'Durante la crisis de Cuba estuvimos cerca del fin del mundo'
Sergu¨¦i Jruschov, de 67 a?os, hijo del antiguo dirigente sovi¨¦tico Nikita Jruschov, era ingeniero en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y se dedicaba a la construcci¨®n de cohetes. Sin embargo, en 1991 se march¨® a la Universidad de Brown en EE UU para dedicarse a las ciencias pol¨ªticas. Desde 1999 posee la nacionalidad estadounidense.
Pregunta. Profesor Jruschov, en varias ocasiones ha viajado a la Rep¨²blica Federal de Alemania. ?C¨®mo reaccionan los alemanes ante el hijo de Nikita Jruschov?
Respuesta. Los alemanes y los estadounidenses reaccionan igual: son curiosos, pero amables.
P. ?No muestran ninguna hostilidad aun sabiendo que su padre estuvo bastante implicado en los cr¨ªmenes de Stalin?
R. No. Adem¨¢s, eso ser¨ªa injusto. Al fin y al cabo, en comparaci¨®n con otros colaboradores de Stalin, mi padre fren¨® bastante sus deseos de asesinar.
'Todos odi¨¢bamos a los alemanes. No s¨®lo a los nazis, sino a los alemanes en general. Los millones de soldados alemanes o nazis nos pon¨ªan furiosos'
'Mientras Stalin viv¨ªa no se hablaba de ¨¦l. Para la gente de a pie era muy peligroso. Y nosotros siempre est¨¢bamos rodeados de miembros del NKVD y guardaespaldas'
'Al fin y al cabo, en comparaci¨®n con otros colaboradores de Stalin, mi padre fren¨® bastante sus deseos de asesinar'
'Pr¨¢cticamente todas las familias se vieron afectadas por las purgas de Stalin, unas veces como v¨ªctimas, otras como autores de los cr¨ªmenes'
'Seg¨²n los estadounidenses, Kennedy trat¨® a Jruschov con mano de hierro y ¨¦ste se march¨® con el rabo entre las piernas. Pero no fue una derrota: EE UU no atac¨® Cuba'
P. Sin embargo, su padre firm¨® cientos, incluso miles de sentencias de muerte durante las limpiezas de los a?os treinta...
R. Lo s¨¦. Me cont¨® lo que hizo Stalin. Stalin llegaba con una lista de nombres y le dec¨ªa que hab¨ªa pruebas contundentes que afirmaban que aquellas personas eran enemigas del pueblo. Deb¨ªan ser condenadas a muerte y, para que el procedimiento interno fuera correcto, mi padre ten¨ªa que firmar. Por supuesto, mi padre firmaba.
P. Pero no s¨®lo particip¨® de forma pasiva.
R. No, a partir de 1938 fue jefe del partido de Ucrania. Por aquel entonces, el jefe del servicio secreto, o NKVD, pidi¨® que se arrestase a determinados grupos. Si alguien hu¨ªa o desobedec¨ªa, se condenaba a s¨ª mismo.
P. Entonces, ?no ten¨ªa su padre ning¨²n margen de maniobra?
R. S¨ª que lo ten¨ªa, pero era muy peque?o. Una vez, el ministro de Interior ucranio acus¨® al famoso poeta Maxim Rylski de ser nacionalista por escribir sus poes¨ªas en ucranio. Mi padre no estaba de acuerdo y finalmente llam¨® a Stalin. Le dijo: 'Camarada Stalin, van a detener al poeta Maxim Rylski. Ha escrito poemas maravillosos sobre usted en ucranio. No s¨¦ qu¨¦ debo hacer'. Stalin le contest¨®: 'No te preocupes'. Finalmente soltaron a Rylski. Pero aquello fue una excepci¨®n.
P. Incluso detuvieron a la viuda de su hermano, que muri¨® en la II Guerra Mundial.
R. Pr¨¢cticamente, todas las familias se vieron afectadas por las purgas de Stalin, unas veces como v¨ªctimas y otras como autores de los cr¨ªmenes. Stalin dej¨® que detuviesen incluso a la mujer del ministro de Asuntos Exteriores Viacheslav M¨®lotov, que era un estalinista convencido. Cuando M¨®lotov pidi¨® explicaciones, Stalin le dijo: 'No lo s¨¦. El NKVD tambi¨¦n ha detenido a muchos de mis parientes'. Stalin era as¨ª de c¨ªnico.
