Caballos a medio gas
La corrida comenz¨® con un homenaje a Francisco Mancebo, rejoneador menos que mediano que ofici¨® en los a?os sesenta. Prodigios del localismo, puesto que m¨¢s bien ¨¦ramos acreedores a medalla los aficionados que lo sufrimos tantas tardes y m¨¢s.
La labor de Luis Domecq result¨® bastante espesa, ya que el toro que abri¨® plaza era un tanto manso y bastante soso. Clav¨® siempre a la grupa, tanto rejones como banderillas, si bien el toro se fue manteniendo en el centro del ruedo progresivamente. De todas maneras, el rejoneador fue por su lado y el toro por ninguno; mat¨® a la segunda.
Estuvo m¨¢s entonado en el cuarto, ya que la bravura del animal le permiti¨® un mayor margen de lucimiento, que s¨®lo aprovech¨® en parte. Se recre¨® mucho en la preparaci¨®n de las suertes, como es normal sin toro y puso dos banderillas seguidas de un par a dos manos para el que necesit¨® dos intentos. Al poner las banderillas cortas, fue alcanzada la cabalgadura, volviendo a pasar un cierto peligro a la hora de matar pues, tras clavar un rej¨®n defectuoso, estuvo a punto de salir catapultado por las orejas del caballo, al no encontrar apoyo.
J¨®dar / Domecq, Hermoso, Gal¨¢n
Toros de J¨®dar y Ruchena, despuntados para rejones, mansurrones excepto 3? y 4?. Luis Domecq: ovaci¨®n y oreja. Pablo Hermoso de Mendoza: ovaci¨®n y oreja. Sergio Gal¨¢n: oreja y ovaci¨®n. Plaza de la Malagueta, 11 de agosto, 3? de abono. Tres cuartos de entrada.
Pablo Hermoso es distinto: ante el parado segundo, no tuvo una actuaci¨®n regular. Fall¨® al quebrar las dos primeras veces, pasando en falso, clav¨® un rej¨®n delantero y un magn¨ªfico segundo, dando siempre los pechos de la cabalgadura. En banderillas hubo de superar una serie de reacciones extra?as del toro que, cuando se ve¨ªa en ventaja, arreaba con malas intenciones. La labor torera fue de consideraci¨®n, aunque sus resultados no acompa?aron siempre, pasando, desde clavar al aire, hasta lograr una mejora cercana a lo perfecto. Le cost¨® poner las cortas, con el toro en chiqueros y m¨¢s discretamente.
En el quinto pudieron las piruetas en la cara tras las banderillas. Puso las dos rosas, hizo el tel¨¦fono y siempre se entreg¨® hasta matar de manera efectiva.
El tercero fue el m¨¢s bravo y Sergio Gal¨¢n estuvo por debajo de lo exigible: no se atrevi¨® a aguantar en los primeros envites, falt¨¢ndole pericia para medir la embestida. Puso tres rejones y cuatro banderillas, con varias pasadas en falto. Al final se entabler¨® de mala manera para matar al segundo intento. El sexto fue un manso ante el que acredit¨® que todav¨ªa le falta mucho para llegar.
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