En busca de la confianza perdida
El Gobierno de EE UU intenta tranquilizar a los peque?os inversores para evitar que el dinero huya de los mercados
El americano medio llevaba a?os quej¨¢ndose de que las remuneraciones de los altos ejecutivos empresariales eran 'obscenas', pero no dej¨® por ello de invertir en Wall Street asumiendo que era el precio que hab¨ªa que pagar para engrasar el motor del capitalismo. Los recientes esc¨¢ndalos financieros han demostrado que sus sospechas eran acertadas; que lo que engrasan las stock options y otras gratificaciones es la codicia. Ahora que han perdido el dinero y la confianza en las juntas directivas, los accionistas se preguntan si lo que falla es el propio sistema: ?pueden ser irreconciliables la ¨¦tica y el capitalismo?
El secretario del Tesoro, Paul O'Neill, afirma que 'la decencia en los negocios es el nuevo patriotismo de Am¨¦rica'
Las propuestas de mayor control, realizadas en ¨¦poca electoral, despiertan el escepticismo de no pocos inversores
Los presidentes de las 25 mayores empresas en suspensi¨®n de pagos han recibido unas liquidaciones de 3.000 millones de d¨®lares
Nadie en Estados Unidos quiere ni siquiera pensar que sean irreconciliables la ¨¦tica y el capitalismo. Pero nadie est¨¢ tampoco tan ciego como para no darse cuenta de que la divergencia entre ambos conceptos ha aumentado en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, como si se hubieran esfumado los mecanismos de correcci¨®n tras el crash de 1929. El fantasma de aquella crisis, provocada tambi¨¦n por la corrupci¨®n corporativa, planea sobre la actual y la ahonda.
Barton Briggs, un estratega de Morgan Stanley, comparaba hace poco a Wall Street con un casino, lam¨¦nt¨¢ndose de que la integridad de los mercados, que hab¨ªa sido un 'art¨ªculo de fe', ya no lo sea. Y el fundador de Vanguard, John Bogle, dice que invertir se ha convertido precisamente en eso, en un acto de fe. Y la honestidad en el bien m¨¢s escaso y m¨¢s buscado.
Los falseamientos contables, las manipulaciones de los analistas, el encubrimiento de los auditores, el uso de informaci¨®n privilegiada y otros enga?os han llevado incluso al secretario del Tesoro, Paul O'Neill, a hacer un dram¨¢tico llamamiento aunando, simb¨®licamente, las dos guerras que libra Estados Unidos estos d¨ªas en los mercados de capital y contra el terrorismo: 'La decencia en los negocios es el nuevo patriotismo de Am¨¦rica'.
Contabilidad jurada
O'Neill hac¨ªa esas declaraciones el 14 de agosto, d¨ªa en que los presidentes ejecutivos y directores financieros de las 691 corporaciones que facturan m¨¢s de 1.200 millones de d¨®lares deb¨ªan jurar que sus estados financieros se ajustan a la realidad (menos de una docena admitieron errores de contabilidad, entre ellas AOL, que dijo haber anotado 49 millones de m¨¢s en las ganancias). Las otras m¨¢s de 16.000 empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York o en el mercado electr¨®nico Nasdaq, incluidas las extranjeras, deber¨¢n hacerlo antes del oto?o. Las sociedades espa?olas que cotizan all¨ª, como BBVA, SCH, Endesa Terra o Telef¨®nica, se ver¨¢n afectadas por las nuevas normas.
La certificaci¨®n es una de las regulaciones con las que el Gobierno intenta restablecer la confianza, y en parte ha tenido ¨¦xito esta semana en que Wall Street ha experimentado una ligera recuperaci¨®n. Por otra parte, las im¨¢genes en la televisi¨®n de ejecutivos de WorldCom y Adelphia esposados han dado credibilidad a la promesa del presidente George W. Bush de 'meter en la c¨¢rcel a los corruptos'. Otra imagen similar a la del ex empleado de Enron, Michael Kopper, al declararse culpable de manipulaciones contables.