P. ?Tom¨® alguna medida su padre para defender a su nuera?
R. No. El ejemplo de M¨®lotov hab¨ªa demostrado que tratar de intervenir era in¨²til. Afortunadamente, s¨®lo la desterraron a Kazajist¨¢n.
P. ?Qu¨¦ opini¨®n ten¨ªa su familia sobre Stalin?
R. Mientras viv¨ªa, no se hablaba de ¨¦l. Para la gente de a pie era muy peligroso hablar sobre Stalin. Adem¨¢s, siempre est¨¢bamos rodeados de miembros del NKVD: el personal, los guardaespaldas... Mi padre incluso nos prohibi¨® tener contacto con los hijos de otros pol¨ªticos para protegernos.
P. ?Una vida marcada por el miedo?
R. Por la precauci¨®n. Una vez dej¨¦ puesto un disco de jazz sovi¨¦tico en nuestra dacha. Mi padre dijo: 'Qu¨ªtalo'. Despu¨¦s de una pausa a?adi¨®: 'Mejor tira el disco'.
P. ?Por qu¨¦?
R. Mi padre estaba preocupado porque podr¨ªan acusarme de espionaje a favor de EE UU.
P. ?Qu¨¦ piensa sobre Stalin?
R. Cuando muri¨®, en 1953, llor¨¦ a moco tendido y no entend¨ª por qu¨¦ mi padre no derram¨® ninguna l¨¢grima. M¨¢s tarde supe que en 1938 hab¨ªa recomendado a un viejo amigo de su juventud que entrase en el PCUS. Pero su amigo le dijo que no quer¨ªa entrar en el partido responsable de las sangrientas limpiezas de los a?os treinta. Mi padre debi¨® de haberle contestado: 'Por eso nunca olvidaremos a Stalin'.
P. Visto desde fuera, no dej¨® traslucir ninguna duda.
R. ?Qu¨¦ deb¨ªa haber hecho? ?Unirse a la resistencia?
P. ?Por qu¨¦ revel¨® su padre los cr¨ªmenes de Stalin en el 20? Congreso del PCUS, en 1956?
R. Pensaba que no podr¨ªamos encontrar ning¨²n para¨ªso si est¨¢bamos rodeados de alambres de espino.
P. ?No querr¨ªa m¨¢s bien alejarse del peligro?
R. Por supuesto, todos los antiguos colaboradores de Stalin sab¨ªan que la mayor¨ªa ser¨ªan asesinados cuando Lavrenti Beria se hiciese con el cargo de jefe de la polic¨ªa secreta. Pero eso no detuvo a mi padre. Sin embargo, ¨¦l pretend¨ªa diferenciar las ideas comunistas de la sangre de los cr¨ªmenes. ?se fue el motivo principal.
P. Pero a la larga, la dimensi¨®n del Gulag dif¨ªcilmente pod¨ªa esconderse.
R. Es cierto. Antes o despu¨¦s, millones de presos regresar¨ªan a sus casas. Mi padre dijo: 'Sus familias nos preguntar¨¢n las razones por las que fueron detenidos. Entonces nos har¨¢n responsables de la situaci¨®n'.
P. ?Quer¨ªa quitar hierro a una posible protesta?
R. S¨ª. Primero hab¨ªa que dar a conocer los cr¨ªmenes de Stalin y despu¨¦s se pondr¨ªa en libertad a todos los presos. Cuando yo crec¨ª, las purgas hab¨ªan terminado y no se hablaba m¨¢s de lo que hab¨ªa sucedido.
P. ?Cu¨¢ndo viaj¨® su padre por primera vez a Alemania?
R. Justo despu¨¦s del final de la guerra, en 1945. Era el l¨ªder del Partido Comunista de Ucrania y quer¨ªa asegurar su parte en las reparaciones. Camuflado como el general Petrenko, viaj¨® a trav¨¦s de las zonas ocupadas por los sovi¨¦ticos en Alemania y Austria. Despu¨¦s habl¨® mucho de aquel viaje. Justo despu¨¦s del levantamiento en la RDA, el 17 de junio de 1953, consider¨® un fallo de Stalin haber saqueado Alemania del Este de aquella manera.
P. Parece que su padre sent¨ªa alguna simpat¨ªa por los alemanes.
R. No, todos odi¨¢bamos a los alemanes. No s¨®lo a los nazis, sino a los alemanes en general. Los millones de soldados alemanes o nazis nos pon¨ªan furiosos.
