr¨¢tica como lleno de farise¨ªsmo pol¨ªtico. Si Sadam Husein lo hubiera descubierto y utilizado 'oportunamente', tal vez otro gallo cantar¨ªa ahora en Kuwait. Muchos consideran que Israel es un pa¨ªs democr¨¢tico, incluso el ¨²nico democr¨¢tico en esa latitud, pero no por ello sostienen que los derechos del pueblo palestino hayan de ser sacrificados en el altar de la Gran Galilea.
En tercer lugar, aquellos que utilizan esas 'conjeturas y t¨¢cticas de combate diplom¨¢tico' que Marruecos utilizara en los a?os setenta, para sostener, sin fijarse mucho en el mapa, que la independencia del S¨¢hara Occidental la desea en realidad Argelia, para el p¨¦rfido prop¨®sito de obtener una 'salida al oc¨¦ano Atl¨¢ntico'. En la graduaci¨®n de la perfidia, resultan m¨¢s graves las supuestas intenciones argelinas que los hechos consumados marroqu¨ªes en el S¨¢hara Occidental.
Los argelinos no ocultan su apoyo y solidaridad a la causa saharaui. Tampoco hoy son los ¨²nicos. Lo fueron ayer, cuando nos brindaron generosidad y aliento en el momento en que unos decidieron agredir y otros, simplemente, abdicar y marcharse.
Seamos consistentes. La democracia espa?ola y el fin de las dictaduras latinoamericanas no habr¨ªan podido lograse sin el apoyo de alguien. Nadie ha logrado liberarse de una ocupaci¨®n extranjera, empezando por la independencia americana, hasta la reciente de Timor Oriental, pasando por la liberaci¨®n europea del 45, sin el apoyo y la solidaridad de alguien. No deja de ser cuanto menos selectivo construir monumentos de m¨¢rmol en honor de algunas solidaridades mientras a otras se les incrusta una conjunci¨®n adversativa.
Si Argelia fuera, como Bolivia, un pa¨ªs sin ninguna salida al mar, el argumento podr¨ªa tal vez ser aireado e incluso resultar¨ªa dif¨ªcil de rebatir. Argelia tiene una larga costa en el Mediterr¨¢neo y, a pocas millas marinas de Or¨¢n, v¨ªa Gibraltar, est¨¢ el Atl¨¢ntico, que es surcado por barcos argelinos en direcci¨®n a las Am¨¦ricas, llenos de gas y de petr¨®leo. Argelia no necesita la independencia del S¨¢hara Occidental para alcanzar el Atl¨¢ntico.
Debo decir que me llama mucho la atenci¨®n la facilidad con que se distorsiona para fines nada inocentes no ya la historia, sino las evidencias. Es cierto que el dilema resultante del enfrentamiento entre un m¨ªnimo de coherencia moral y pol¨ªtica y el c¨¢lculo de 'ganancias y p¨¦rdidas' con que algunos ven su relaci¨®n con Marruecos, ignorando para ello la legalidad internacional, los compromisos y la propia opini¨®n p¨²blica, provoca situaciones surrealistas, que por su propia definici¨®n se aconseja no llevarlas a la palestra p¨²blica. Es bueno, desde luego, hacer oposici¨®n al Gobierno del pa¨ªs en la cuesti¨®n saharaui, posici¨®n p¨²blica que dicho sea de paso acaba de ser fortalecida por el Consejo de Seguridad de la ONU. Unos tienen derecho a hacerlo; mas deben buscar otro chivo expiatorio. Otros, por medio de un subterfugio de 'coincidencias', cometen, tal vez sin quererlo, injerencias en asuntos internos altamente delicados. En el intento, se corre el riesgo de caer en el terreno de lo impol¨ªtico, de lo descomedido. Es adem¨¢s extremadamente excesivo y fuera de orden lo de 'naci¨®n pigmea condenada irreversiblemente al desgarramiento o al vasallaje'. Distorsionar el presente, descalificar la lucha de un pueblo por su libertad, insultar de esa manera su futuro, impartir 'consejos' a Gobiernos soberanos, me sorprende de un autor de la talla de Vargas Llosa.
Si Marruecos quiere o no ser un pa¨ªs democr¨¢tico, es un asunto estrictamente marroqu¨ª. Ojal¨¢ lo sea; no es, en todo caso, asunto saharaui, ni creo que sea espa?ol. Ni de Vargas Llosa. En realidad no es de nadie. No obstante, si el precio inapelable en el intento de serlo es que saharauis, espa?oles y la comunidad internacional acepten irremediablemente, dentro de la ecuaci¨®n justo-posible, situaciones derivadas de hechos consumados, me parece un precio demasiado alto que nadie puede ni debe asumir. No es posible, ni es justo, ni tiene sentido com¨²n.
Ahmed Bujari es representante del Frente Polisario ante la ONU.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.