Pero el hecho de que sean propuestas en ¨¦poca electoral han despertado escepticismo. Les Greenberg, jefe del Comit¨¦ de Accionistas Preocupados, es uno de los que cree que son cosm¨¦ticas: 'Es un esfuerzo del Gobierno y las empresas para aparentar que hacen algo para mejorar la situaci¨®n, pero cuando pase un poco de tiempo se volver¨¢ a lo mismo, a menos que de verdad se haga una reforma a fondo'.
Si hay algo en lo que todos los protagonistas de esta saga est¨¦n de acuerdo es en que el enriquecimiento a costa del capital ajeno es un problema c¨ªclico. Los ejemplos de la evoluci¨®n de la ¨¦tica corporativa (o falta de) son abundantes. Hace 15 a?os el famoso presidente ejecutivo de Chrysler, Lee Iacocca, gan¨® 20 millones de d¨®lares despu¨¦s de darle jugosos beneficios a los accionistas; en el ¨²ltimo a?o, sin embargo, los presidentes ejecutivos de las 25 mayores empresas en suspensi¨®n de pagos han recibido unas liquidaciones de 3.300 millones de d¨®lares, a pesar de haberlas llevado a la bancarrota y dejar a m¨¢s de 100.000 personas en la calle. Ni las astron¨®micas remuneraciones eran proporcionales a los resultados de su gesti¨®n ni se hab¨ªan asentado como gastos, algo que se ha convertido en una pr¨¢ctica habitual cuando las ganancias se derivan de la ejecuci¨®n de las stock options, las controvertidas opciones sobre acciones. La contabilidad ficticia -aunque no ilegal- que esa moda ha creado es ahora uno de los tres ejes de la reforma de la gobernabilidad corporativa. Los otros son la certificaci¨®n de los estados financieros y la independizaci¨®n de los consejos de administraci¨®n. Los consejeros se hab¨ªan convertido en un coro del presidente ejecutivo que les nombra, en vez de cuestionar las cuentas que les presenta.
El amiguismo es el eslab¨®n principal de la cadena de conflictos de intereses que ha pervertido el sistema de check and balances (medidas de control), que en teor¨ªa son la espina dorsal de la capitalizaci¨®n bursatil.
Han ca¨ªdo las murallas de separaci¨®n entre los auditores que auditan y a la vez tienen a la empresa como cliente, y la de los analistas que analizaban a una empresa que es tambi¨¦n su cliente y participaban adem¨¢s en inversiones de los bancos de negocios.
El 'sheriff' de Wall Street
La soluci¨®n de Harvey Pitt, director de la Securities and Exchange Commission (SEC), el organismo supervisor del mercado, es que los analistas declaren por escrito que su salario no est¨¢ vinculado a la recomendaci¨®n que hagan de las acciones de una determinada compa?¨ªa. La receta de Pitt es considerada insuficiente porque la ya existente es similar y no ha servido de nada.
La SEC, convertida en sheriff de Wall Street, no tiene los medios para investigar a un mercado que mueve 12 billones de d¨®lares. Tiene s¨®lo 100 abogados para revisar los documentos de las 17.000 empresas financiadas con dinero de los inversores burs¨¢tiles. Cuenta a¨²n con menos 'auditores forenses' y, por si eso fuera poco, est¨¢n desertando diariamente decenas de sus especialistas al sector privado.
La situaci¨®n es tan pat¨¦tica que el a?o pasado s¨®lo pudieron revisar uno de cada 15 informes anuales de las corporaciones. Aunque el Congreso est¨¢ estudiando aumentar el presupuesto de la SEC de 438 a 600 millones de d¨®lares al a?o, seguir¨ªa siendo insuficiente, seg¨²n los expertos, para la tarea mastod¨®ntica que le piden los pol¨ªticos. Esa labor incluir¨ªa convertirse en una especie de organismo regulador de alcance global, ya que tiene que inspeccionar las empresas extranjeras que cotizan en Wall Street.
