El arte de las preguntas
El escultor, dibujante y grabador, muere buscando respuestas a sus eternos interrogantes sobre el espacio, la gravedad y la naturaleza
La muerte de Eduardo Chillida Juantegui (San Sebasti¨¢n, 1924) deja a este pa¨ªs hu¨¦rfano de uno de sus padres art¨ªsticos m¨¢s internacionales y, sin referente, a generaciones de escultores que han hallado en ¨¦l su norte. El peso de su obra, mezcla de ra¨ªces vascas y de vanguardismo cosmopolita, es m¨¢s acusado incluso que el de alguno de sus materiales. Chillida, artista irrepetible y humanista comprometido, ha explorado todos los caminos posibles de las tres dimensiones, ha abierto nuevos horizontes al grabado y ha consolidado definitivamente la presencia de la escultura en espacios exteriores.
Su trayectoria es la historia de un desaf¨ªo. Desaf¨ªo a la materia y al espacio, a la gravedad, a la naturaleza, y, sobre todo, a su propia capacidad como creador. 'Mis obras', dijo en una ocasi¨®n, 'son interrogantes que aspiran a una respuesta. Y todav¨ªa queda un gran porcentaje de pregunta en la obra terminada'. Su ambici¨®n art¨ªstica no tuvo l¨ªmites. Quiz¨¢ porque quiso recuperar el tiempo perdido.
Chillida fue un escultor de vocaci¨®n tard¨ªa. A los 18 a?os debut¨® como guardameta de la Real Sociedad, pero una lesi¨®n, un choque -fatal para su carrera deportiva pero feliz para la historia del arte- con el delantero centro Sa?udo en un partido en Valladolid, frustr¨® sus pretensiones. ?Cu¨¢l habr¨ªa sido su destino de no estar obligado a abandonar el f¨²tbol? Su mujer, Pilar Belzunce, siempre responde: 'Entrenador de tercera regional'.
Ni entrenador, ni portero. Eduardo Chillida, dibujante desde ni?o, se interes¨® por la arquitectura, pero su sentido cr¨ªtico acab¨® por desviarlo de su camino. 'Me sobrevinieron crisis tremendas contra aquella concepci¨®n de la arquitectura que yo cre¨ªa completamente superada', reconoci¨® en una entrevista. Adem¨¢s, nunca crey¨® en la transmisi¨®n de conocimientos. 'Las respuestas tienes que buscarlas t¨²', acostumbraba a repetir. 'Yo digo que mis maestros son el mar y Bach, pero no hay maestros. Las escuelas han pasado a la historia. Leonardo da Vinci tiene muy buenos disc¨ªpulos, pero ?d¨®nde est¨¢ la diferencia? En que los disc¨ªpulos ten¨ªan un buen modelo y Leonardo, no. ?l estaba delante de lo desconocido al trabajar. Yo no he parado hasta dar con lo m¨ªo'.
Su tozudez le dio coraje para abandonar la carrera y para tentar al destino en las arenas movedizas del arte. Super¨® su crisis y su desorientaci¨®n inicial con el dibujo, a golpe de l¨¢piz y papel, muchas veces, probando su capacidad con la mano izquierda. Hasta que en 1948, todav¨ªa escultor y acad¨¦mico honorario en ciernes de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, se traslad¨® a Par¨ªs. Un a?o despu¨¦s, expon¨ªa por primera vez, en el sal¨®n de Mayo, un torso de yeso, con influencia de las esculturas griegas.
Pero Chillida, uno de los vascos m¨¢s universales, se cas¨® en 1950 con el amor de su vida, Pilar Belzunce y regres¨® a Euskadi. Se instal¨® en Hernani y all¨ª aprendi¨® a manejar el soplete y a dirigir el fuego de la fragua con el herrero del pueblo. Quiz¨¢ eso le ense?¨® a no dejar nunca sus obras en otras manos. 'La percepci¨®n es lo que vale, lo ¨²nico que a los artistas nos diferencia realmente de los dem¨¢s'. Poco despu¨¦s realizaba su primera obra no figurativa, Ilarik, en la que ya se intu¨ªa su conciencia del espacio como elemento material y simb¨®lico a un tiempo.
