?Ha guardado Victorino lo mejor para otras plazas?
El tantas veces elogiado y admirado Victorino Mart¨ªn mand¨® a Bilbao un encierro carente de calidad. Hicieron en el caballo una pelea poco ejemplar, por no decir discretamente mala. Dejaron ver una falta de fuerza notable. El tercer toro, primero de El Juli, a¨²n mostrando una nobleza evidente, su lentitud por falta de energ¨ªa era exasperante.
Con ese material bovino la tarde nos depar¨® un mi¨¦rcoles amasado de redundantes nader¨ªas. El Juli se gan¨® la ¨²nica oreja del festejo, y fue en el aludido tercero. Con un quite por ajustadas chicuelinas y una buena media ver¨®nica, despu¨¦s de tres pares de banderillas del mont¨®n, su faena compuesta por dos tandas de naturales y tres tandas de redondos. Sus pases se acomodaron al ritmo quedado, lentorr¨®n, del toro, por lo que el temple lleg¨® a ser el verdadero protagonista de la labor del torero. En su segundo El Juli mejor¨® en la suerte de banderillas. Con la franela no pas¨® de voluntarioso, por culpa de toro, por lo que tuvo que conformarse con robarle un pase aqu¨ª y otro all¨¢.
Victorino / Fern¨¢ndez, Mora, El Juli
Toros de Victorino Mart¨ªn, bien presentados, la mayor¨ªa escasos de fuerza y de casta, complicados los m¨¢s por falta de raza, noble el 3?. Fern¨¢ndez Meca: pinchazo, estocada desprendida y descabello (ovaci¨®n); estocada ca¨ªda y descabello (ovaci¨®n). Eugenio de Mora: media estocada (divisi¨®n de opiniones); estocada trasera y atravesada -aviso- y descabello (ovaci¨®n). El Juli: estocada (oreja); estocada desprendida (aplausos). Plaza de Vista Alegre. 21 de agosto. 5? de feria. Lleno.
El franc¨¦s Fern¨¢ndez Meca, que pech¨® con el lote m¨¢s complicado, firm¨® una actuaci¨®n competente y muy profesional. Se faj¨® con los dos toros.
A Eugenio de Mora hay reprocharle que dejara que le pegaran muy fuerte en varas a sus dos toros, en especial a su primero. Como se le recuerda que en su segundo toro todos los cites -seis tandas de derechazos y seis de naturales- los realiz¨® con muleta retrasada. De ah¨ª que cada serie estuviera compuesta de un pase y medio y poco m¨¢s. Por lo visto en vez de sacar la muleta de verdad, hab¨ªa sacado la del cojo.
Hay que decir que entre la tarde de ayer y la del d¨ªa anterior media un trecho considerable. Tanto, como que si El Juli fue premiado ayer con una oreja, los premios para Ferrera y El Fandi, sobre todo ¨¦ste, debieron ser de mayor cuant¨ªa. El Presidente de la plaza, Mat¨ªas Gonz¨¢lez, deber¨ªa enrolarse en un sinf¨ªn de meditaciones muy serias.
Aqu¨ª podemos entrar en m¨²ltiples disquisiciones. Por ejemplo, que El Juli ha accedido a torear una corrida de Victorino en Bilbao. Vaya por delante el reconocimiento plausible a ese gesto, por as¨ª decirlo. Pero ese vitorino al que le cort¨® la oreja, y a tenor por su noble comportamiento, encajaba m¨¢s en el esp¨ªritu de Teresa de Calcuta que en el de Rasput¨ªn...
Sin embargo, la imagen que depararon Ferrera y El Fandi con su actuaci¨®n era la imagen portentosa y arrebatada de dos trenes emborrachados de aceite hirviendo. Las faenas macizas de los dos, cada uno con su sello, rayaron a una altura muy superior a la que teji¨® El Juli ayer. Curiosamente el premio de una oreja acab¨® por ser el mismo. Sin embargo, todo el aroma desplegado anteayer, donde vimos dorm¨ªrsele la mu?eca de El Fandi de puro placer y enfervorizado, no admite comparaci¨®n alguna. Decimos nin-gu-na. Al escribir estas l¨ªneas aseguramos que no cont¨¢bamos previamente con que la referencia a la oreja del Juli pudiera suscitar una suerte de agravio comparativo. Pero deducimos, sin ninguna cortapisa, que el d¨ªa anterior a ayer tal vez se cometi¨® una clara injusticia. Y viene bien recordarlo aqu¨ª, para que no vaya a ocurrir lo mismo otro tal vez de los talveces.
En absoluto queremos plantear una pol¨¦mica en torno a esos tres toreros, Ferrera, El Fandi y El Juli. Significamos unos hechos en los que el s¨ªmbolo de una oreja otorgada a cada uno de ellos es quien crea, per se, la tesitura de la duda. Y como se sabe, la duda es una preparaci¨®n para el conocimiento. Por lo dem¨¢s, tampoco hay que rasgarse las vestiduras ante la creaci¨®n de pugnas, de controversias y de gestos comparativos. La historia del toreo est¨¢ llena de enfrentamientos entre toreros, por demostrar con la muleta y la espada qui¨¦n es el mejor frente a un toro. Creemos que la incursi¨®n de la pareja que est¨¢ convulsionando este verano caliente ha empezado a revitalizar el mundo de los toros y, por ende, a remover las piezas claves del escalaf¨®n de toreros. Ejemplos de piques entre toreros existen muchos. Cuentan los reporteros de ¨¦poca que Frascuelo le dijo a Lagartijo: 'Los toros que nosotros hemos matado nos pedir¨¢n cuenta en el otro mundo. Al Guerra los suyos no, porque no le han visto'. Como se ve, la ferocidad entre los toreros de otro tiempo era muy fuerte. La prueba est¨¢ en esa expresi¨®n del gran Frascuelo. Con esas disputas la sangre, por lo general, no llegaba al r¨ªo. Lo que s¨ª hac¨ªa era potenciar y engrandecer la fiesta de los toros. La gallard¨ªa como arma fundamental. Incluso lo que se ha dicho de ese gesto de El Juli, toreando vitorinos, es posible que ser¨ªa motivo de risa por parte de los toreros que sinti¨¦ndose figuras del toreo eran ellos los que ped¨ªan las corridas m¨¢s duras, porque para eso eran primeras figuras. Claro que eran otros tiempos, ?no creen?
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