P. ?Qu¨¦ hay de la opini¨®n de su padre sobre la reunificaci¨®n en los a?os cincuenta?
R. [Risas] No habr¨ªa tenido nada en contra si la Alemania unida hubiera sido miembro del Pacto de Varsovia.
P. De todos modos, su padre consinti¨® la retirada de las tropas sovi¨¦ticas de Austria en 1955 con la condici¨®n de que Austria se mantuviera neutral. ?Habr¨ªa sido posible una soluci¨®n parecida para Alemania?
R. No. Una Alemania unida nunca habr¨ªa podido mantenerse neutral, y su integraci¨®n en la OTAN era inaceptable en aquella ¨¦poca. Hab¨ªa una desconfianza demasiado profunda.
P. ?Se libraba de esa desconfianza Alemania del Este?
R. Los camaradas alemanes ten¨ªan que construir el para¨ªso en la RDA, por supuesto, bajo nuestra vigilancia.
P. De eso se ocup¨® el l¨ªder del Partido Socialista Unificado de Alemania Walter Ulbricht.
R. Mi padre no estaba muy de acuerdo con ¨¦l. Mi padre era un pragm¨¢tico; Ulbricht, por el contrario, prefer¨ªa la ideolog¨ªa.
P. Pero los dos se conocieron en la batalla de Stalingrado en 1942-1943. All¨ª su padre era un oficial pol¨ªtico de alta graduaci¨®n y Ulbricht hac¨ªa llamamientos por los altavoces para que los soldados se pasasen al enemigo.
R. Coincidieron en algunas ocasiones durante las cenas. Mi padre sol¨ªa contar que Ulbricht se hab¨ªa rebelado, pero que ¨¦l no se hab¨ªa dejado ganar: no se convertir¨ªa en un desertor.
P. Suena como una amenaza.
R. Sepa usted que en Stalingrado a nadie le gustaban los alemanes, lucharan en el bando que lucharan.
P. Usted afirm¨® hace algunos a?os que la iniciativa de la construcci¨®n del muro de Berl¨ªn el 13 de agosto de 1961 parti¨® de su padre.
R. Hoy ya no lo volver¨ªa a decir. Por aquel entonces s¨®lo sab¨ªa que mi padre se hab¨ªa esforzado mucho en la parte t¨¦cnica. El resto puede encontrarse en los documentos de los archivos. Despu¨¦s, el Partido Socialista Unificado de Alemania atosig¨® a mi padre, de modo que despu¨¦s se apropi¨® de la propuesta.
P. El presidente franc¨¦s Charles de Gaulle afirm¨® posteriormente que si la ma?ana del 13 de agosto la parte occidental hubiera aplastado el alambre de espino con tanques, el Kremlin habr¨ªa detenido la construcci¨®n del muro.
R. Yo creo que no. Habr¨ªamos derribado a tiros a los tanques. Kennedy tendr¨ªa que haber mandado refuerzos, y el presidente estadounidense sab¨ªa que eso no favorecer¨ªa su escalada en el poder.
P. Su padre no esper¨® mucho para producir un nuevo esc¨¢ndalo en Occidente: instal¨® misiles nucleares de alcance medio en Cuba, y con ello desencaden¨® una nueva crisis que puso al mundo al borde de una guerra nuclear. ?Cu¨¢ndo tuvo conocimiento por primera vez del plan de despliegue de misiles en Cuba?
R. En mayo de 1962. Mi padre hab¨ªa regresado de una visita oficial a Bulgaria. Fuimos a dar un paseo. Se sab¨ªa que EE UU se preparaba para invadir Cuba y derrocar a Fidel Castro. Le pregunt¨¦ a mi padre c¨®mo pensaba defender a Cuba. Entonces me contest¨® que llevar¨ªan armas nucleares a la isla.
P. ?Y crey¨® su razonamiento?
R. Todav¨ªa lo creo.
P. Sin embargo, no se trataba de la protecci¨®n de Cuba. Su padre pretend¨ªa desplegar los misiles en secreto. Despu¨¦s se conocieron sus planes y comenz¨® la negociaci¨®n con los estadounidenses con un nuevo medio de coacci¨®n en sus manos. ?Tambi¨¦n se negoci¨® sobre Alemania Occidental?
R. ?se es el punto de vista occidental, pero est¨¢ equivocado. Los estadounidenses nos llevaban una ventaja enorme. ?Qu¨¦ iba a cambiar un par de docenas de misiles en Cuba? Adem¨¢s, no se ejerci¨® ninguna presi¨®n sobre el tema de Berl¨ªn. No, mi padre s¨®lo quer¨ªa intimidar a los estadounidenses y evitar que atacasen Cuba.
