Un largo viaje al desenga?o
Cientos de mujeres con estudios superiores procedentes de Rusia ejercen la prostituci¨®n en Almer¨ªa
El d¨ªa que Silvia descendi¨® por las escalerillas del avi¨®n que la trajo hasta Almer¨ªa desde Mosc¨², en el aeropuerto, ya la estaba esperando su explotador y proxeneta. Ella a¨²n no lo sab¨ªa, pero hab¨ªa volado miles de kil¨®metros huyendo de lo que cre¨ªa un infierno para acabar en un abismo que la llevar¨ªa a un peregrinaje por bares y clubes del Poniente y el Levante almerienses. No s¨®lo dej¨® su ciudad y a su familia para intentar ayudar en casa tras la quiebra del negocio de su padre; dej¨® tambi¨¦n sin terminar sus estudios de medicina.
Silvia, que ahora tiene 23 a?os, aterriz¨® en Almer¨ªa en enero de 2000 asesorada por una amiga que le asegur¨® que en esa provincia 'se pod¨ªa ganar dinero'. 'Me cont¨® la verdad a medias y me arriesgu¨¦', reconoce. Lo que Silvia sab¨ªa era que ten¨ªa que trabajar en un bar, pero no que tuviera que acostarse con sus clientes, ni charlar con ellos aunque no quisiera ni tampoco salir de casa 'sin permiso' bajo el riesgo de ser sancionada. Durante el mes y medio que dur¨® su primera estancia en Espa?a todo el dinero que gan¨®, a excepci¨®n de las 5.000 pesetas semanales para comida, fue a manos de su jefe y prestamista para saldar la deuda del billete de avi¨®n. Una deuda que tard¨® mes y medio en pagar por las sucesivas 'multas' que ¨¦ste le impon¨ªa. 'Nos multaban por cualquier cosa. La multa consist¨ªa en que nos iba quitando el dinero que gan¨¢bamos. En ese tiempo viv¨ªa en San Isidro, en N¨ªjar, en una casa a 100 metros del bar. Viv¨ªamos entre 10 y 15 chicas en un d¨²plex de cuatro habitaciones y cada una le pagaba 10.000 pesetas al mes en concepto de alquiler. M¨¢s agua, luz y butano', describe Silvia.
Despu¨¦s de 45 d¨ªas de pesadilla Silvia no dud¨® en tomar un avi¨®n de vuelta a casa. S¨®lo la situaci¨®n familiar, ostensiblemente empeorada, la hizo regresar a Almer¨ªa. 'Al volver otra vez estuve peor que al principio. El chico que me recogi¨® en el aeropuerto me llev¨® a un bar de Aguadulce y all¨ª trabaj¨¦ otro mes y medio. Le tuve que pagar m¨¢s del doble por el billete de avi¨®n y 200 d¨®lares a la chica que me busc¨® el contacto. Trabaj¨¦ 45 d¨ªas por nada y tras ese tiempo me dijo que todav¨ªa le deb¨ªa 80.000 pesetas. Era lo peor que hab¨ªa. Nos multaba por todo. Gan¨¦ 30.000 pesetas en mes y medio y a veces no ten¨ªa ni para comer. Me largu¨¦ de all¨ª y me escond¨ª un tiempo', relata Silvia.
La mujer, que ocult¨® siempre a sus padres su situaci¨®n real en Espa?a, todav¨ªa recal¨® en alg¨²n bar m¨¢s de la capital hasta optar por un club ubicado en V¨ªcar, El Molino Rojo. 'El bar es mas dif¨ªcil que el club moralmente porque tienes que escuchar las tonter¨ªas de los clientes. El club es m¨¢s r¨¢pido, s¨®lo dices s¨ª o no. Y en el bar buscan lo mismo pero m¨¢s barato', justifica. Su estancia en El Molino Rojo dur¨® hasta la noche en que fue detenida por no tener papeles en una redada policial. Aquel percance la llev¨® de nuevo a la capital, con un expediente de expulsi¨®n en tr¨¢mite, a trabajar por su cuenta en bares de los que no depend¨ªa su alojamiento. Un embarazo y posterior aborto fueron los detonantes para salir de aquel mundo. Ahora Silvia trabaja en una cafeter¨ªa y lleva casi un a?o alejada de la prostituci¨®n.
Su amiga y paisana Esther, tambi¨¦n de 23 a?os, a¨²n no ha dado ese paso. Esther es licenciada en Historia del Arte y ha vivido un peregrinaje similar al de su amiga. Todav¨ªa alterna con clientes en un bar de Almer¨ªa capital y, aunque asegura no prostituirse desde hace tiempo, reconoce que para dejar esos ambientes los papeles son 'imprescindibles'. 'Sin papeles es imposible trabajar en algo. Es muy desagradable estar con alcoh¨®licos, drogadictos o tontos. No son normales. La mayor¨ªa tiene problemas', se queja.
Las historias de Silvia y Esther -cuyas identificaciones reales no desvelan por miedo- forman parte de la realidad de la provincia almeriense y van estrechamente unidas a su bonanza econ¨®mica. En los ¨²ltimos a?os, el incremento de la prostituci¨®n ha ido a la par del crecimiento econ¨®mico, que no ha cesado en recortar diferencias con los indicadores macroecon¨®micos nacionales -la aportaci¨®n almeriense al PIB nacional roza el 1%-. Un estudio encargado por la Diputaci¨®n de Almer¨ªa se?ala que de las 3.000 mujeres que son prostituidas en la provincia s¨®lo algo m¨¢s de 300 se distribuyen en la zona de Levante. El resto lo acaparan los municipios de El Ejido, V¨ªcar, La Mojonera y Roquetas de Mar en el Poniente. Si el 35% de las mujeres que ejercen en el Levante proceden de la Europa del Este el porcentaje se duplica en al Poniente. 'All¨ª, de cada 10 mujeres la mitad o quiz¨¢ las tres cuartas partes ¨¦ramos rusas', detalla Silvia.
El estudio, confeccionado por la Asociaci¨®n para la Prevenci¨®n, Reinserci¨®n y Atenci¨®n de la Mujer (APRAM), constata un reclamo por parte del cliente de mujeres rusas. El 'car¨¢cter fr¨¢gil' de estas chicas y su apariencia de 'inaccesibilidad' en los primeros contactos provoca una especie de 'dependencia' en muchos clientes. La desolaci¨®n que sufren al llegar, unida a una mermada autoestima, el miedo y la 'total desconfianza' en los cuerpos y fuerzas de seguridad para denunciar su situaci¨®n, convierte la vida de estas mujeres en una espiral de desenga?os llena de mitos y falacias que invierten su rol de v¨ªctimas.
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