Adem¨¢s de las regulaciones impuestas por el ejecutivo, la SEC es la encargada de hacer cumplir la 'ley Sabarnes-Oxley', aprobada el mes pasado. La nueva normativa proh¨ªbe a las empresas dar pr¨¦stamos subsidiados a los ejecutivos y requiere adem¨¢s que reembolsen las ganancias derivadas de conductas fraudulentas. Crea tambi¨¦n una junta para supervisar a los auditores, pero no obliga, sin embargo, a que las firmas roten a sus auditores.
Por su parte, la Bolsa de Nueva York ha emitido su propia lista de requisitos, entre ellos el que los accionistas tengan una mayor participaci¨®n en las decisiones, votando, por ejemplo, sobre si se les deben remunerar o no a los ejecutivos con stock options. Al menos una veintena de corporaciones, lideradas por General Electric, Coca Cola y Amazon, han anunciado que van a contabilizar las opciones sobre acciones como gasto para reflejar mejor la verdadera situaci¨®n financiera.
A favor est¨¢ incluso el inventor moderno de las stock opcions, Graef Crystal, que hizo multimillonarios al ex presidente de Coca Cola, Roberto Goizueta, y al de Disney, Michael Eisner. La idea original de Crystal en la d¨¦cada de los ochenta era que las stock options 'alineaban' el inter¨¦s de los ejecutivos con el de los accionistas, pero la realidad le ha hecho desdecirse: cuando las acciones se desploman, los inversores pierden su capital mientras que los ejecutivos simplemente no hacen efectivas sus opciones sobre acciones.
Microsoft es una de las que est¨¢ en contra, al igual que se oponen la mayor¨ªa de las del sector tecnol¨®gico. Si en su ¨²ltima declaraci¨®n trimestral de ganancias Microsoft hubiera incluido las stock options, sus ingresos netos hubieran sido de 903 millones, en vez de los 1.530 millones que declar¨®.
La propuesta de reflejar las opciones sobre acciones ha generado bastante resistencia entre los presidentes ejecutivos de las principales empresas. Despu¨¦s de todo, esas remuneraciones han sido su pasaje a la fortuna y la fama. Que le pregunten si no a Larry Ellison, presidente de Oracle, que el a?o pasado gan¨® 706 millones de d¨®lares, ni un centavo de los cuales eran de salario, todo eran stock options.
Los directivos empresariales concitan la indignaci¨®n de los accionistas
Los accionistas no s¨®lo est¨¢n indignados con los directivos que se han enriquecido mientras quebraban las empresas; quieren que, adem¨¢s de meterles en la c¨¢rcel, devuelvan lo que se han metido en los bolsillos. Como est¨¢ claro que de las empresas en suspensi¨®n de pagos no van a recuperar nada, muchos inversores est¨¢n acudiendo a los tribunales con la esperanza de que los jueces distribuyan salom¨®nicamente las riquezas amasadas. Van a la caza de los campos privados de golf, los yates, las mansiones multimillonarias y, por supuesto, las suculentas cuentas bancarias. Por ejemplo, Dennis Kozlowski, ex presidente ejecutivo de Tyco, recibi¨® m¨¢s de cien millones de d¨®lares en pr¨¦stamos sin inter¨¦s de la empresa, 32 de los cuales a escondidas de los accionistas. Scott Sullivan, ex director de finanzas de WorldCom (acusado de inflar las ganancias de la empresa en miles de millones de d¨®lares), se est¨¢ construyendo una mansi¨®n en Boca Raton (Florida) valorada en m¨¢s de cincuenta millones de d¨®lares. El fundador y ex presidente de Global Crossing, Gary Winnick, se hizo un palacio de 65 millones de d¨®lares en Los ?ngeles. Poco antes de declarar quiebra, Winnick hizo efectivas sus stock options y se embols¨® 700 millones de d¨®lares. Y John Rigas, fundador de Adelphia Communications, y sus hijos, supuestamente, saquearon la empresa de televisi¨®n por cable llev¨¢ndose cientos de millones de d¨®lares antes de declarar bancarrota en junio. Con ese dinero compraron decenas de apartamentos de lujo en Manhattan y se construyeron un enorme campo de golf.
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