P. ?Por qu¨¦ era la isla tan importante para ¨¦l?
R. No era lo m¨¢s importante para ¨¦l. Fidel Castro fue el primero en acercarse paulatinamente a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. A¨²n no s¨¦ -de hecho se lo pregunt¨¦ a mi padre- por qu¨¦ no firmamos ning¨²n pacto de defensa con Cuba. ?l me contest¨®: 'Cuba est¨¢ muy lejos de nuestro pa¨ªs y muy cerca de EE UU. Es demasiado peligroso'.
P. ?Y por qu¨¦ cambi¨® de opini¨®n?
R. Despu¨¦s de que Castro afirmase ser nuestro aliado, mi padre no tuvo m¨¢s opciones. Era el l¨ªder de una potencia mundial y, si no defend¨ªa a sus aliados, pod¨ªa sufrir graves consecuencias.
P. Parece que Castro le caz¨®.
R. Se puede decir as¨ª. Compare ahora la situaci¨®n con la de Berl¨ªn occidental. Para los estadounidenses, ese lugar carec¨ªa de importancia estrat¨¦gica; entonces, ?por qu¨¦, a pesar de todo, quer¨ªan defenderlo? Pues por la credibilidad que ganaban ante sus aliados. Para nosotros, Cuba no era importante, pero cuando uno es l¨ªder de una potencia mundial, no se puede huir de ciertas responsabilidades.
P. ?Lo ve¨ªa de ese modo en aquella ¨¦poca?
R. S¨ª, yo era un halc¨®n. Trabajaba en la construcci¨®n de misiles nucleares y tambi¨¦n formaba parte del complejo militar e industrial. Debido a mis conocimientos en misiles, mi padre siempre me comentaba todos sus movimientos, aunque s¨®lo tuviese 27 a?os.
P. ?Realmente pens¨® alguna vez que los estadounidenses aceptar¨ªan los misiles?
R. S¨ª, lo pens¨¢bamos, aunque est¨¢bamos equivocados. Los europeos est¨¢bamos acostumbrados a vivir bajo la amenaza nuclear. Por eso mi padre pens¨® que todo funcionar¨ªa como con el despliegue de misiles en la RDA. ?Acaso se desat¨® el p¨¢nico en la Rep¨²blica Federal? No, hubo muchos debates y se escribieron muchos titulares al respecto, pero los alemanes occidentales siguieron bebiendo sus cervezas y no se lanzaron a vaciar las estanter¨ªas de los supermercados como locos.
P. ?Y los estadounidenses?
R. Siempre se hab¨ªan sentido protegidos por el oc¨¦ano. Nunca les hab¨ªan lanzado un ataque: ni los canadienses, ni los mexicanos ni los esquimales. Exceptuando Pearl Harbor, claro. Por eso los estadounidenses no piensan como los alemanes o los rusos. S¨®lo porque se sintieron un poco vulnerables pensaron que los atacar¨ªamos. Mi padre no hab¨ªa contado con esa mentalidad estadounidense. Digamos que es un ejemplo t¨ªpico de c¨®mo nos hacemos ideas equivocadas sobre el bando contrario al basarnos en nuestras propias experiencias.
P. El presidente estadounidense John F. Kennedy decret¨® entonces un bloqueo contra Cuba y exigi¨® la retirada de los misiles.
R. Para nosotros fue un alivio. Aquello implicaba negociaci¨®n. Junto a los misiles nucleares de medio alcance, dispon¨ªamos de docenas de armas nucleares listas para el combate en Cuba...
P. ... Y los estadounidenses no lo sab¨ªan.
R. En caso de un ataque a Cuba, nuestras tropas habr¨ªan usado esas armas para defenderse. Seguramente, el ej¨¦rcito de invasi¨®n estadounidense habr¨ªa tenido que lamentar m¨¢s de 100.000 v¨ªctimas y Kennedy se habr¨ªa visto obligado a pulsar el bot¨®n rojo. Durante la cirisis de Cuba, estuvimos cerca del fin del mundo.
P. Por suerte, su padre cedi¨® y retir¨® los misiles. ?Una derrota?
R. En la versi¨®n estadounidense, Kennedy trat¨® a Jruschov con mano de hierro y ¨¦ste se march¨® con el rabo entre las piernas. Pero no fue ninguna derrota. Mi padre consigui¨® su objetivo: los estadounidenses no atacaron Cuba.