El escultor, padre de ocho hijos, fundador del Grupo Gaur e impulsor de la regeneraci¨®n del arte vasco,no tard¨® demasiado tiempo en ver reconocido su trabajo, que le llev¨® a explotar las posibilidades de todos los materiales: desde el acero, al granito, la madera, la tierra, el alabastro y, sobre todo, el hierro. Su primer ¨¦xito internacional le lleg¨® en 1958, con el Gran Premio de Escultura en la Bienal de Venecia. Despu¨¦s recibi¨® el Carnegie, el Kandinsky, la Medalla de Oro al M¨¦rito de las Bellas Artes, el Pr¨ªncipe de Asturias y una extensa lista de galardones, la m¨¢s larga que un artista espa?ol ha cosechado en vida.
Sus esculturas figuran en las mejores colecciones del mundo y est¨¢n presentes en las calles de un buen n¨²mero de ciudades. El elogio del horizonte, en Gij¨®n; el Monumento a la tolerancia, en Sevilla; La sirena varada, en Madrid; Berl¨ªn, en la capital alemana o el Peine del viento, convertida hoy en un s¨ªmbolo de la resistencia de los periodistas frente a ETA. ?l mismo fue un resistente, como hombre y como artista; primero, durante el franquismo y los primeros a?os de la transici¨®n; despu¨¦s contra ETA, en un momento en el que pocos se significaban. 'Este drama ha influido en mi obra', reconoci¨®, 'quiz¨¢ para darme cuenta de que quiero mucho a mi pa¨ªs, pero tambi¨¦n para saber que todos los hombres de cualquier color, de cualquier lugar, somos hermanos'.
Hombre culto y poco hablador, autor de una obra conmemorativa del 20? aniversario de EL PA?S, Chillida mantuvo un di¨¢logo est¨¦tico permanente con fil¨®sofos como Heidegger, admir¨® a Giacometti y a Moore y proyect¨® frecuentemente su obra en la mar y el horizonte y la naturaleza. 'Un d¨ªa so?¨¦ una utop¨ªa: encontrar un espacio donde pudieran descansar mis esculturas y la gente caminara entre ellas como por un bosque'. Y convirti¨® su sue?o en realidad, su caser¨ªo Zabalaga en el Museo Chillida-leku en septiembre de 2000. Para entonces luchaba ya contra el Alzheimer y en sus momentos de lucidez apuntaba: 'No me preocupa la vejez; lo que me fastidia es que se me olviden las cosas'.
Probablemente se ha despedido sin recordar la batalla que ha librado para sacar adelante su proyecto m¨¢s ambicioso: moldear la naturaleza a su gusto, horadar y convertir en arte la monta?a de Tindaya, en Fuerteventura. Pero ya lo dijo en febrero de 1999: 'Tindaya se har¨¢, aunque tal vez yo no lo vea'.
Enigmas sobre la creaci¨®n
Eduardo Chillida ingres¨® en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el 20 de marzo de 1994 con un discurso titulado Preguntas. El escultor lanz¨® 29 sobre los enigmas de la vida y de la creaci¨®n. El nuevo acad¨¦mico elabor¨® un texto manuscrito e ilustrado, que despu¨¦s fue publicado, junto con la respuesta del ingeniero y acad¨¦mico Jos¨¦ Antonio Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, colaborador en las obras monumentales de hormig¨®n armado. El escultor sigui¨® de cerca los estudios de la estructura, desde el encofrado a la textura del hormig¨®n visto. 'Yo percibo a Chillida como un gran ¨¢rbol humano, siempre en su lugar, profundamente enraizado en la tierra, creciendo con los a?os lentamente hacia lo alto, atento a los vientos variables y a las tormentas de la vida, pero sin moverse de lo verdadero'.En la hoja manuscrita que se reproduce, Chillida escribe:'Yo no entiendo casi nada y me muevo torpemente, pero el espacio es hermoso, silencioso, perfecto.Yo no entiendo casi nada, pero comparto el azul, el amarillo y el viento.De la muerte, la raz¨®n me dice: definitiva.De la raz¨®n, la raz¨®n me dice: limitada.?No es el l¨ªmite el verdadero protagonista del espacio, como el presente, otro l¨ªmite, es el protagonista del tiempo?Yo no represento, pregunto'.
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