Una joya del realismo italiano

Las salidas inesperadas de las rutinas de las carteleras del cine de verano nos traen ahora otra pel¨ªcula peque?a y llena de vida. Es italiana, la realiz¨® el a?o pasado un director novato aunque ya entrado en a?os, Giuseppe Rocca, que hace un delicado esfuerzo introspectivo y nos propone la recuperaci¨®n del mundo de su infancia en un pueblo cercano a N¨¢poles. Es una hermosa mirada hacia dentro, hacia el alma, que da nuevas aguas a la vieja y legendaria fuente del realismo del cine de su pa¨ªs.

Detr¨¢s de los ojos se mueve con pisadas suaves en los bordes de una enso?aci¨®n, pero est¨¢ lejos de caer en fantas¨ªas. Es, por el contrario, una pel¨ªcula arrancada de la vida, de la memoria de la vida, libre y comprometida, que indaga sin decirlo en las ra¨ªces del doloroso retorno de Italia a los alrededores del oscurantismo y el fascismo.

Y Rocca nos hace entrar en las sombras, ¨¢speras y amables, tristes y tiernas de la vieja Italia rural sure?a, de paredes adentro, en busca de atm¨®sferas, emociones, escenas y personajes viv¨ªsimos, como la candorosa campesina sirvienta y sus picores de entrepiernas; y la maravillosa monja maestra, curandera y yerbatera, que duerme mientras habla y es una deducci¨®n preciosa de la materia po¨¦tica de Tonino Guerra que abastece al Fellini de Amarcord. Y la cruel escena del cura y los bizcochos; y la inefable llegada al pueblecito del Anticristo. Y m¨¢s pinceladas tenues, mortecinas pero llenas de inteligencia, que flotan en este delicado filme, que -quiz¨¢s por estar filmado cronol¨®gicamente por un casi aprendiz- gana en firmeza a medida que avanza y alcanza magn¨ªficos momentos de esos que se quedan tercamente pegados a la retina.