El sospechoso de los ataques con ¨¢ntrax acusa al FBI de buscar 'un chivo expiatorio'
Hatfill niega su implicaci¨®n en los env¨ªos en su primera comparecencia p¨²blica
El cient¨ªfico sobre el que pesan sospechas de ser el autor de los atentados con ¨¢ntrax (carbunco) en Estados Unidos sali¨® ayer a defender su reputaci¨®n acusando al FBI y a una colega de intentar destru¨ªrsela. Steven J. Hatfill se?al¨® que el FBI ha filtrado informaci¨®n a la prensa y dijo que 'han ido contra ¨¦l' despu¨¦s de que una colega de la Federaci¨®n de Cient¨ªficos Estadounidenses lo denunciara sin ning¨²n motivo. Dijo que era 'un chivo expiatorio', aunque se neg¨® a explicar los inquietantes hechos que han dado origen a las especulaciones sobre su implicaci¨®n.
?Por qu¨¦ le suspendi¨® la CIA hace un a?o la autorizaci¨®n para acceder a informaci¨®n clasificada, cancelando con ello sus aspiraciones para realizar un proyecto secreto de guerra bacteriol¨®gica? ?Actu¨® en venganza enviando el ¨¢ntrax un mes despu¨¦s? ?Qu¨¦ le hizo patrocinar hace dos a?os un estudio sobre el impacto que tendr¨ªa un ataque de ¨¢ntrax por correo, que parece un gui¨®n del ocurrido? ?Tuvo algo que ver con el mayor brote de ¨¢ntrax de la historia, ocurrido en Rodesia en 1980, cuando ¨¦l era miembro del Ej¨¦rcito supremacista blanco? La lista de preguntas es larga, pero ayer ni Hatfill ni su abogado, Victor Glasberg, quisieron responder aduciendo que todo son 'insinuaciones irrelevantes'.
'Me han arruinado la vida, ya no tengo reputaci¨®n ni trabajo. Soy leal a mi patria y no tengo nada que ver con los env¨ªos de ¨¢ntrax. Nunca he trabajado con ¨¢ntrax ni con bacterias, s¨®lo con virus', afim¨® Hatfill, leyendo unas declaraciones preparadas para la prensa en presencia de su abogado. Y prosigui¨®: 'Entiendo que el FBI me quiera interrogar, es el precio que pagamos los cient¨ªficos en mi campo, pero yo he cooperado con ellos, e incluso me dijeron que hab¨ªa pasado el detector de mentiras y no ten¨ªa por qu¨¦ preocuparme'.
Expresaba as¨ª su sorpresa porque el FBI registrara hace una semana su apartamento con una orden judicial por segunda vez. Entre otras razones, lo que hizo volver a los agentes al apartamento de Hatfill en Fort Detrick, Maryland, es la reacci¨®n que tuvieron perros sabuesos al olfatear la vivienda. El FBI hab¨ªa llevado a los perros a rastrear las casas de otros cient¨ªficos potencialmente sospechosos, pero ni se inmutaron. Cuando les llevaron en cambio al apartamento de Hatfill, se pusieron sumamente intranquilos. Los sabuesos hab¨ªan olido antes los sobres enviados a dos senadores en octubre de 2001.
'Cortina de humo'
Hatfill, soltero de 48 a?os, dijo que le han 'elegido como chivo expiatorio'. Su abogado a?adi¨® que el FBI estaba creando con su cliente una 'cortina de humo' para encubrir la falta de avance en la investigaci¨®n. El FBI no quiso hacer ayer declaraciones al respecto, pero el director de esa agencia federal, Robert Mueller, asegur¨® esta semana que estaban progresando.
El perfil sospechoso de Hatfill lo denunciaron por primera vez algunos de sus colegas al FBI poco despu¨¦s de los atentados. Y en junio la doctora Barbara Rosenberg, directora de armas biol¨®gicas de la Federaci¨®n de Cient¨ªficos Estadounidenses (FAS), se reuni¨® con los dos senadores que hab¨ªan recibido las cartas letales para advertirles de que Hatfill hab¨ªa despertado mucha preocupaci¨®n entre los colegas de la FAS. Seg¨²n ellos, Hatfill encajaba con el perfil del autor: un hombre resentido, con un alto grado de conocimiento cient¨ªfico, acceso a laboratorios de investigaci¨®n bacteriol¨®gica y un gran ego.
