Una mano de pintura en el Bes¨°s
No se interpret¨® como s¨ªntoma hasta bastante despu¨¦s. El primer atisbo de que el r¨ªo Bes¨°s pod¨ªa dejar de ser alguna vez el sumidero industrial y humano en que lo hab¨ªa convertido el desarrollismo feroz lo dio una humilde mano de pintura. Una mano de pintura de tonos pastel y formas cubistas: un buen d¨ªa los bloques del barrio de las Oliveres, en Santa Coloma de Gramenet, aparecieron vestidos de tal guisa y fueron perfectamente visibles desde la autopista hacia Terrassa y Francia. El acicalado fue ya en ¨¦poca de mun¨ªcipes dem¨®cratas, a principios de los ochenta; en la primera edici¨®n del Barcelonas de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n (noviembre de 1987) la foto aparece a todo color.
Nadie pod¨ªa suponer entonces que ese modesto remozo empezaba a pregonar una nueva dignidad ciudadana y fluvial, hasta entonces hundida por cifras tan descarnadas como las que reporta el propio Manolo en el libro: entre 1939 y 1953 se construyeron apenas 15.000 viviendas para una poblaci¨®n en crecimiento demogr¨¢fico (1.280.000 habitantes) que precisaba no menos de 100.000. Los guetos barraquistas de inmigrantes hab¨ªan sido el miserable precio pagado por esta cicater¨ªa.
El programa del F¨°rum lo redact¨® hace muchos a?os el poeta Gil de Biedma
Sobre el 'basso continuo' del tr¨¢fico, la voz extenuada del r¨ªo canta en 'recitativo secco' una oraci¨®n f¨²nebre
Los r¨ªos mantienen relaciones complicadas con las ciudades por las que discurren. Salvo casos especiales (Burdeos), tienden a ocultarse a la vista. Es cierto que proporcionan generosas perspectivas urbanas (el Trocadero parisiense, la ribera del Neva en San Petersburgo), pero lo hacen por encima del nivel de las aguas, sin manifestar su alma h¨²meda. Las ciudades, por su parte, suelen avergonzarse del hecho fluvial, lo tratan con el at¨¢vico desprecio humano hacia sus propias secreciones. Insana relaci¨®n. De vez en cuando los r¨ªos devuelven la moneda a tan desconsiderado trato en forma de cat¨¢strofes, y ah¨ª est¨¢n los sucesos de este verano en Alemania y Chequia. O los del Vall¨¨s en 1962.
Pero volvamos a la mano de pintura. Salvo aquella terrible bravata que motiv¨® una visita bajo palio, el Bes¨°s viv¨ªa gris, lento y olvidado. No fue hasta el advenimiento del posolimpismo cuando la mano de pintura se llen¨® de todo su sentido premonitorio y convirti¨® al Bes¨°s en multicolor objetivo informativo. En 1994 empez¨® a hablarse de un plan multimillonario para su congost, palabra felizmente recuperada del cementerio y que hoy ha vuelto pl¨¢cidamente al ata¨²d. El Ministerio de Obras P¨²blicas que dirig¨ªa Josep Borrell llegaba a un acuerdo con los municipios ribere?os para inveretir seriamente -3.000 millones de pesetas del momento- en la zona entre Montcada i Reixac y Santa Coloma de Gramenet. Hubo que sortear la habitual impugnaci¨®n al plan, motivada por l¨ªmites competenciales, por parte de la Generalitat, pero la idea r¨ªo bajaba con la suficiente fuerza como para no estancarse. Se pact¨®, ya con el PP en el Gobierno, y las obras avanzaron. En mayo de 1999 se inaugur¨® el parque fluvial de la margen derecha. Se trata de un parque man¨ªfico. Esta ma?ana, los ciclistas pedalean a placer por un generoso carril asfaltado en llano. La hierba entreverada de tr¨¦boles llega hasta la misma orilla, desde la cual se puede volver a escuchar, sobre el basso continuo del tr¨¢fico de las autopistas, la voz del Bes¨°s: una voz extenuada que canta en recitativo secco, una oraci¨®n del Rosario. El r¨ªo llora todav¨ªa la desesperaci¨®n vivida en sus m¨¢rgenes, ¨²ltimo testimonio de la esclavitud. Pero nadie le escucha: ni la cubierta de cami¨®n que yace indolente en el lecho, ni los postes el¨¦ctricos, gigantes de brazos extendidos que avanzan en c¨®mica procesi¨®n por el curso.
El parque se interrumpe en el linde con Sant Adri¨¤. All¨ª una zona de f¨¢bricas en ruinas todav¨ªa perdura como presencia muda del pasado. Pero el parque prosigue m¨¢s all¨¢ y enlaza con el Parc del Litoral, que acoge una impoluta piscina p¨²blica rodeada de ¨¢rboles. En la playa vigilada junto a la desembocadura, los ciudadanos se ba?an, flanqueados por las moles de las centrales t¨¦rmicas: no parecen menos felices que los ba?istas de Lloret. La orilla de poniente es una efervescencia de obras: la construcci¨®n del puerto deportivo -?un puerto deportivo, en Sant Adri¨¤!- y la reconversi¨®n del barrio de La Mina congregan una fiesta de excavadoras Liebherr que empolvan alegremente el aire.
El F¨°rum empez¨® con aquella mano de pintura en Santa Coloma, hace m¨¢s de 20 a?os, aunque nadie lo llam¨® as¨ª. Tiene un programa muy s¨®lido, redactado nada menos que por Gil de Biedma: hacer de esa zona de aluvi¨®n de la ciudad un lugar donde vivir con dignidad y conseguir que el r¨ªo -otro 'despedazado anfiteatro de las nostalgias de una burgues¨ªa'- entone por fin con clara voz de tenor el himno de los salta-taulells. Habr¨ªa que celebrar muy seriamente todo eso en 2004. No hay m¨¢s que animarse.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.