El legado que vuelve a las ra¨ªces
Chillida-leku se gest¨® durante casi dos d¨¦cadas para responder al deseo del artista de mostrar las esencias de su escultura
Pilar Belzunce, la esposa de Eduardo Chillida, y Luis, uno de los ocho hijos del matrimonio, fueron la voz del escultor cuando el avance de la enfermedad le impidi¨® explicar qu¨¦ era Chillida-leku en v¨ªsperas de su inauguraci¨®n en septiembre de 2000. Hablaron de la vuelta de Chillida a las ra¨ªces, del viejo sue?o de reunir la obra de una vida dedicada a la escultura, de dejar la huella del artista donde naci¨®, de mantenerlo para siempre. Pero para entender que Chillida-leku es m¨¢s que el museo donde se muestra el legado de un artista hay que empezar por fijarse en el nombre que eligi¨® el escultor para rebautizar la finca que ocupa en Hernani (Guip¨²zcoa), a menos de 10 kil¨®metros del centro de San Sebasti¨¢n.
Leku significa en euskera lugar, paraje, pero tambi¨¦n espacio, el concepto esencial en la obra art¨ªstica de Chillida en m¨¢s de 50 a?os. El espacio, los l¨ªmites, el vac¨ªo se han interrelacionado en su trabajo y tambi¨¦n en la gestaci¨®n de Chillida-leku, como en una obra m¨¢s del artista, la m¨¢s grandiosa porque la intervenci¨®n en la monta?a de Tindaya, en Fuerteventura, donde quer¨ªa excavar un cubo de 50 metros de lado, se ha quedado en un proyecto enredado en problemas.
Y en medio del paraje, 12 hect¨¢reas de terreno suavemente ondulado, se levanta el caser¨ªo Zabalaga, una robusta construcci¨®n tradicional del siglo XVI, que se convirti¨® en la mejor met¨¢fora del trabajo de Chillida. Nunca quiso remodelar Zabalaga para mostrar obras en salas, como si se tratara de un museo convencional. Sin marcarse plazos ni fijar un presupuesto, el escultor vaci¨® la construcci¨®n para convertirla en una escultura.
La relaci¨®n de Chillida con Zabalaga fue muy intensa, extra?a, espiritual. Su mujer dice que ten¨ªa la casa en las entra?as mucho antes de comprarla en 1983. Cuando a¨²n estaba en ruinas, pasaba all¨ª largos ratos y a su regreso contaba a su familia lo que le 'hab¨ªa dicho Zabalaga'.
El caser¨ªo es ahora el coraz¨®n de Chillida-leku. Entre sus imponentes paredes de piedra se exponen esculturas de peque?o formato, piezas de madera, alabastro, hierro y murales, las gravitaciones, las lurras (terracotas) y los dibujos.
En el exterior, se reparten en un parque inmaculado cerca de 40 esculturas. Las monumentales obras de acero y granito se levantan majestuosas en el punto exacto en que Chillida fue eligiendo para ellas cuando a principios de los a?os ochenta empez¨® a atesorar sus obras. Hasta entonces, su contrato con la galer¨ªa Maeght, de Par¨ªs, lo imped¨ªa porque todas las piezas estaban vendidas. Incluso recurri¨® al mercado para contar con piezas significativas de las primeras etapas de su carrera.
Chillida-leku abri¨® al p¨²blico despu¨¦s de cerca de 20 a?os de trabajo de adecuaci¨®n en la finca, con vocaci¨®n de ser tambi¨¦n el hogar del archivo que Pilar Belzunce ha reunido a lo largo de su vida junto a Chillida. En los ¨²ltimos a?os, la esposa y los hijos del escultor recogieron la ilusi¨®n por sacar adelante Chillida-leku, ante el estado f¨ªsico del patriarca, cada vez m¨¢s minado por la enfermedad.
El escultor y su mujer cedieron a una sociedad limitada, en manos de la familia, la propiedad de la finca y las obras que contiene. Quieren que sea un museo vivo, abierto a los cambios en la colecci¨®n, que como quer¨ªa su padre muestre para siempre el legado del escultor, en el lugar donde naci¨® y desde el que cre¨® sus esculturas universales. Porque Chillida se consideraba un ¨¢rbol con las ra¨ªces en su tierra, en Chillida-leku, y ramas en todo el mundo.
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