A ra¨ªz de que trascendiera la reuni¨®n de Rosenberg, fueron aflorando cabos sueltos que, para muchos, cuadran como piezas de un rompecabezas. Hatfill acus¨® ayer a Rosenberg de iniciar la caza de brujas contra ¨¦l por desacuerdos sobre si EE UU debe o no firmar un tratado de armas bacteriol¨®gicas. 'Yo me opongo, porque hay que proteger a la industria de este pa¨ªs, y ella est¨¢ a favor', subray¨®. Hatfill trabaj¨® entre 1995 y 1997 en el Instituto de Investigaci¨®n M¨¦dica de Enfermedades Infecciosas del Ej¨¦rcito (Usamriid) en Fort Detrick (Maryland), donde se llevan a cabo experimentos secretos de biodefensa. Y sigui¨® teniendo acceso a ese centro hasta el pasado marzo como empleado de Science Applications Internacional (SAI), una empresa contratada por el Pent¨¢gono y la CIA. SAI le despidi¨® cuando empezaron los rumores sobre su posible vinculaci¨®n con los ataques.
Su trayectoria profesional tiene huecos y su curr¨ªculum est¨¢ inflado con t¨ªtulos inexistentes. Comenz¨® en Rodesia (actual Zimbabue) en los setenta. Entonces trabajaba para el Ej¨¦rcito de EE UU y para el r¨¦gimen supremacista blanco de Rodesia, cuando este Gobierno fue acusado de provocar el mayor brote de ¨¢ntrax de la historia entre 10.000 campesinos negros.
En Rodesia vivi¨® en el barrio Greendale. Ese nombre ha intrigado al FBI, porque coincide con el remite de las cartas a los senadores: Greendale School en Nueva Jersey, un sitio inexistente. Ayer su abogado calific¨® de 'maliciosas y rid¨ªculas' las conexiones. 'Hay muchos Greendale en este pa¨ªs'.
Pocas pistas y ning¨²n detenido
A medida que se acerca el aniversario del 11-S, el FBI est¨¢ recibiendo presiones para resolver los atentados con ¨¢ntrax que mataron a cinco personas e infectaron a otras 13. Pero hasta el momento no se ha detenido a nadie y ni siquiera se ha identificado a un sospechoso. Steven Hatfill es el ¨²nico 'sospechoso potencial' entre una lista de unos veinte cient¨ªficos que encajan, m¨¢s o menos, con el perfil del autor. Una de las razones por las que no ha avanzado la investigaci¨®n es porque el FBI ha dependido de cient¨ªficos de los que no se fiaba del todo. Han trabajado con la hip¨®tesis de que alguno de los expertos que les ayudaban a identificar la cepa de ¨¢ntrax usada en las cartas enviadas por correo es, probablemente, el autor de los mismos. ?Pero c¨²al? Descartadas esas dificultades, no parece haber explicaci¨®n a la lentitud y fragmentaci¨®n con la que han operado los agentes. Autorizaron por ejemplo la incineraci¨®n de las cepas de las que se derivaron las esporas de los atentados, almacenadas en la Universidad de Iowa, en Ames, sin antes ser analizadas. Y hasta hace dos meses no hicieron la prueba del detector de mentiras a cient¨ªficos que han manejado el pat¨®geno en los laboratorios en los que el Gobierno realiza experimentos de guerra bacteriol¨®gica. Tampoco se entiende por qu¨¦ esperaron hasta marzo para tomar muestras de todos los laboratorios, ni por qu¨¦ han asignado pruebas cruciales a un equipo distinto de agentes al que investiga las cartas enviadas a los senadores Tom Dashle y Patrick Leahy, que conten¨ªan dosis letales. Hasta el momento, el progreso m¨¢s visible ha sido la secuencia del genoma de las esporas de ¨¢ntrax usadas en el atentado. No hay duda, dice el FBI, de que proceden de la cepa Ames desarrollada en los laboratorios de Fort Detrick, donde trabaj¨® Hatfill. El descubrimiento ha permitido reducir la lista de sospechosos hipot¨¦ticos. El FBI ha descartado 'casi por completo' que Al Qaeda o Irak estuvieran detr¨¢s de los atentados con ¨¢ntrax, a pesar de que un m¨¦dico de Florida trat¨® a uno de los pilotos suicidas, Ahmed Ibrahim al Haznawi, de una lesi¨®n en la pierna izquierda que, seg¨²n el m¨¦dico, parec¨ªa ¨¢ntrax cut¨¢neo.
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