P. Los estadounidenses afirman que nunca tuvieron la intenci¨®n de atacar Cuba directamente.
R. Despu¨¦s del alunizaje estadounidense, tambi¨¦n nosotros dijimos que nunca hab¨ªamos querido viajar a la Luna. Por supuesto que los estadounidenses habr¨ªan atacado, quiz¨¢ no en 1962, pero s¨ª en 1963 o en 1964.
P. En 1964, su padre se march¨® y Leonid Br¨¦znev le sucedi¨® en el poder. ?Es cierto que dio la orden de matar a su padre?
R. Los miembros del KGB hab¨ªan hablado mucho del tema con Br¨¦znev, pero ¨¦l no era la clase de persona que ordena algo as¨ª. S¨®lo fueron rumores, nada m¨¢s.
P. Durante su jubilaci¨®n, su padre escribi¨® sus memorias. Cuando se publicaron en Occidente en 1970, causaron sensaci¨®n en todo el mundo.
R. Yo las redact¨¦.
P. ?Pudo trabajar tranquilo?
R. Sab¨ªamos que el KGB vigilaba nuestra dacha. Pese a todo, no intentamos esconder nuestro proyecto. De lo contrario, habr¨ªa parecido que hac¨ªamos algo ilegal.
P. ?Por qu¨¦ utiliz¨® el contrabando para que el manuscrito llegase a Occidente?
R. Mi padre pensaba que el KGB confiscar¨ªa el manuscrito. Me dijo: 'T¨² no conoces a esa gente, pero yo s¨ª'. Entonces hice una copia de las cintas. Utilic¨¦ una grabadora de Uher procedente de Alemania Occidental. Si el KGB se hac¨ªa con el original, la copia se publicar¨ªa en Occidente.
P. ?Y c¨®mo lo consigui¨®?
R. Un pariente me hab¨ªa presentado a Victor Louis...
P. Un periodista sovi¨¦tico que trabajaba para el KGB.
R. Era el mensajero entre el Este y Occidente. Su mujer era inglesa y me ofreci¨® enviar el material a su suegra en Londres.
P. ?Por qu¨¦ confi¨® en ¨¦l?
R. No confiaba en ¨¦l, pero no ten¨ªa otra salida. Desgraciadamente, no pude entregarle el documento a un corresponsal de Der Spiegel. Adem¨¢s, el KGB me pod¨ªa acusar de desvelar secretos de Estado. De esta forma, siempre podr¨ªa decir que hab¨ªa entregado el material a un miembro del KGB.
P. ?Su padre lo sab¨ªa?
R. Por supuesto. Louis me cont¨® que hab¨ªa tenido una reuni¨®n privada con el director del KGB, Yuri Andr¨®pov, y le hab¨ªa informado. Andr¨®pov no dijo nada. Louis le pregunt¨® si quer¨ªa leer el material y Andr¨®pov neg¨® con la cabeza. Louis vio ese gesto como la se?al de que no le pondr¨ªa ning¨²n obst¨¢culo. Incluso el departamento de Exteriores del KGB le ayud¨® a sacar de la URSS el manuscrito y las cintas copiadas.
P. Pero despu¨¦s el KGB oblig¨® a entregar el original.
R. Cierto. Br¨¦znev se interes¨® por el original y Andr¨®pov se vio involucrado en una situaci¨®n muy complicada. Se vio con el agua al cuello. Afortunadamente, la gente del KGB no descubri¨® lo que hab¨ªan hecho sus compa?eros.
P. En las memorias de su padre no hay ninguna cr¨ªtica a Br¨¦znev o a Fidel Castro. ?Depur¨® el KGB el manuscrito?
R. Louis fue quien lo hizo. De lo contrario, sus amigos del KGB no habr¨ªan podido apoyarnos.
P. ?Se publicar¨¢n ¨ªntegras las verdaderas memorias de Jruschov?
R. Tengo una copia de las cintas. La traducci¨®n inglesa se publicar¨¢ en breve.
? Der Spiegel
![Sergu¨¦i Jruschov, en el puesto fronterizo de Berl¨ªn conocido como <i>Checkpoint Charlie</i>.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/COCCNZGPP5542SVYL57VXJ3JNM.jpg?auth=948bb0c556c5f48ca3d7bdb7dfec5fea176367b95604ecb17c915b5f44a64657&width=414)
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